Quisiera tener siempre el cabello lindo como esas monas del anime

Paola Llamas Dinero

Guadalajara, Jalisco, 1992. Su libro más reciente es «Yo no pedí nacer mujer pero gracias». (Osa Menor, 2021).

Es una cuestión meramente egoísta.

Me cepillo, me cepillo bien.

Cuando alguien me mira
el cabello en la calle
hago una pose discreta.

«Mira su cabello, mamá»
me señalan las niñas.
Me cepillo, me cepillo bien.

Haciendo un recuento en mi mente
no recuerdo la primera vez
que deseé algo
con tantas ganas
pero siempre
quise peinarme sola.

A los ocho
gel y cepillo
sobre mis hombros,
los brazos cansados.

Recuerdo
ir a la escuela con dignidad
y una coleta mal hecha.

Me cepillo, me cepillo bien.

Mi primer personaje favorito fue Bulma
cabello verde, independiente;
en orden de aparición
me enamoré del primer muchacho
detrás de un cristal pixelado
Trunks, su primogénito;
pensándolo mejor y ahora
no sé si fue por su cabello,
qué juicio tendría alguien
con una coleta mal hecha.

Me cepillo, me cepillo bien.

Qué raro funciona el recuerdo

o el corazón
o el autocuidado
que a veces son casi lo mismo.
Hacer memoria.

La hago mientras
me cepillo,
me cepillo muy bien.

La adolescencia,
pintar mi cabello morado;
a mi edad, era difícil elegir ese camino
pero Trunks valía la pena,
reportes escolares,
citatorio a los padres de familia.

Luego vino otro color y otro,
y así los monos en fila.

Las heroínas,
Sailor Moon en el orgullo,
¿cómo es posible?
¿Cómo es posible desear algo
que no es posible?

Me cepillo, me cepillo bien
incluso duele.

Déjalo crecer, crecer, crecer.
¿Cómo es posible
lo que no es posible?
Déjalo crecer, crecer.

Alguna vez pensé en pelucas, pero
las señoras de la cuadra insistían
qué bonito pelo tienes,
mis tías, las mamás de mis amigas;
qué sabrán esas señoras de Sailor Moon
qué sabrán de Ranma ½.

Déjalo crecer, crecer, crecer
crecer.

Como dejar crecer el deseo
de algo que no es posible
y hacerlo
posible,
aunque sea con tratamientos, orzuela 
y kilos y kilos de decolorante. 

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