(Zapopan, 1975). Su libro más reciente es Salida de emergencia (Mano Santa Editores, 2020).
Comensales
En la actualidad se conocen cerca de 1,700 especies de pepino de mar
—también llamado holoturia u holoturoideo, del griego ολοθυριων—
dispersas en el fondo marino de todos los océanos.
Su semejanza con la hortaliza le da este rimbombante
nombre, aunque no sería raro confundirlo con una babosa.
Puede caber en la palma de la mano, o medir
hasta 20 o 25 centímetros de longitud.
De textura gelatinosa, se le encuentra en color
marrón, verde oliva o negro, según le convenga
adaptarse al ambiente para sobrevivir.
Cambia de forma en respuesta a la presión
del agua y sobresale por su gran capacidad
de contraer o expandir su cuerpo a voluntad
ante la amenaza de habituales depredadores.
El pez perla (Carapus bermudensis) gusta de hallar
refugio en su ano, donde se introduce como un supositorio
para protegerse de la intemperie marina.
Llega a tanto la simbiosis, que el pez perla
ocasionalmente se reproduce en el recto
del pepino de mar, se alimenta
de sus tejidos respiratorios
y hasta forma un nido a donde regresar
cuando la fortuna del lecho marino
no le hace buen placer.
Se entiende que la amistad
es vista de distinta manera
por una y otra especie a cuya relación
llaman algunos biólogos comensalismo,
es decir, la de aquellos que comparten su comida
en la misma mesa.
Gusano barrenador
Una rama seca en un árbol de aguacate
sin motivo aparente puede ser la evidencia
más plausible de un ataque de gusano barrenador.
Se conoce por devorar ganado, pero una especie
en particular guarda preferencia por la madera tierna.
Los aguacates son vulnerables
en el otoño y el invierno
si la tierra donde se asientan
no ha sido debidamente abonada.
Las desgracias, por regla general, ya no botánica,
sino humana, hallan su razón de ser
en los más débiles. Álamos, sauces, olmos y cítricos
son otras especies devoradas por el insecto,
que suele transmitir su herencia
al depositar huevecillos en los agujeros
que escarba en la madera: esta práctica
le ha ganado merecidamente el adjetivo.
Perdimos algunos mandarinos
naranjos y uno de los dos aguacates
que daban sombra en el huerto.
El remedio recomendado es bañar
las hojas y tallos de los sobrevivientes
—una vez curadas las raíces—
con jabón potásico y extracto de aceite de neem,
así como con un fungicida llamado cola de caballo.