Shakshuka y el terrible gato / Galia Oz

Uno

Nadie se la creyó cuando Effie decidió de repente hacerse la mejor amiga de Donna Silver, pero eso es exactamente lo que pasó. Y nadie le creyó a Adán cuando nos dijo que la guardia de seguridad de nuestra escuela fue hace tiempo una profesora brillante pero ahora era miembro de una pandilla de ladrones de joyas, y todavía no me la creo, bueno, ok, quizá un poco más. Y nadie hubiera creído que mi perro Shakshuka traería un gato a casa, un gato asqueroso que no quiere a nadie, pero así lo hizo y lo adoptamos. Cometimos un grave error con ese gato, pero mi mamá dice que con los gatos no puedes cambiar de opinión, y si nos tocó un diablillo de gato simplemente tenemos que cuidarlo y quererlo tal como es, aun si tiene un cubo de hielo en lugar de corazón, porque uno no escoge a la familia, la familia es algo que le toca a uno, y así son las cosas.

     Lo peor es que Effie se volvió amiga de Donna Silver. Cuando Donna Silver decide que alguien es su amigo, esa persona no tiene espacio para nadie más. A Donna Silver la rodea un círculo invisible y quien no pertenece no puede entrar, aun cuando la persona esté parada al lado de ella o se siente justamente al lado de ella en clase. Y los que pertenecen a su círculo invisible siempre están dentro de él, aun cuando se encuentren al otro extremo del edificio, y así fue desde el primer minuto, desde que se mudó y empezó a venir a nuestra escuela. No puede correr rápido como Effie, la tal Donna Silver, pero es la niña que todo mundo viene a ver cuando hace el salto de longitud, y el día que rompió el récord algunos de los niños de la otra clase empezaron a cantar:

    

     ¡Es Silver, es Silver!

     ¡Silver, la ganadora!

     Y es Donna,

     ¡Donna!

     ¡Es a Donna a quien queremos!

    

     Y así seguía la canción una y otra vez, y trajo a Effie justo a su lado, el lugar de las mejores niñas atletas, y durante el recreo caminan de la mano, y Donna siempre trae enormes frutas de su casa, duraznos del tamaño de una pelota de futbol, y come y habla bajito porque así es ella, todo lo que dice suena a susurro, y Effie la escucha como si no hubiera nadie ni nada más en el mundo entero, y ni siquiera pestañea, y cuando le pido que venga conmigo a casa a comer espagueti rojo después de la escuela, nunca puede venir porque está llevando a Donna a su casa, pero eso no le parece suficiente a Donna, y a veces pone a cinco o seis niñas tan juntas que sus cabezas se tocan y ella se queda en el medio murmurando algo, que nunca alcanzo a escuchar, y las niñas se apiñan para quedar más cerca, y entonces, cuando se harta de eso, de repente las empuja para abrirse un espacio y poder irse. Primero empuja con rudeza el hombro de una de las niñas, diciendo que le falta aire mientras la empuja a un lado igual que empujas una silla que te estorba, pero como si todo fuera una broma, y entonces todas las demás niñas se apartan solas.

     Una vez traté de hablar con Effie. «¿Qué quiere Donna Silver contigo?», le pregunté. «No haces ruido, casi no hablas. Estás en Babia. Y ella es una reina…».

     Effie dijo: «También soy una reina. Soy la corredora más rápida de toda la escuela».

     «Ella es mejor en el salto de longitud», le dije.

     «Pero soy más fuerte que ella», dijo Effie.

     «Exactamente», le dije. «Ella te quiere porque eres el mejor juguete que hay, el más fuerte».

     «Ya es suficiente, Julie», dijo Effie, y sus ojos se veían como cuando corre como el viento, ojos que dicen: «Puedes hacer lo que quieras, pero no me puedes detener».

     «Soy su amiga. Qué mala eres», me dijo.

     Josh dice que estoy exagerando, que se le va a pasar; Donna se va a cansar de Effie y va a buscar a otra niña para usarla como juguete. «Y de cualquier manera, ¿qué te esperas?», me dice. «¿Crees que debe juntarse contigo simplemente porque es tu prima? Ni siquiera le haces caso la mayor parte del tiempo, ella es como Shakshuka para ti, pero ahora, de repente, simplemente porque se está juntando con Donna, se te empiezan a zafar los tornillos». Así es Josh, siempre dice las peores cosas, pero sigue siendo mi amigo y no hay nada que yo pueda hacer.

     Le dije que no sabe de qué habla, que no puedes comparar a un perro con una prima. Es cierto que los dos corren muy rápido y no hablan mucho, pero aparte de eso no se parecen en nada.

     Josh piensa que estoy celosa. Pero ¿por qué debería estarlo? ¿Debería estar celosa de las fresas increíblemente rojas que Donna Silver come durante el recreo, cada fresa como un corazón gordo y sonriente? Las fresas son solamente fruta. No, lo que realmente pasa es que me preocupa Effie, porque Donna Silver puede ser muy cruel, y una vez dijo que las piernas de Effie podrían correr rápido pero en cambio su cabeza corre lentamente, sólo que nadie se acuerda de eso más que yo.

     Ni siquiera Effie se acuerda. Hoy pasó a mi lado al bajar las escaleras y además de un rápido hola no nos dijimos nada, simplemente nos vimos y rápidamente miramos hacia el otro lado. Josh no entiende nada si cree que Shakshuka y Effie son la misma cosa. Shakshuka nunca pasaría a mi lado como si no me conociera.

     Salí al patio y miré hacia abajo para no tener que ver a nadie y traté de mirar solamente dónde ponía los pies, pero no pude evitarlo y miré hacia arriba una vez, y desde luego ahí estaba Danny, caminando hacia mí. Danny era antes uno de esos niños que golpean a los demás niños todo el tiempo, pero ya cambió porque nuestra directora, Azul Amanecer, lo ganó por cansancio con todas sus pláticas en contra de la violencia. Ahora la directora está metida en otro tema y siempre está hablando de cómo se debe respetar el espacio personal, lo que significa que no puedes empujar o amontonarte o abrazarte sin permiso, y de seguro no puedes pegarle a nadie.

     Así que Danny casi ya no golpea, pero tiene que causar problemas de alguna manera, así que tira cosas de mi escritorio, y una vez puso una catarina en mi estuche de lápices, y ahora, cuando me vio, estiró la pierna en el aire como si estuviera a punto de patear una pelota de futbol y logró pisarme el pie porque para él no existe tal cosa como el espacio personal. Y después me dijo: «Ups, lo siento, fue un accidente».

     «Eres un latoso», le dije.

     Danny preguntó: «¿Qué te pasó en las manos?».

     «Mi gato me arañó», dije, y en eso volteé las manos para mostrarle todos los arañazos.

     «Tienes un gato agresivo», dijo Danny. «¿Para qué quieres un gato así?».

     Le expliqué que mi madre piensa que si tenemos un gato malvado es porque nos lo merecemos. Danny escuchó mi explicación y entonces me pisó de nuevo el pie, fingiendo que había sido otro accidente. «Ya basta, me duele», dije. «Tú eres el que merece tener semejante gato. ¿Quizá lo quieras?».

     Danny no respondió. Vio a sus amigos en la distancia y ése fue el final de la conversación. Mientras se alejaba le grité: «Ese gato iría perfectamente contigo. Tiene la cabeza tan hueca como una pelota de futbol».

     Y justamente en ese momento vi a Adán, parado con algunos muchachos cerca del bebedero, diciéndoles que la guardia de seguridad de la entrada de nuestra escuela fue una vez una profesora genio hasta que se dio cuenta de que tenía poderes especiales y renunció a todo por venir aquí. Adán siempre está contando historias locas, nunca se cansa de eso, y sus historias sí que ayudan a pasar el rato y siempre hay niños que quieren escucharlas, aunque tartamudee.

     Traté de visualizar a la guardia de seguridad que se sienta en el cancel de la entrada de la escuela masticando chicle y jugueteando con un gran manojo de llaves, y pensé: «No parece para nada una profesora», pero Adán dijo que era cierto ciento por ciento, que ella había sido antes una gran profesora y que mucha gente decía que era la mujer más inteligente del país, pero entonces descubrió que podía ver a través de las paredes, y al principio esto la volvió completamente loca porque caminaba por la calle y sin proponérselo podía ver a la gente dentro de sus casas y para no espiarlos trataba de cerrar los ojos pero aun con los ojos cerrados podía ver todo, y al final se dio cuenta de que podía ser verdaderamente rica y se unió a una banda de ladrones y se dividieron el trabajo —ella veía a través de las paredes de las casas los lugares donde los diamantes y el oro estaban escondidos, y los ladrones entraban durante la noche y se los llevaban, y después se dividían lo que habían robado y ahora es en verdad una mujer rica, pero trabaja como guardia de seguridad para que nadie sospeche de ella.

     «¿Así que, de todas las cosas, escogió trabajar como guardia?», dijo Josh, con sorpresa.

     «Así es como se r-r-relaja», explicó Adán. «El ruido que hacen los niños la r-relaja».

     Josh dijo que no creía una sola palabra y yo me sentía igual pero de todos modos fui a verla desde donde ella no me pudiera ver. Adán generalmente habla de cosas que pasan muy lejos, cosas que no puedes ver, pero esta vez podíamos ver a la guardia de seguridad con nuestros propios ojos.

     «¿Crees tú que parece la mujer más inteligente del país?», le pregunté.

     «Si Adán lo dice debe ser cierto», dijo Josh, pero de todos modos decidimos que mañana nos levantaríamos temprano en la mañana y echaríamos un vistazo cerca del cancel para ver lo que estaba haciendo la guardia de seguridad. No sabíamos exactamente qué buscábamos y Josh dijo que de seguro no escondería el oro y los diamantes en su pequeña caseta de madera junto al cancel y que parece una caja, pero resolvimos que le echaríamos un vistazo de todos modos, pues ¿qué podíamos perder?

     Dos

     Cuando llegué a casa di toda una vuelta para no tener que caminar frente al gato y le di a Shakshuka un abrazo. Tengo que admitir, el gato es verdaderamente hermoso y a veces ve todo a través de sus ojos entrecerrados y parece perfectamente feliz, como si nunca hubiera visto algo tan hermoso en toda su vida y como si no hubiera nada más bonito que los botes de basura de nuestro jardín, la maleza que llega a la altura de la cintura, la barda con la pintura descarapelada, y cuando está de ese humor hasta puedes acariciarlo y ronronea pero después de un rato empieza a rasguñarte sin razón alguna, y quizá por eso todavía no le hemos encontrado un nombre, porque para ponerle un nombre a alguien tienes que pasar tiempo con él y siempre nos escapamos de ese gato antes de que eso pueda pasar.

     A veces Mateo no puede evitarlo y lo toca y al gato poco le importa que sea un bebé y lo araña también. Marco lo ve desde lejos e inmediatamente gatea lo más rápido posible para salirse de su camino y cuando lo hace parece un pequeño animal huyendo de un animal grande y fuerte. Y a veces, cuando el gato pasa frente a él, Marco se vuelve una piedra y mira al gato sin mover los ojos, convencido de que el gato es un tigre y de que él, Marco, es un pequeño niño en la jungla, o quizá sea su cuerpo de bebé el que entiende que es mejor no moverse y entonces el tigre no lo va a lastimar porque va a pensar que es un árbol o una roca.

     Mateo y Marco son mis hermanos mellizos y a veces los llamo Munchkins para referirme a los dos. Mamá dice que desde pequeños los niños necesitan entender que el mundo no es un lugar perfecto, y que no todas las cosas en la vida son justas y por esa razón la gente decide tener gatos como mascotas. Y papá se ríe. Papá es el tipo de persona que aguanta todo. Es el único que se atreve a cargar al gato y no le importan los rasguños, y fue él quien le compró un collar rojo al que le puso la palabra «Gato» junto con nuestro número de teléfono para que si una vez se pierde y alguien se lo encuentra sepa qué tipo de animal ha encontrado.

     Shakshuka también le tiene paciencia al gato. Parece que se le pegó un día en el jardín y la siguió a casa, y cuando abrimos la puerta ladró como para decirnos que lo cuidáramos porque era un gatito, pero también le ladró al gato para que no la molestara demasiado, porque no era su mamá. Al principio se enojaba con él cada vez que saltaba en la mesa o en los pretiles de la cocina, y así es como supo que no se le permite hacer eso, pero ahora juegan juntos como mejores amigos y cuando los ves es difícil saber si ella adoptó al gato o el gato a ella.

     Así son las cosas. Todo mundo excepto yo parece saber cómo tomar las cosas con calma. Me senté en el piso abajo de la mesa para estar con Shakshuka, y le dije que probablemente es la mejor perra del mundo por haber adoptado a un gato tan malévolo, no podría ser tan bueno como ella, no soy tan bueno para sentir lástima por los demás, y, si me lo preguntaras, te diría que ese gato debería ser liquidado, devuelto a no sé dónde, pero no hay lugar adónde devolverlo y de cualquier manera nadie me lo ha preguntado.

     En la mañana, Josh y yo llegamos a la escuela temprano y vimos que una tubería había explotado en medio del patio de los niños más pequeños y el agua fluía como un arroyo bajo los altos travesaños. Alguien que estaba parado junto a nosotros nos dijo que pronto los trabajadores vendrían a arreglarlo, pero entonces Josh me dio un codazo y dijo: «Mira», y miré y vi a la guardia de seguridad con una llave inglesa en la mano y las piernas empapadas hasta las rodillas, arreglando ella misma la tubería.

     «N-n-no me sorprende», dijo Adán, quien llegó justamente en ese minuto y saltó sobre el nuevo arroyo y ya sabía exactamente qué estaba pasando: «Nuestra guardia de seguridad tiene manos de oro. Con esas manos puede forzar la entrada de las casas. Quizá sea ella quien hizo que la tubería explotara desde un principio, vete tú a saber. Quizá todo sea parte de un plan. Quizá ella y los demás ladrones pasan por las tuberías subterráneas para entrar al edificio del banco, que está al final de la cuadra».

     «Espera un momento», dijo Josh. «Primero dijiste que ella solamente mira a través de las paredes para ver dónde está el oro y los otros ladrones van y se lo roban. Dijiste que ella misma no fuerza la entrada de las casas. Entonces, ¿cómo puede ser que repentinamente tenga manos de oro?».

     Adán dijo que era cierto, así era como se dividían el trabajo al principio hasta que ella descubrió que la estaban engañando —ella les enseñaba dónde estaba el oro y se iba después a su casa y ellos llevaban a cabo el robo y se quedaban con todo sin dejarle nada. Fue entonces cuando ella decidió entrar a robar junto con ellos, y como es tan brillante profesora se convirtió en la mejor ladrona.

     Durante el primer recreo, Donna Silver se nos puso enfrente. Al principio estaba parada sin decir nada, viendo a Adán sacar su sándwich del envoltorio de papel, y luego me preguntó que qué pasaba con este niño, así que Josh le dijo que Adán apenas comprende lo que pasa y que no habla bien y solamente puede murmurar, así que no se entiende bien lo que dice. Casi estallé en carcajadas pero hice que sonara como si tosiera, y Josh le explicó muy seriamente a Donna Silver que esta semana nos toca cuidar a Adán y que nos turnamos en nuestra clase porque siempre alguien tiene que vigilarlo porque si nadie lo cuida se la pasa chocando contra árboles y postes o empieza a llenarse los bolsillos de tierra y Adán hizo caras y miró hacia el cielo y fingió que estaba tratando de morderme el hombro y le di una pequeña cachetada como si estuviera enojada y terminamos por crear un muy buen espectáculo aun sin haberlo planeado y Donna Silver murmuró: «Ah, ya lo entiendo, es uno de esos niños raros», como si uno tuviera que sentir pena por los niños raros, y solamente después de que se alejó empezamos a reírnos. Ahí, finalmente pudimos vengarnos de ella por habernos robado a Effie.

     Después vimos venir a Azul Amanecer, la directora, así que nos escondimos detrás del invernadero que construyó la maestra que enseña temas sobre la naturaleza porque no estábamos de humor para escucharla darnos de nuevo explicaciones sobre el espacio personal de nuestros amigos y cómo se tiene que respetar y proteger, y le dije a Josh y a Adán que el problema con nuestro nuevo gato es que le gusta demasiado su espacio personal, y a veces se acuesta en medio del pasillo y no deja a nadie pasar y araña a quienes se atrevan a hacerlo.

     «¿Ves cómo todo mundo respeta el espacio personal de la directora?», preguntó Josh. «Adonde vaya, todo mundo desaparece».

     Pero no todo mundo desaparecía. De toda la gente, era la guardia de seguridad quien se quedaba parada, hablando con la directora. De repente, hubo un minuto de tranquilidad y pudimos escuchar a la directora decir: «¿A poco no son peligrosos? Se trepan y se meten en todo. Más vale que no entren en los salones». Y después de eso no pudimos escuchar nada.

     Pero fue más que suficiente para Adán y dijo que todo quedaba perfectamente claro: «Azul Amanecer quiere saber todo sobre la pandilla de ladrones y por eso se ha asociado con la guardia de seguridad».

     «¿Azul Amanecer es una ladrona de diamantes?», Josh se rió. «Ni por un pelo». Pero Adán explicó que a Azul Amanecer no podían interesarle menos las joyas, eso era obvio. Lo que pasa es que no quiere que haya ladrones peligrosos corriendo por la escuela. Lo único que quiere es que la guardia de seguridad mire a través de las paredes para que le diga qué está pasando en los salones cuando las puertas están cerradas, quién está poniendo atención y quién está causando problemas porque Azul Amanecer tiene que saberlo todo, así son las cosas, el mundo entero es su espacio personal.

     Durante el periodo de estudio con nuestra maestra, la señora Brown, me hice una pequeña trenza, como las que le gusta hacer a Effie, y traté de amarrármela con una liga azul, pero Danny me la robó, por lo que le tiré un borrador y entonces escondió el borrador y tuve que gritarle para que me lo devolviera. No hay tal cosa como espacio personal en este mundo, pensé. Alguien se lo acaba de inventar.

     Durante la siguiente hora de recreo vi a todas las niñas paradas en un círculo y a Donna Silver en el centro y vi cómo se hartó y las empujó de una en una como si estuviera bromeando, mientras jalaba a Effie tras de sí y se alejaban con los brazos entrelazados. Y luego la vi parada en medio del patio, con los brazos estirados y dando vueltas más rápido y más rápido, exactamente como Shakshuka solía hacer cuando era cachorra, pero sin los brazos. Shakshuka solía perseguir su propia cola, pero Donna Silver no tiene cola y solamente gira y gira hasta que se marea y entonces se echa a volar hacia un lado y no tiene miedo de caerse porque por supuesto alguien la va a sujetar, y esta vez Josh y Adán estaban parados ahí de casualidad y cayó justamente arriba de ellos, y yo estaba parada al lado y vi cómo Josh la estaba sosteniendo y cómo tenía una pequeña sonrisa en la cara y cómo Donna Silver se rió y dijo: «Guau, apenas puedo respirar. Aire. ¿Por qué no hay aire aquí?».

     Me trepé hasta la parte más alta de los travesaños del patio como a Effie le gusta hacerlo y me paré ahí y me comí una galleta y miré hacia abajo cómo caían las migajas sobre la arena y pensé: «Ay, no, qué tal si Azul Amanecer, la directora, me dice que tengo que bajarme ahorita mismo y que debo encontrar todas las migajas que se cayeron, ¿cómo voy a encontrar las migajas mezcladas con el polvo y la mugre, o las que el viento se llevó?».

     Más tarde Josh pasó frente a mí por el pasillo y me dijo: «¿Pues dónde has andado?». Y yo ni siquiera tuve ganas de voltearme y solamente me senté en la banca que está afuera del Salón de Maestros, como si me hubieran castigado, como los niños que se tienen que sentar ahí y esperar a tener una plática con la directora, y durante todo el recreo hice círculos con los pies en el piso. ¿Qué fue lo que la directora le dijo a la guardia de seguridad? Son peligrosos, trepan y llegan a todas partes. Un rayo de luz entró por la ventana y pegó en el piso exactamente donde estaban mis pies y entonces descubrí que si hacía círculos con los pies podía en verdad ver cómo el polvo sube por los rayos de sol, y así es como pasé todo el recreo y supe que si te sientas tranquilamente oyes muchas cosas, por ejemplo, escuché a Adán contarles a algunos chicos cómo los científicos lograron criar un gusano de seda en un laboratorio, y que si lo pones en un libro de la escuela se arrastrará por las páginas y borrará todas las partes aburridas, y Donna Silver dijo: «Si me das un gusano igual a ése, te voy a traer lo que quieras».

     Adán dijo: «¿L-l-lo que quiera?». Y Donna Silver dijo: «Lo que quieras».

     Adán dijo: «Tráeme el gusano de seda, eso es lo que quiero». Y Donna Silver no pudo dejar de reírse, aunque cuando se ríe suena como si estuviera susurrando. A esa niña casi no la puedes escuchar y sin embargo toda la escuela está llena de ella.

    

     Tres

     Camino a casa, Josh dijo: «Ya deja en paz a Effie. No tiene por qué estar pegada a ti». Yo dije: «Ya me acostumbré a que venga a casa a comer espagueti. Estoy acostumbrada a que sea Effie y de repente ya no es Effie».

     «No tiene por qué ser Effie solamente porque te hayas acostumbrado a eso», dijo Josh.

     «Ahora también eres amigo de Donna Silver», dije. «La vi dando vueltas y luego te cayó encima».

     «¿Qué quieres?», dijo Josh. «No tengo la culpa de que me haya caído encima».

     «¡Aire, aire!» dije. «Apenas puedo respirar, ¿por qué no hay aire aquí?».

     «No sabes hablar como ella», dijo Josh, quien empezó a susurrar: «Aire, muévanse a un lado, ¡necesito aire!».

     Y empezó a desplomarse como en un desmayo pero se detuvo antes de pegarse en la banqueta. Me reí, pero eso de nada sirvió. Josh ha entrado ya al círculo invisible de Donna Silver y hasta Adán lograba llegarle con sus historias. Que se queden todos con ella. Quién los necesita.

     En casa trataba de ser como papá, quien de alguna manera consigue ganarse al gato con caricias. Le di unas palmaditas y al principio estuvo bien pero entonces algo le molestó y me arañó y no me importó, seguí jugando con él y él me siguió arañando y también me mordió y al final me dolía demasiado y me acosté en el suelo y abracé a Shakshuka para que nadie viera que tenía lágrimas en los ojos y Shakshuka me lamió la mejilla y escondí mi cabeza en su pelaje, y Mateo vino y nos vio y empezó a aplaudir, le pareció chistosa la manera en que estábamos enredados y quizá estaba un poco preocupado por mí, y empezó a gritar «Cucú Julia», porque justo acaba de empezar a aprender a hablar y al final tuve que levantar la cabeza para decir «Cucú Mateíto», y entonces tuve que esconder la cabeza otra vez, y Mateo se carcajeó con ganas y así fue como terminé de llorar aun antes de haber empezado.

     Antes de ir a la cama, le pregunté a mamá si había algo en la vida que pudiera dolerle a uno para siempre, algo tan doloroso que nunca deja de doler. Un sentimiento de tristeza que nunca, nunca, te deja. Y mamá dijo que tendría que pensárselo porque era un tema de discusión muy serio. Y Mateo, que escuchaba todo con una expresión dulce y adormilada, dijo: «Quiero un ’sión».

     «¡Duérmete!», dijo mamá.

     Y Marco dijo: «Guácalas, no quiero un ’ión».

     Después de eso Mateo se las agenció para bajar la cortina y trató de cubrir a Marco porque a Marco le gustan las cobijas y Marco no quería acurrucarse bajo una cortina, porque una cortina no es una cobija, y le llevó a mamá como una hora volverla a colgar, y después tuvo que leerles ocho historias para dormir porque de otra manera Marco no se quedaría dormido y así terminó mi conversación con mamá antes de lograr entender qué es «un tema de discusión muy serio».

     En la mañana Danny me trajo un guante afelpado, en realidad un guante de cocina, para que pudiera acariciar al gato sin sufrir araños. No le quise preguntar de dónde lo había sacado o si se lo había traído a escondidas de su casa. Lo toqué y examiné por todos lados. «¿De qué te preocupas?», preguntó Danny. «No le puse un ratón. Pruébatelo».

     Lo volteé hacia abajo y lo sacudí y era cierto que no había ningún ratón adentro. Solamente una hormiga bien grande.

     «Eres tan tonto», le dije a Danny, «que deberías ganarte un premio». Pero caminé con el guante de horno puesto todo el día por todos lados y no me lo quité ni siquiera cuando Adán anunció que le recordaba a su tío que no puede aguantar el té verde chino.

     «Qué pena da escuchar eso, Adán», comenté.

     Pero cuando Adán empieza con una historia no hay quien lo pare, por lo que siguió hablando de cómo su tío odia con ganas el té verde más que cualquier otra cosa en el mundo, pero su tía piensa que es saludable y cada mañana le prepara una hirviente taza de té verde chino, y él, cuando la tía no lo ve, tira el té por la ventana y así todos los días hasta que una vez miraron afuera y descubrieron que ahí mismo crecía una extraña verdura china que nadie pudo reconocer y no hubo necesidad de cocinarla porque ya crecía precocida a causa del té humeante y cuando trataron de pelarla encontraron que estaba caliente por dentro como si en ese minuto acabara de salir del horno y la pusieron en el refri pero aun tres días después todavía estaba hirviendo.

     Josh se acercó mientras Adán estaba hablando y caminamos en círculos alrededor del bebedero y pasamos bajo los travesaños del patio de los niños pequeños y nos metimos en el lodo blando, y de repente me sentí feliz, quizá Donna Silver no vendría hoy a la escuela y todo volvería a ser igual que antes, y seguimos caminando y dimos una vuelta por el campo de futbol pero Danny no estaba ahí y de repente nos encontramos al lado de la caseta de madera de la guardia de seguridad que estaba sentada leyendo un libro y masticando chicle y jugando con su manojo de llaves, y Adán dijo que nos vigila a donde vayamos y que para nada le cuesta vernos justo a través de su libro.

     «¿Pero por qué le importa lo que hagamos?», pregunté.

     Escuchar una de las historias de Adán es como quedarse mirando fijamente las últimas migajas de un envoltorio de chocolate. Te gusten o no te gusten, simplemente te las tienes que tragar. Hay cosas que simplemente no puedes dejar inacabadas.

     Adán explicó que la guardia de seguridad revisa a todos los que se acercan a su caseta, porque ahí es donde esconde sus diamantes. Y algunos niños le dijeron a Adán que ayer, después de que todos se fueron a casa, la vieron arrastrando un gran saco fuera de la caseta y que oyeron ruidos extraños.

     Josh y yo dijimos que no tenía sentido esconder diamantes en un lugar así; cualquiera podría robárselos de ahí, sin ningún problema, pero Adán dijo que la guardia de seguridad es muy lista, sabe que ése es el lugar en donde a nadie se le ocurriría buscar.

     «¿Y qué con Azul Amanecer?», pregunté.

     «A-a-Azul Amanecer lo sabe todo», dijo Adán. «P-pero nunca la va a entregar. Eso es lo que se llama un crimen p-p-perfecto».

     «Eso es lo que se llama una perfecta tontería», dijo Josh, quien estaba tratando de molestar a Adán, pero mientras hablaba fijaba la mirada en la caseta, como si de verdad pudiera alcanzar a ver ahí los diamantes. Y quizá también yo miré hacia allá para cerciorarme si podía atisbarlos, aunque definitivamente no soy del tipo que pueda ver a través de paredes.

     Durante el recreo largo me salí al patio y vi a un gran grupo de niños parados en medio del patio, y en el centro del centro del centro del grupo estaba Adán, y estaba hablando con Donna Silver, quien estaba parada con Effie y tenían los brazos entrelazados.

     Donna se había olvidado completamente de que justamente ayer la engañamos con algo relacionado con Adán, y ella se olvidó que él es uno de esos niños raros por los que debes sentir pena y ahora ella cree que es el niño más mono de todo el grado, y Adán le dice que no es tan lindo, que hay niños mucho más lindos y por supuesto eso inmediatamente le recuerda una historia:

     «Prácticamente todos los niños son lindos cuando están en primer grado. Pero hace unos años el niño más divino que te puedas imaginar entró a primer grado en nuestra escuela, y en segundo y tercer año siguió estando igual de precioso. Era tan increíblemente lindo que cuando los niños lo veían llegar lo perseguían y besaban y durante el recreo no tenía nunca la oportunidad de jugar porque todo el mundo le saltaba encima para abrazarlo y se sentía tan miserable que el único día que esperaba con gusto era Halloween para poder ponerse un disfraz y que nadie lo reconociera, y el día de Halloween vino a la escuela con la máscara más horrible y espantosa que te puedas imaginar y caminó por todos lados con ella puesta y nadie sabía que era él y nadie lo abrazaba, y se sentía tan feliz y contento que incluso empezó a desear que la máscara de alguna manera se derritiera en su cara para que finalmente todos lo dejaran en paz, pero entonces hubo una competencia y su disfraz ganó el segundo lugar y le pidieron que se presentara ante todos en el escenario escolar, y la directora se inclinó para darle la mano y felicitarlo y por error le tiró la máscara, y de repente hubo un perfecto silencio y todo mundo le clavó la mirada, y se dio cuenta de que había funcionado —finalmente se había convertido en un niño feo y espantoso, y sonrió».

     «¿Y qué pasó entonces?», gritaron algunos de los niños, porque Adán había dejado de hablar.

     «¿Q-q-qué quieren?», preguntó Adán, con los ojos muy abiertos y cara de inocente.

     «Dinos de una vez. ¿Funcionó? ¿Se volvió igual de feo que su máscara?».

     Adán dijo que al principio, cuando vio la expresión en la cara de la gente que lo miraba fijamente, pensó que debía de verse absolutamente horrible porque todo mundo parecía tan en shock, pero entonces se dio cuenta de que todos estaban pasmados al ver lo tremendamente adorable que se veía, porque comparado con esa máscara se veía incluso más hermoso, fue un desastre, y ahora tiene treinta y siete años y la gente todavía lo persigue en las calles para besarlo en las mejillas y nunca se ha visto a un tipo más infeliz.

     Hubo un silencio. Se quedaron todos pensando en la monada que tenía treinta y siete años y que tenía que escaparse de la gente en la calle.

     Y entonces Donna Silver dijo: «No siento pena por él. Espero ser mona cuando envejezca».

     Y entonces miró a su alrededor para ver si alguien se pondría a discutir con ella. Josh dijo: «Olvídalo, ni aunque lo sueñes. Vas a ser una vieja fea», y se agachó y empezó a cojear como si tuviera un dolor de espalda. «Ay, tienes razón. Así seré», murmuró Donna Silver, y todo mundo se rió; Effie también, aunque a veces parece tan despistada que no nota las cosas graciosas, y fue solamente entonces cuando noté de repente qué tan lejos de todos los demás estaba la banca en la que me apoyaba, y qué lejos me encontraba, y de lado casi logré ver, como en una caricatura, ese círculo invisible que repentinamente se parecía más al castillo invisible de Donna Silver.

    

     Cuatro

     Y entonces empezó a oírse un ruido horrible y ya no pude escuchar de qué estaban hablando en el castillo invisible. La guardia de seguridad estaba trabajando con un taladro en su caseta, con la puerta cerrada. No necesitaba a Adán para adivinar qué estaba pasando ahí —me di cuenta de que estaba cavando un túnel que la conduciría directamente al café que estaba al otro lado de la calle, y una vez ahí taladraría un hoyo en la caja registradora y se llevaría todo el dinero y nadie se daría cuenta.

     Para qué los necesito, pensé. Esperaré hasta que todo mundo se vaya a casa y me esconderé en algún lugar hasta que la guardia de seguridad saque su costal lleno de diamantes, y de esa manera la atraparé yo sola. Con tal de que sus peligrosos amigos no decidan repentinamente venir a visitarla. Pero después de que sonara el último timbre, después de educación física, cuando corrí a mi salón para recoger mi mochila, algo pasó que me hizo olvidar todo sobre la guardia de seguridad. Effie estaba sentada sola en el escalón más alto. Cuando me vio me preguntó si podía venir a mi casa a comer espagueti porque los martes son siempre días de espagueti en mi casa.

     Dije: «¿Por qué quieres venir a casa así de repente? ¿Se le acabó el espagueti a Donna Silver?». Y aun mientras decía estas palabras sentí pena porque Effie se veía verdaderamente triste y cuando Effie está triste no llora pero eso es a veces aun peor y me alejé rápido para no verla así.

     Una vez, hace mucho tiempo, Effie vino a dormir a mi casa y estábamos jugando y perdimos la noción del tiempo y al final nos quedamos despiertas toda la noche. En un momento dado, mamá entró en el cuarto y nos dijo que nos durmiéramos inmediatamente, y le dijimos que lo haríamos pronto y después de eso papá vino y nos trajo té y galletas y comimos y hablamos y jugamos y de alguna manera se pasó la noche. Hubo un momento en el que nos dimos cuenta que ya era casi de día y que no importara lo que hiciéramos la noche se había acabado, se había ido, no había manera de que nos fuéramos a dormir esa noche, y qué haríamos con el terrible cansancio que sentíamos, los pájaros empezaron a trinar y no había manera de detener eso, y nos paramos frente a la ventana y vimos que la luz empezaba a empujar a la oscuridad exactamente como Donna Silver empuja a las niñas en la escuela, con amabilidad, pero sabes quién se va a mover, e incliné la cabeza sobre el hombro de Effie y tuve la sensación de que algo grande estaba sucediendo, algo duro y dulce, como si estuviera a punto de comprender cosas y de ser mayor. Pero al final simplemente nos quedamos dormidas en el sofá.

     Pensé: «Qué pena que no dejé a Effie venir a casa a comer espagueti rojo. Tenemos ese chocolate con nueces que es su favorito, y lo escondí muy en lo alto para que los Munchkins no lo encontraran. Le podría haber dado chocolate y podríamos habernos reconciliado». Arrastré un pie detrás del otro por el corredor y fingí que no me permitían levantar los pies del suelo y pensé en cómo todavía podía moverme de un lugar a otro, y traté de moverme como si alguien me estuviera jalando, como si cada una de mis rodillas pesara una tonelada, y me alegraba que nadie pudiera verme. El edificio estaba casi vacío. Los encargados de la limpieza no habían llegado todavía. Un niño corrió rápidamente a su clase, se le habría olvidado algo. Desde el patio pude escuchar los sonidos de los niños que se iban a casa. El corredor era largo e inacabable, y me asomé a los salones y vi cáscaras de naranja, botellas vacías, una camisa tirada sobre una silla y cada clase parecía un país diferente.

     Y de repente vi a Donna Silver. Se dirigió hacia mí por el pasillo, corriendo y bailando a la vez, lanzando sus largos brazos, uno hacia adelante y otro hacia atrás. Me quedé petrificada pero Donna Silver siguió bailando y se detuvo solamente después de haber caminado unos pasos más allá de mí.

     «Ya sé quién eres», dijo, casi susurrando. «Eres la prima de Effie. ¡Toma!», y me aventó una manzana inmensa, del tamaño de una toronja. Apenas la pude cachar. Era roja y olía delicioso, como chicle y hojas y tierra y lluvia, como si ese mismo minuto hubiera sido cogida del árbol.

     No tuve la oportunidad de darle las gracias. Donna Silver se fue flotando.

     Afuera, cerca del cancel, me acordé. Me paré y me arrodillé para subirme uno de los calcetines que se me había escurrido en el zapato y me asomé a la caseta justo bajo los pies de la guardia, quien estaba sentada leyendo el periódico y jugando con sus llaves, y pude ver que realmente había adentro un gran saco rojo y sabía que había visto antes ese saco en otro lugar, pero no podía recordar dónde. Si tan sólo pudiera ver a través de las paredes o por lo menos a través de los sacos, pensé, y me enderecé rápidamente porque tenía miedo de que la guardia de seguridad me viera y adivinara mis pensamientos de la misma manera que veía los diamantes. ¿Que debía hacer ahora? Esconderme y esperar, me imagino. Pero sentía que la cabeza me daba vueltas y las piernas me llevaron a casa.

     ¿Qué pasaría si fuera amiga de Donna Silver? Durante el recreo me pondría la mano sobre el hombro o se inclinaría sobre mí y me diría cosas chistosas y sentiría como si le perteneciera sin hacer absolutamente nada.

     «Hey, ¿qué te pasa?», dijo mamá tan pronto como entré por la puerta. Y antes de que me tocara la frente anunció que tenía fiebre y que lo notaba por el brillo de mis ojos. «Por favor, métete inmediatamente en la cama y en un minuto te llevo una taza de té con miel». Me acosté en la cama y Shakshuka vino para hacerme sentir mejor, y cuando mamá no estaba mirando la dejé treparse en la cobija y acostarse al lado de mis piernas, y dormí así por horas y horas; mamá dijo que por casi dos días seguidos, con unas pocas interrupciones, y no soñé nada, y no me importaron las cosas horribles que la guardia de seguridad estaría tramando mientras tanto, y una vez me desperté y jugué palitos chinos con papá hasta que el gato vino y los regó y ganó el juego, y otra vez abrí los ojos y me senté en la cama y no sabía si era de día o de noche o qué día era. Shakshuka estaba sentada en el suelo y me miró. «¿Qué pasó, Shakshuki?».

     Shakshuka movió la cola y lloriqueó un poco, como si quisiera decirme algo.

     «Te cuento», le dije, dándole una palmada, «que tú también serías amiga de Donna Silver, te lo prometo. Ella te susurraría algo gracioso al oído y tú correrías tras de ella en seguida. Nadie la puede resistir».

     Pero Shakshuka se enojó y dio un fuerte ladrido. Quería decir que no, que siempre me sería leal, porque así son las cosas con los perros. Y también me dijo que me levantara. Me levanté y la seguí, pero en el camino el gato vino y me bloqueó el paso, y me miró con sus ojos verde-amarillos, y movió de lado a lado la cola, que parece una serpiente nerviosa.

     Quería rodearlo, pero en el momento en que me moví dijo: «Miau».

     Y dije: «¿Qué? ¿De nuevo me sales con tu espacio personal?».

     «Miau».

     «Miau serás tú».

     Y fue solamente entonces que escuché a alguien tocar a la puerta. Di dos pasos hacia atrás y luego corrí hacia adelante y volé sobre el gato en un salto gigante y corrí a abrirle la puerta a Danny porque la señora Brown, nuestra maestra de aula, lo había enviado a traerme la tarea.

     «¿Te dijo a ti que vinieras?», le pregunté, sorprendido.

     «Primero se lo pidió a Effie, pero Effie dijo que no quería o no podía o algo así», dijo Danny.

     «Sí», dije. «Effie no tiene tiempo para mí».

     «No sé qué problema tienes con este gato», dijo Danny. «Es muy lindo».

     Y tenía razón. A ese gato malévolo de repente no le importó su espacio personal y se enredó en las piernas de Danny, pidiendo que lo acariciara, y Danny lo palmeó sin ningún guante de cocina y el gato ronroneó tan fuerte que sonaba casi igual que el taladro de la guardia de seguridad.

     «¡Ja!», me reí. «¡Sabía que los dos se llevarían bien!».

     «Sí, soy un idiota igual que él».

     «Dime, ¿qué se siente pegarle a alguien?».

     «¿Qué? ¿Tienes ganas de pelear?».

     «¿Qué es mejor?», proseguí, «¿Pegarle a alguien o tirarle algo?».

     «No lo sé», dijo Danny. «Empujar a alguien es también bueno a veces».

     «Bueno, pues», dije, «quizá no le pegue a nadie, pero a veces me harto tanto de ellos. Ya no son mis amigos, y, de cualquier manera, últimamente todos me parecen tan aburridos».

     Danny no dijo nada. No me preguntó de quién estaba hablando. Hasta Danny comprende cosas, a veces.

     Dije: «Estoy harta de todas esas camarillas».

     Danny dijo: «Entonces, ¿con quién te vas a juntar?».

     «De seguro, no con los bestias que juegan futbol», le dije.

     «No te dejaríamos tampoco», dijo Danny.

      «Claro que no. No soy tan tonta».

     «Pero tu gato sí que es un bobo», dijo Danny, porque me la tenía que regresar.

     «Pues sí, es cierto», le dije, para dejarlo ganar y me incliné y acaricié al gato malévolo pero retiré la mano superrápido porque con él nunca se sabe.

    

     Cinco

     «Vamos a suponer que jugamos a las competencias», le dije a mamá antes de la hora de dormir, mientras papá les estaba dando un baño a Mateo y a Marcos, «y gana la peor criatura de la casa. El peor portado, el peor en ayudar en la casa… el que causa más problemas, básicamente».

     «Estás presentando un tema de discusión muy serio», dijo mamá. «Eso no es algo fácil de decidir».

     «Es algo fácil de decidir».

     «Vamos a ver: Mateo destruye la casa, así que debe ser el ganador de la competencia. Por otro lado, quizá Marcos sea el ganador porque nunca come nada y le toma horas quedarse dormido. Causa muchos problemas. Y, en la primera cabeceada, Shakshuka empieza a ladrar y lo despierta. Shakshuka es la peor. ¡No! Tú eres el peor porque tienes el mayor número de hoyos en los calcetines», dijo mamá mientras me cogía los pies y me hacía cosquillas a través de los agujeros de los calcetines. Así es siempre mi mami. Bromea de todo.

     La peor criatura de la casa caminó por el pasillo, con la cola parada hacia arriba, parecida a la escalofriante punta de la aleta de un tiburón que se ve saliendo del agua.

     «Ya estás mejor», dijo mamá. «Mañana vas a la escuela».

     En la mañana decidí: «Ahora no voy a hablarle a nadie. Nada, ni una sola palabra».

     En el gimnasio cantaron:

    

     Silver

     Silver

     Fluyendo como un río.

    

     Y de nuevo:

    

     Silver

     Silver

     Silver es nuestra ganadora.

     Sí, es Donna, Donna

     Donna a quien queremos.

    

     Y así seguía y seguía y dio la casualidad que estaba parada al lado de Effie cuando Donna Silver rompió su propio récord en el salto de longitud.

     «Tu amiga es realmente buena», dije.

     Y me sorprendí hablando, después de todo.

     «Ya no es mi amiga», dijo Effie, y saltó en el aire y aplaudió al igual que lo estaban haciendo los demás niños.

     No dije nada. Recordé que el día antes de que me enfermara me encontré a Effie sentada en el escalón más alto, completamente sola, y que quería venir a mi casa a comer espagueti rojo y le dije que no.

     Le dije: «Ella es la que sale perdiendo, esa Donna Silver».

     Effie dijo: «Ella nunca pierde».

     «Te perdió a ti», dije.

     Donna Silver estaba abrazando a una niña pelirroja de la otra clase. Todo lo relacionado con ella está en el aire, pensé. No me sorprende que sea tan buena para el salto de longitud. «Y qué», dijo Effie, como si pudiera escuchar mis pensamientos, «yo también salgo perdiendo».

     Cuando caminamos a casa ese día nos olvidamos completamente de la guardia de seguridad, porque Adán se encontraba en la mitad de una historia que trataba de una fábrica cerca de su casa que recicla chicle, y quienquiera que lleve ahí chicle usado consigue uno nuevo, y una vez Adán se asomó en la parte de atrás y vio una olla inmensa que ocupaba la mitad del cuarto y una pequeña llama ardía debajo de la olla, y había un hombre parado que estaba mezclando todo los chicles para reciclarlos y hacer así nuevos y, según Adán, con los trocitos de los trocitos que quedaban hacían llantas. Así que la próxima vez que toquemos un pedazo de chicle, sabremos que otro ya lo masticó.

     Josh dijo que el reciclaje es definitivamente muy importante pero que de todos modos Adán debería dejar de reciclar sus historias, y le dije que en realidad con la historia me habían dado ganas de masticar chicle, y solamente Effie, quien en ese momento caminaba soñando despierta y no nos estaba escuchando, se detuvo de repente y dijo: «Mira».

     Nos volteamos y vimos. El patio estaba vacío. Todos se habían ido a casa. Casi.

     «Pero en silencio», dije y empecé a regresarme y ni siquiera me detuve para asegurarme de que me estaban siguiendo. En un minuto estábamos parados afuera del cancel, que estaba cerrado con candado y vimos un chorro de gatos en el patio. Aquí están, pensé. «Los peligrosos, los trepadores, los que se meten en todo, más les vale no meterse en los salones», y conté siete gatos, cada uno en un lugar diferente. La guardia de seguridad ponía pequeños montones de comida para todos por todo el patio para que no se pelearan. Eran negros y blancos, rayados, uno completamente blanco y otro hermoso de color naranja que era exactamente igual a la nueva amiga de Donna Silver. A un lado vi un costal rojo lleno de comida que era exactamente igual al que tenemos en casa y que mamá le compró al gato. Sabía que había visto esa bolsa en algún otro sitio.

     «Buen trabajo, Adán, hemos atrapado al criminal», dijo Josh. «Y aquí están los ladrones malvados almorzando». Adán no dijo nada, pero su cara parecía tan llena de felicidad como si alguien hubiera prendido una luz dentro de él, y si yo supiera ver dentro de las cabezas de los niños para ver sus pensamientos, como la guardia de seguridad puede ver a través de las paredes, quizá podría ver cómo inventaría la siguiente historia.

     «¿Qué quieres con Adán?», le dije a Josh. «Tenía razón. No será una ladrona de diamantes, pero de cualquier modo es la mujer más inteligente del mundo». Y todos observamos mientras la guardia de seguridad acariciaba al hermoso gato rojo anaranjado.

     Josh dijo: «Pensaba que no te gustaban los gatos desde que te encontraste a ese gato espantoso».

     «¿Qué? ¿Tienes un gato?», Effie de repente despertó a la realidad.

     «Tengo un tigre», dije, y le di un cabezazo a Effie en el hombro, pero no de a deveras, sino jugando. «¿Alguien quiere venir a mi casa a comer espagueti rojo?». Y supe que Effie vendría y no me importó más nada. Fuimos a mi casa Effie, Josh, Adán y yo, y les mostré a todos cómo podía usar el guante de cocina que Danny me había traído para darle palmaditas a nuestra criatura, a la cual todavía no le encontramos un nombre, que es verdaderamente malévola y tiene un corazón de hielo, no hay remedio, pero a veces ve el mundo con una expresión soñadora, como hechizada, como si no hubiera visto antes semejante belleza en toda su vida, y una vez me senté al lado de él y le expliqué que debería aprender de Shakshuka, a quien le importa un comino el espacio personal y a quien te le puedes acercar todo lo que quieras, y mamá me vio hablando con el gato y me preguntó si finalmente había hecho las paces con él y le dije que era un tema de discusión muy serio, y en verdad tengo que pensármela muy bien.

    

     Traducción de Verónica Grossi,

     a partir de la traducción del hebreo al inglés de

     Gilah Kahn-Hoffmann

 

 

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