Descomposión

Javier Rizzofernández

(Oaxaca, 1979). Su publicación más reciente es la novela corta Volver a casa (La Zonámbula, 2020).

1.

La mujer dobla en la esquina y camina sobre la avenida Chapultepec. Se detiene en el Starbucks. Sube cuatro escalones y de inmediato reconoce al hombre que la espera: es rubio y delgado. Sostiene una taza de café y está sentado en la mesa del rincón.

Ella, siendo alegre y extrovertida, levanta la mano y la agita para llamar la atención del hombre. Gracias al destino, carece de heridas en su espíritu y vive con total tranquilidad.

Al verla, el hombre le devuelve el saludo. Ella zigzaguea entre las mesas. Le gusta mirarlo: por la forma como viste, por los movimientos de sus hombros y manos a la hora de llevarse el celular a la oreja. Lo ve levantarse y es recibida con un cálido beso. Ella le responde:

—Perdóname, sé que es importante nuestra cita, pero voy al baño
y regreso.

Tira de la palanca del excusado, se mira en el espejo para acomodarse el fleco, abre la puerta y sale de nuevo. Repite el zigzagueo entre las mesas, pero esta vez enfrenta un hecho inesperado, cuando descubre que el hombre se ha ido del lugar, también se ha llevado su café y ha dejado una nota que tiembla entre las furiosas manos de la mujer.

2.

La mujer dobla en la esquina y camina sobre la avenida Chapultepec. Se detiene en el Starbucks. Sube cuatro escalones y reconoce rápidamente al hombre que la espera: es rubio y delgado. Está sentado en la mesa del final con una taza de café.

Ella se muestra desconfiada antes de levantar la mano y saludarlo. Le ha sido difícil confiar en nuevas citas por internet.

Al verla, el hombre la saluda llamándola por su nombre. Ella zigzaguea entre las mesas. Le extraña que él rápidamente responda el celular y enseguida cuelgue. Mientras avanza insegura, considera la opción de inventar un pretexto, darse la vuelta y salir de la cafetería. Está sorprendida de que el hombre no se parezca en nada al de su fotografía de perfil. Al llegar a la mesa es recibida con un beso. Rápidamente le dice:

—Debo ir al baño. Dame un minuto y vuelvo.

Tira de la palanca, se mira en el espejo, exclama un par de insultos a su reflejo y abre la puerta para salir. Repite el zigzag entre las mesas, pero esta vez ante el inesperado hecho de que el hombre continúa ahí sentado, esperándola en aquella mesa, a la cual decide no acercarse. Sale de nuevo a la calle y toma el primer taxi que pasa.

3.

La mujer dobla en la esquina y camina sobre la avenida Chapultepec. Se detiene en el Starbucks. Sube cuatro escalones y reconoce rápidamente al hombre que la espera. Es un rubio y delgado treintón sentado en la mesa del final, sosteniendo una taza de café.

Para ella, la edad no es una limitación, tratándose de amor.

El hombre levanta su taza cuando ambos cruzan las miradas. La mujer avanza en zigzag entre las mesas. Observa que él se ha llevado el celular a la oreja. Espera que le dé menos importancia al aparato una vez que estén frente a frente. Dicha idea cambia cuando ella llega a la mesa y es recibida con un beso de tono casual, sin interrumpir esa llamada que se alarga.

Indignada le murmura:

—Veo que estás ocupado. Aprovecharé para entrar al baño.

Tira de la palanca. Se retoca las cejas y labios frente al espejo; detecta una arruga nueva en la comisura derecha. Abre la puerta y sale. Pasa insegura entre las mesas. Sorprendida, encuentra al hombre que, como una recurrente costumbre, cruza unas cuantas palabras y sonrisas con una muchacha en sus veintes. La mujer se detiene y desvía sus pasos hacia la puerta de salida. Avanza al estacionamiento, sube a su coche, lo enciende y se aleja del lugar.

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