Poemas / Pablo López Carballo

para Olvido

Paolo di Dono son cielos cerrados
que resaltan lo esencial.
Paolo di Dono es la inocencia
de lo complejo, el mecanismo que dirime
lo que debe perdurar; y el cielo y el infierno.
Paolo reunió a las formas para dotarlas
de sentido en su cuarto de arañas.

Paolo Uccello nunca vio un caballo.
Imaginó que los pájaros
en sus picos
con sus patas
traían uno de lejos hasta su estudio
y se levantaba por las mañanas,
respirando Arno y pintura
pensando en cómo lo vería, cuál
sería la primera imagen del caballo
que aparecería rodeado de pájaros
y leones a los que no tendría miedo.
Paolo Uccello pintó el diluvio
porque sabía que ocurriría, sus ojos
atraviesan el tiempo: está hoy aquí.
Estuvo en 1966 y en 1448 señaló en el muro
hasta aquí llegará el agua. Él sabía
el color que tendrían las paredes en 2010
y la luz y el movimiento de las nubes.
Pero a Paolo nadie le creía.
Pintaba su casita azul, su casa de pájaros,
con los recovecos por los que pasaría
el agua, el agua que no tendría en cuenta
las esquinas ni las lanzas;
y proyectó el pequeño cuarto
de milagros, con la ventana al campo
de lomas sin espigas, para protegernos
de la usura.
Paolo Uccello murió, como pocos mueren,
por mirar demasiado. Enterraron
su cuerpo cuando ya no estaba en él
y se perdió en el tiempo, pintando
las piedras y los árboles que yo vi al nacer.
Al abrir los ojos supe que él había pasado por allí:
una ventana, un leve reflejo que no termina
de posarse sobre los vasos y se agota.
Conozco a Paolo Uccello como él conocía
la inundación y los caballos y en su cabeza
se dibuja un mundo, el único habitable,
en mi casa azul, de pájaros,
que pintó mientras esperaba
perderse en el tiempo.

 

Menos que tú

A este no estar nunca en el mismo sitio
no viene el sentido. Virtud o desdén
de la mano te alejan siempre.
Demasiado nervioso para la vida.

E

Los viejos grabados se vuelven
discontinuos. Al contrario
en los frescos
germinan materiales. La muralla
es el mejor ejemplo: los perros sin plumas,
algunos hombres, algunos ríos.
Ningún pigmento
persigue el retorno: el habla es húmeda.

E

Enjalbegar sombras alargadas.
Remuevo
tierra y restos de pared.
Frases sacadas
de tormenta como si tal.
Un cuchillo
o caminar.
Perpetuar dinámicas
como fingir esquemas.

E

Tu manera de entender la casa
en mi inquietud
de enfermo, la equidistancia al conjugar
y la terraza
imitación de vestido o mecanismo
frente al paraje.

E

Revoco de pies y barro. Que la luz sean formas
e imaginar un hábito
demasiado lento para el día.
Aquí los entomólogos con sus recortes
de laboratorio y la flor de barranco.
Eólico dialecto, gasolinera engullida por edificios,
prado de músculos verticales;

E

termitas, musgo. Dejáis de escuchar
por miedo a cancelar antiguos signos. No querría
estar fuera y tener que estirar la mano
para cogerlo: la lengua es hambre.

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