Luvina_98 / Imago

Desde la antigüedad se ha discutido el problema de si las imágenes que guardamos en nuestra memoria son sólo ráfagas de un tiempo pasado que vuelve, como lo aseguró Bergson, a nuestra psique como reminiscencia unida a la percepción, o —como lo quería Sartre— que la imagen es una forma de conciencia y por tanto es trascendente y espontánea. O, a la luz del psicoanálisis, la propuesta de Jung de que todo pensamiento reposa sobre imágenes generales llamadas arquetipos.

El caso es que la imagen nunca es un signo arbitrario y surge de una motivación intrínseca, pues posee una correspondencia entre el significado y su sentido, y la inteligencia humana la somete a un dinamismo que la organiza, logrando así su representación.

El gran salto de lo primitivo al desarrollo del lenguaje es justamente la expresión centrada en las percepciones de las cosas; es la conquista del mundo simbólico, a través del cual se llega a concebir la universalidad dentro del lenguaje; su estructuración simbólica como raíz de todo pensamiento.

Gracias a ello, Bachelard define la imaginación como la facultad de deformar las imágenes suministradas por la percepción y, sobre todo, de librarnos de las imágenes primeras, de cambiar las imágenes. Es esta gran semántica del imaginario la que permite su capacidad de metáfora, su despliegue para unir realidades distantes.

La imagen nos permite mirar algo desconocido, o como lo dice Calasso, sumergir el mundo en una claridad difusa. Los creadores, entonces, parecen ser encantadores de las cosas, esas cosas abandonadas a sí mismas y reajustadas bajo el ojo del artista. Todo artista, sin embargo, se apropia de tal modo de sus imágenes que las vuelve cuerpo y tiempo y les confiere ese don de la materia artística, el de repetirse para ser siempre otras.

Luvina98propone una lectura desde el mundo de imágenes nuevas creadas por los escritores convocados. Imágenes que originan mundos diferentes, realidades que existen en las honduras de la vida continua y cotidiana.

Por otra parte, en este número rendimos homenaje póstumo —no sin declarar nuestra pesadumbre— a tres grandes del arte latinoamericano: el crítico José Miguel Oviedo, la poeta Minerva Margarita Villarreal y el pintor Francisco Toledo, amigos y colaboradores de Luvina.

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