Luvina_89 / Madrid, Madrid, Madrid

España fue ajena al florecimiento literario latino de la Europa medieval, en gran parte por la invasión musulmana. El siglo xii español importa colores franceses y provenzales al imaginario a través de los mitos célticos, la guerra de Troya, la leyenda de Alejandro de Macedonia, de la santa María Egipciaca, etcétera, hasta que paulatinamente la lengua castellana pasa de dialecto a la envergadura de lengua. Y entonces adviene el «romanceamiento » logrado por Alfonso X, el Sabio, al dar al romance categoría de lengua, formada por plumas latinas y árabes y por ambas visiones del mundo. El rey Alfonso coordina y supervisa a un nutrido grupo de colaboradores moros, cristianos, judíos, franceses e italianos, quienes escriben una historia de España, Primera crónica general, y una historia universal, General estoria. Una auténtica tentativa de ofrecer cultura superior a la gran masa de la población.

El castellano surge entonces apegado a su propia realidad, a caballo entre la manera del habla en romance y el lenguaje escrito, propio de las traducciones del árabe y del latín. Así es como en los siglos que siguieron a esta revolución de la lengua, la literatura castellana se fue refinando sin perder jamás su vitalidad.
Este número de Luvina ofrece a sus lectores una diversa y muy rica muestra de la literatura castellana actual, descendiente de las historias y cantos alfonsíes. Literatura que al paso de los siglos ha conservado su voz esencial de «estancia » , morada que custodia su estructura más íntima: su núcleo formal de canción, de poesía.

Ensayo, poema o narrativa, los textos recogidos en esta edición se hermanan no sólo porque son textos de escritores nacidos en Madrid o que viven en esta ciudad, sino porque poseen un mundo que se apropia de la vida cotidiana, a partir de un ritmo que surge de todo lo que toca y va abriendo surcos de luz hasta volver irreal cada palabra y brotar en forma de ficción. Literatura —la madrileña— osada, beligerante, impetuosa, irreverente, eficaz.

Luvina puede tararear «Madrid, Madrid, Madrid » , pues los objetos literarios expuestos en este número le cantan a la ciudad. Nacen de su experiencia en ella: sus barrios, sus calles, sus casas, su clima, su gente, sus ídolos, sus canciones. De la mirada sobre su ciudad, los escritores transmiten una experiencia de fidelidad y fe.

La lectura de este número conduce a una esfera de plenitud, lograda en el encuentro de la experiencia singular (del escritor) sobre Madrid, una experiencia sensible, humana, con la del lector conducido de lleno a una realidad certera, múltiple y extraordinaria por inteligible.

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