Luvina_68 / Felicidad

Ir o regresar. Aprender el camino o transgredirlo. Inventarse una línea mágica o simplemente reproducir las que existen. Desempolvar la vida cotidiana para atrapar los chispazos de luz que hay entre sus huecos, en esas fallas que pueden volverse fracturas irremediables o señales hacia el edén. ¿Y qué es el edén? Tal vez una realidad ampliada que nos conduce más allá de la nuestra, una especie de magia que trastoca la miseria en que está vertida la mayoría de nuestros minutos y días. Desde esos méritos y fatigas grisáceos, planos, la magia no ocurre porque —como lo decía Mozart— vivir bien y vivir feliz son dos cosas distintas. La magia es exceso, transgresión del nombre, develación de ese secreto que posee cada existencia. Y arrancarlo del corazón de las cosas, y mostrarlo, es transmutar la realidad y conquistar, así sea por un segundo, el paraíso. El nombre secreto, dice Giorgio Agamben, es el gesto con el cual la criatura es restituida a lo inexpresado. Y la felicidad, ese salvoconducto para inventarles nuevos nombres a las cosas del mundo. De ahí que la literatura —la lectura— sea un acercamiento a la felicidad.

En este número, Luvina abre grietas a través de mundos literarios donde palpita una resolución de ser feliz, pues las vicisitudes que sufrimos en el texto también nos conducen a la felicidad.

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