Sobre el cine y el sueño de una sombra. Entrevista con Sebastián Hiriart /Antonio Riestra
El director, fotógrafo, guionista y actor Sebastián Hiriart, quien apenas rebasados los 30 años estrenó recientemente su segundo largometraje, Filosofía natural del amor (A tiro de piedra, el primero, participó en los festivales de San Sebastián 2009 y Toulouse 2010), avanza ya en el tercero, sobre un realizador que al trabajar en el making de su película termina siendo protagonista de la misma.
El actor
Es un puesto que parece mucho más fácil de lo que es. Mi siguiente película trata un poco de eso, de la relación que tienen los directores con los actores. Cuando improviso con actores que no son actores lo hago de tres maneras: una es la temática: de qué se habla en la escena, qué se tiene que comunicar; otra es el tono, las emociones con las cuales uno dice las cosas (puedes decir lo mismo enojado, triste, contento…); la otra es el tiempo, el ritmo: «esto tiene que ser muy rápido, esto tiene que ser muy lento». Y con actores que sí son actores trato de trabajar con gente en la que confío y más bien hacerme un poco para atrás y dejarlos hacer su chamba; doy pocas indicaciones, y, de vez en cuando, si así se requiere, pues vuelvo a esas tres maneras.
El tiempo del cine
La poesía y la música implican espacio y tiempo. Tienes que estar en un lugar escuchando poesía o leyendo poesía cierto tiempo; a diferencia de la pintura, por ejemplo, que es solamente espacial: estás ahí, la ves, y en ese momento te genera el sitio de otra manera. Entonces la rítmica es casi todo el meollo de la película, porque la película está en el ritmo, no sólo musical, sino en su propio ritmo.
La realidad de la película
Yo pienso, el día de hoy —porque no sé qué piense mañana—, que existe una realidad, pero que es imperceptible para todos nosotros, porque para poder ver la realidad habría que verla desde muchos puntos de vista: para ver la realidad de un mismo evento habría que percibir una totalidad del evento, y nosotros, efímeros y pequeños, no podemos percibir la realidad. Todo lo que percibimos son nuestros fragmentos de realidad. Y siento que en función de eso una película tampoco dice lo que yo soy, pero sí es un fragmento de lo que yo soy. Una obra literaria, al momento que tú la lees y la imaginas, existe. Al hacer una película —que es un alfiler, un punto, un pelito, un grano de arena de la realidad, y pertenece a ella— estás jugando con eso, con crear algo irreal que de alguna manera se convierte en algo real.
Unidad y pespunte
En esta última película no sé si lo logré. Tampoco traté de evitar que se viera el zurcido. No sé cómo lo viva el espectador, porque yo he visto la película miles de veces y la he examinado y ya no puedo verla de lejos. Creo que tiene muchos tonos, que es una especie de quilt, y pienso que eso la enriquece: hablar del amor es imposible, y a la vez muy fácil. Todos tenemos un punto de conexión con el amor… Pretender hacer una película sobre el amor de pareja es ambicioso, y es apropiado que varios tonos cinematográficos entren en este discurso, porque así como hay varios tonos cinematográficos hay varios puntos de vista sobre el tema.
Humildad, ambición
La ambición, cuando no es desmedida, es un motor que ayuda mucho a hacer las cosas. Uno tiene que tratar de ser menos ambicioso y más humilde, así uno puede llegar más lejos: hay que ser humildemente ambiciosos.
Sobre la obra
Una película, un libro, se quedan. Aunque en el gran esquema de las cosas es muy probable que también desaparezcan, como todo, como nosotros: por más que le tratemos de huir a la muerte, nos llega, pues todo, la humanidad entera, no es más que el sueño de una sombra. Homero puede que haya sobrevivido hasta ahora cientos de años, pero quién sabe si aguante diez mil más.
El muro
Mi abuelo materno —yo no lo conocí, pero me han platicado— decía que cuando a él se le aparecía un problema se le aparecía un muro enfrente y él lo tiraba con la cabeza. Y mi abuelo paterno, algún día que le contamos eso, dijo: «Pues qué tonto, yo le doy la vuelta al muro». Hay gente que le da la vuelta al muro. Yo soy de los que tiran el muro a cabezazos.
La palabra fin
Es de lo más difícil. No sólo en las películas, también en la vida. Saber terminar las cosas… Hay gente a quien le cuesta mucho trabajo eso. A mí, me cuesta.