Gansos
A mi maestro de matemáticas, Epstein,
le gustaba que yo pasara al pizarrón.
Decía que mi cabeza sólo servía para llevar sombrero
y que un pájaro con un cerebro como el mío
volaría al revés.
Me mandaba a cuidar gansos.
Hoy, a años de distancia de su sentencia,
cuando me siento bajo la palmera
con mis tres preciosos gansos,
pienso que mi maestro de matemáticas era visionario.
Tenía razón,
porque nada me hace más feliz
que mirarlos
abalanzarse sobre las migas de pan,
sus alegres colas meneándose,
o congeladas por un momento
bajo las gotas de agua
cuando los rocío
con una manguera,
sus cabezas erguidas,
sus cuerpos estirados
como si recordaran lagos lejanos.
Mi maestro de matemáticas ya murió,
junto con los problemas de matemáticas
que nunca pude resolver.
Me gustan los sombreros
y todas las tardes
cuando los pájaros regresan a los árboles
busco al que vuela al revés.
Lunes
¿Y qué hubo?
El dulce perfume del jazmín,
el pintado sol naranja
descubierto de pronto
al cortar a la mitad el pérsimo
bajo el primer torrente de luz.
El azul matinal
de las flores de achicoria,
el prado entero,
un racimo de caracoles
en la punta del tallo de una cebolla albarrana
y también hubo la palabra «motacilla».
¿Qué más hubo?
El réquiem de las cigarras,
ovejas color de rosa en el cielo declinante,
y los suaves, muchos besos
en la oreja del gato
y eso es todo, creo
que eso es lo que hubo
hoy.
Mártir Mujer
La tarde se queda ciega, y sólo tienes veinte años.
Natan Alterman
Sólo tienes veinte años
y tu primer embarazo es una bomba.
Bajo tu amplia falda estás embarazada de dinamita
y trizas de metal. Así es como entras al mercado,
haciendo tictac entre la gente, tú, Andaleeb Takatka.
Alguien aflojó los tornillos en tu cabeza
y te lanzó hacia la ciudad;
aunque vienes de Belén,
la Casa del Pan, escogiste una panadería.
Y ahí jalaste la escoleta fuera de ti misma,
y junto con el pan trenzado del Sabbat,
semillas de sésamo y amapola,
tú misma te volaste hacia el cielo.
Junto con Rebecca Fink volaste
con Yelena Konre’ev del Cáucaso
y Nissim Cohen de Afganistán
y Suhila Houshy de Irán
y dos chinos que te llevaste hacia
la muerte.
Desde entonces, otros asuntos
han ocultado tu historia,
acerca de la cual hablo siempre
sin tener nada que decir.
Versiones de Víctor Ortiz Partida,
a partir de las versiones del hebreo
al inglés de Lisa Katz