Vellocinos

Carlos López Degregori

(Lima, 1952). Su último libro es A mano umbría (Animal de Invierno, 2019).

1

Estás cortando Cebollas y pruebas el filo del cuchillo en tu muñeca izquierda. No es la seducción de la muerte enmascarada. Sólo quieres celebrar el émbolo de tu respiración que no se detiene, la luz del día acompañada de trozos y rodajas moradas.

Dicen que al morir hay un desprendimiento y puedes observar el árbol caído de tu cuerpo. Después una succión, un túnel de luz y la procesión de tu vida como una larga hilera de mulas que atraviesa la tierra. Máquinas sufrientes que soportan la carga de tus Cebollas. Ninguna puede faltar. O son carneros alados que hacen sonar sus campanas para seguirse en la niebla.

2

¿A dónde se dirigen las mulas? Vellucín. Te voy a llamar con ese nombre. Es adecuado para un pequeño cocinero, un burdégano escribiente, un carbonero, una oveja alada que nunca se descarrió. Eres lo que no quisiste ser en los años setenta, en los ochenta, en los noventa. Eres el que corta cebollas y se adelgaza en cada capa hasta volverse invisible. Argonauta que no te embarcaste a la Cólquide. Vellucín: Vello de burda belleza: Tu hermosura es impropia, incongruente. Figura sin oro, sin la oportunidad de sembrar dientes de dragón. Sólo el esfuerzo de una mula cautiva que se mueve aguijoneada por hexámetros. El aleteo de un carnero viejo. La redondez de una Cebolla regada con saliva y sudor, con una lágrima que cae por descuido en el filo del cuchillo.

3

Asnos y Yeguas procrean Mulas. Asnas y Caballos, Burdéganos. Onagros y Yeguas, airosos seres nómadas. Cebra y Asno abortan siluetas de astracán, Cebrasnos de barrotes errantes. Carneros y Ovejas engendran Corderos, Estiércol, Orines curativos, Vejigas. Vellocinos y Vellucines llenan la tierra de versos indignos, Jasones, geometrías estelares para desorientar a los marinos, amantes infértiles que cortan Cebollas y prueban la credulidad de sus muñecas.

4

Mejor olvido las cebollas y corto Jasones en finas láminas. Ingreso a la cocina de Emily Dickinson y espío su cuaderno:

El primer acto es descubrir

El segundo, la pérdida

El tercero, la Expedición en busca

Del Vellocino de Oro

El cuarto, no hay Descubrimiento —

El quinto, no hay tripulación —

Finalmente, no hay Vellocino de Oro —

Jasón — un simulacro

Insisto en no ser, Vellucín, en escarmenar un turbio Vellocino. Más que un poema, acabo de leer una receta para la invisibilidad.

5

Una fila de Vellocinos atraviesa la tierra. La constelación de Aries los orienta. Vuelan llenos de servidumbres corporales, temporales: bulbos que golpean como cráneos en las planicies transparentes. Tu piel cae en rodajas moradas. La lámina de acero contra la muñeca es una sonrisa, la prolongación de una Cebolla teatral, la muerte elegida que marcha deprisa o se detiene. Nada de lo que fui llegará a ustedes: apenas la risa, la insolencia victoriosa.

Un afilador sube por la calle y crece en sus notas sucesivas el arco de su silbato.

El cuchillo ya no puede cortar más Cebollas.

Deberías afilarlo.

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