La belleza es flexible y larga.
Dura muy poco en su plenitud, pero semeja eterna.
La belleza se parece, hoy, a la juventud y a la imagen.
Fungibles ambas y ambas con vocación sin tiempo:
Fugacidades eternas.
Quizá por ello, los muchachos presentes
(los más hermosos y caedizos en un tiempo enfermo)
se encierran en su pequeña habitación zorruna,
con olor de pantera y de algarrobo verde
y delante de la cámara privada se filman con deleite desnudos.
Son todos delgados y altos,
algunos con ojos de esmeralda,
otros con crespas vellosidades púbicas,
como entramado de marfil y violetas…
Los miembros largos se lucen y agitan
ante el vacío (lleno).
Y de los cuerpos largos, delicados, y los miembros pimpantes
brota, al fin, raudal de sangre blanca,
perdido amor, afán de vida, selva, tres torrentes de
[fuego…
Es delicioso verlo dilapidarse para nada.
Contra el puritano ardor de padres y maestros,
estas salvajes bellezas de sueño
son ahora mismo (en la cámara) más libres que nunca.
Absolutos narcisos con el sexo enhiesto,
flor y fetiche,
lujuria y éxtasis, pulsión y rebeldía pura.
¿Belleza perdida o belleza ganada?
La belleza los hace y los deshace (como siempre)
y el tiempo bendice tanta libido inútil
ofrendada a Apolo Cameraman en un jardín
de viejos y de sabios, de pobres y de ancianas
sin futuro. Como ellos.
Pero no lo saben y seguirán sin saberlo
aunque con mil falsos clarines lo proclames.
Pura belleza, útil e inútil
como la vida misma.
¡Honor a los largos cuerpos de fragancia y sexo!
¡Loor, porque es sucio, resplandeciente y bello!