a (western) girl named Vertigo / Miguel Gaona

convirtieron monturas en

pistas de skateboarding,

en puentes cuyas sombras

son la dermis del asfalto:

 

no dicen los libros

que entre las piernas de una reina

hasta el esclavo es rey: catedral de la estadística y la geografía:

: nadie tampoco levantó una estatua ecuestre

 

(en el fondo: minerva, patrona de los

glorietistas,

nos advertía de la invasión abducción)

 

la acrobacia, escasa, de la gloria sin glorieta

nos devuelve a nuestros puentes:

ya no se mojarán ni botas ni monturas

 

de abajo a arriba: autos, puente, autos, puente y peatones

(dieciocho metros de estructuras que no,

salvo por el fluir): drenajes varios

 

así los rieles

así las vísceras

así la sangre de los cuerpos que se empalman

ya sea vivos ya sea muertos

entre la cinta plástica amarilla

 

convirtieron las sillas de montar

en herméticos asientos de juegos mecánicos:

la esdrújula del vértigo,

caer desde la tilde:

barrera del sonido antepenúltimo

 

pero volvimos al lenguaje

y sus placitas para platicar,

a su glorieta y su estatua desmontable

–ecuestre salvo por el caballo–

 

mejor vayamos al vértigo de un cuerpo,

sus suaves curvas de costilla a pubis

encontrándose;

al infinito landing del rizo por la espalda,

caída recurrente, loop

de keratina;

al himen tintineante o laminilla

armónica (película quemándose

en cinema paradiso)

 

no dicen los hombres

que entre las piernas de una reina

hasta el esclavo es rey: y quizá los caballeros carecen de memoria,

pero la estatua ecuestre es eufemismo, happening

de antinatura

 

convirtieron las sillas de montar en

condones lubricados, en reclinables eléctricos,

en pistas karaoke de música

bailable

Comparte este texto: