Poemas de Vinegar Hill

Colm Tóibín

(Enniscorthy, Irlanda, 1955). Estos textos forman parte de su primer libro de poesía «Vinegar Hill» (Beacon Press, 2022).

MYSTERIUM LUNAE

Anoche
la luna
era un vacío en el cielo.

Las estrellas circundantes
hacían lo de siempre.
Estar

a millones de kilómetros
lejos,
o a millones de años luz,

y estar del todo exhaustas.
Pero la luna es un vacío,
un mero espacio indicativo

de donde hubiera estado.
Contaremos
a quien quiera que nos escuche

que la luna solía reflejar
la luz del sol
y cumplir todos sus ciclos:

llena, creciente, menguante.
Y se le escribían canciones:
Blue Moon, La canción de la luna

(de «Rusalka»),
Moon River, The Dark
Side of the Moon.

The Moon and the Melodies.
Estuvo de moda, en un tiempo,
la luna.

Ha dado un gran paso,
un paso triste,
la humanidad toda.

Pronto, al sol se le acabará
el hidrógeno.
Y llegaremos

al final.
La desaparición 
de la luna

es sólo el principio.
Trabajo noche y día
en mi libro,

a sabiendas de que será
lo último 
sobre el tema.

Compondré,
ayudado por científicos,
una descripción concisa

de las cosas antes de la explosión,
ese vacío magnífico,
la sopa preastral,

la gravedad bailando
como una sardina 
en la parrilla.

Y la astuta preexistencia
de átomos y partículas,
y lo que tardó un neutrón

en estar seguro 
de que no era un protón,
y la guerra

entre el infinito
y la eternidad
que hubiera existido siempre

si el mundo,
exudando inmanencia,
no hubiera comenzado a caer,

con su obsolescencia
dentro,
su fecha de caducidad,

su brío y sus oh la lás,
todo
lo que importaba.

Hay una gran calma aquí
y ahora. Las olas, 
por supuesto, se han detenido.

El mar está liso,
pronto será
sólo un sitio sin interés.

No hay nada
que fuerce
las mareas.

Si en alguna reunión se lee
el poema de Matthew Arnold
todos se maravillan
ante los versos que describen
el mar en calma esa noche.
¿Qué otra cosa hay?

Pero no siempre estuvo calmo.
Puedo jurarlo.
Recuerdo

Redondo Beach
y sus olas altas
y el sol

poniéndose 
en el horizonte.
Es extraño, pero no 

me acuerdo de la luna.
Aunque tendría que haber estado allí
en algún lugar.

Pero ya puedes buscarla
todo el tiempo que quieres,
la luna es algo del pasado,

como lo analógico, 
o la costa occidental,
o la biblioteca de Alejandría,

o Sic transil gloria
Mundi, un bello
y viejo dicho.

Eclipsados hace mucho
por voces más modernas
que aun así no encuentran

palabras para referirse
al vacío
en el cielo nocturno.

Están
aullando
a lo que ya no está allí

y que queremos que reaparezca
ahora, 
o pronto al menos.


ANTON WEBERN EN BARCELONA
19 de abril de 1936

Alguien consumido se acerca a este lugar improbable,
Sin buscar refugio, ni nuevas sobre sus amigos,
Pero revelando tentativamente a quien quiera que tenga el control
Que el director, aunque triste, conoce bien la partitura,

Ha caminado por las calles, escuchando los ruidos de abril,
Los vencejos en la ciudad de nuevo, nadando por el aire,
Las tropas congregándose, como si fueran convocadas por la nueva estación,
Los músicos esperando instrucciones, el público en la calle todavía.


ARAFAT EN TÚNEZ

«Estate listo tan pronto como suene el teléfono.
En ese mismo instante baja las escaleras. No te retrases».
Organizado por los franceses antes de replegarse,
la luz sobre el mar era algodonosa.
Las palmeras se alineaban en los bulevares, el aire
era dulce; todo era tranquilidad, orden y comodidad.

Mis guardianes despertaron la ciudad dormida.
La joven me gritó que entrara 
en el coche. El chófer estaba allí,
tenso, alerta, mirando a su alrededor con desconfianza.
Y entonces fuimos a gran velocidad, siguiendo una ruta
absurda, hasta llegar al campamento.

Tomé notas, y después escribí sobre 
lo que Arafat había dicho. Yo era el periodista.
Pero, después de los años, lo que más recuerdo
es la luz tenue de la sala de espera,
y tal vez una docena de hombres jóvenes con chaquetas de cuero
y jeans ajustados, sus guardaespaldas,

sentados o apoyados contra la pared, estudiándome
perezosos, con los ojos velados, sin revelar nada.
Me pregunté lo que harían por la noche.
¿Comerían todos en una mesa larga como los discípulos?
¿Dormirían obedientes en una hilera de camas?
¿Sería uno de ellos un favorito, o tal vez dos?

Me gustaron las poses adoptadas por esos hombres.
Al mirarles uno a uno, estoy seguro
que miré más de la cuenta, de una forma que no dejó duda alguna.
Algunos me devolvieron la mirada, cautelosos, antes de retirarla.
Y justo cuando me llevaban al lugar de la entrevista,
unos pocos me miraron otra vez, imperturbables y aburridos.

Versiones del inglés de Enrique Juncosa.

Mysterium Lunae

Last night / I saw that the moon / Was empty in the sky. // The stars around did / What they do. / They are // Millions of miles / Away / Or millions of years, // And are totally exhausted. / But the moon is blank, / Just a space to show / Where it might have / Been. We will tell / Whoever will attend // That the moon used to catch / Light from the sun / And waxed and waned: // Full, sickle, half- / Moon. And the songs: / Blue Moon, Song to the Moon // (From «Rusalka»), / Moon River, The Dark / Side of the Moon, // The Moon and the Melodies. / It was all the rage, once, / The moon. // It was a large step, / A sad step, / For mankind. // Soon, the sun will run / Out of hydrogen / And it will all // Be gone. / The disappearance / Of the moon // Is just the start. / I am working day and night / On my book, // Knowing it will / Be the final word / On the matter. // I will compose, / With aid from scientists, / A description in concise // Prose, of the time before the bang, / The gorgeous vacancy / The pre-astral soup, // Gravity dancing like / A herring / On the griddle-oh, // And the sly almostness / Of atoms and particles, / And how long a neutron // Took to be certain / That it was not a proton, / And the war // Between infinity and / Eternity that would have / Gone on for ever / Had the world, / Oozing immanence, / Not begun to roll, // With its built-in / Obsolescence, / Its sell-by date, // Its oomph, its ooh-la-la, / Its everything that / Is the case. // It is calm here  / Now. Waves have / Stopped, of course. // The sea has settled  / Down; soon it will / Be a fly-over state. // There is / Nothing to compel / Its tides. // At gatherings, they read / Matthew Arnold’s poem / And marvel // At the lines about the / Sea being calm tonight. / What else is there? // But it wasn’t always calm. / I can swear to that. / I remember // Redondo Beach / And the waves high / And the sun // Going down / Over the horizon. / Strange, I have // No memory of the moon. / But it must have been there / Somewhere. // But, no matter what, you can / Look all you want, / The moon is in the past, // Like analogue, / Or the western seaboard, / Or the library at Alexandria, // Or Sic transit gloria / Mundi, a lovely / Old saying // Long eclipsed / By more fashionable / Tongues that yet are // Speechless at / The vacancy / In the night sky. // They are / Howling at the / Thing not there // That we want back / Now, or at least / Soon.

Anton Webern in Barcelona

19 April 1936 // Some who have faded approach this uncertain place, / Asking not for shelter, or news of friends, / But tentatively telling whoever is in control / That the conductor, in sadness, knows the score, // Has walked the streets, listening to April noises, / The swifts back in the city, swimming in the air, / Troops gathering, as though summoned by the season, / Players awaiting command, the audience still outside.

Arafat in Tunis

«As soon as the phone rings, you be ready / Come downstairs that instant. Don’t delay» / Arranged by the French before they cleared out, / The light over the sea was soft cotton. / Palm trees lined the boulevards, the air  / Was sweet; all was quietness, order, ease. // My minders cut the sleepy city open. / The young woman screamed at me to get / Into the car. The driver stood by, / Tense, alert, looking warily around him. / And then we drove at speed, using a route / That made no sense, to the compound. // I took notes, and later I wrote about / What Arafat said. I was the journalist. / But, after all the years, what I recall most is the dim light in an ante-room, / And maybe a dozen young men in leather jackets / And tight jeans, his bodyguards, // Sitting or leaning against the wall, studying / Me lazily, eyes hooded, giving nothing away. / I wondered what they did when darkness fell. / Did they eat at a long table, like disciples? / Did they sleep in a row of beds, obedient? / Was one of them a favourite, maybe two? // I liked the poses struck by those men. / In checking each one out, I am sure that / I gazed too much, too unmistakably. / Some glanced back, guarded, then looked away. / And just as I was ushered towards the interview, / A few of them took me in again, unbothered, bored.


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