Una babosa camina sobre los guijarros.
No tiene hogar en su espalda
protegida sólo por colores, ningún caparazón.
Desnuda, con el cuerpo cubierto de una secreción viscosa
como saliva, se arrastra ociosamente.
En su suave, tierna piel
indefensa
—un dedo de sol podría hacerla polvo—
la babosa parece disfrutar el paseo
o la esperanza de dormir un poco sobre una cama de piedra.
Se arrastra despacio, como un durmiente que avanza.
Igual que Diógenes saliendo de un barril de vino,
sigue el movimiento del agua y las nubes
abandonando la casa que cargaba sobre ella.
Similar a un monje errante que deambula sin abrigo
camina lentamente, con pasos que siguen leyes cósmicas.
Siento lástima por ella, mi esposa cubrió su cuerpo desnudo con una hoja de
[col que lavó en el arroyo.
Pero la babosa, luego de vacilar un poco, aparece de nuevo como si estuviera
[molesta.
¡Largo de aquí, sombra!
Versión del inglés de Luis Eduardo García