Guadalajara, Jalisco, 1992. Su libro más reciente es «Yo no pedí nacer mujer pero gracias». (Osa Menor, 2021).
Es una cuestión meramente egoísta. Me cepillo, me cepillo bien. Cuando alguien me mira el cabello en la calle hago una pose discreta. «Mira su cabello, mamá» me señalan las niñas. Me cepillo, me cepillo bien. Haciendo un recuento en mi mente no recuerdo la primera vez que deseé algo con tantas ganas pero siempre quise peinarme sola. A los ocho gel y cepillo sobre mis hombros, los brazos cansados. Recuerdo ir a la escuela con dignidad y una coleta mal hecha. Me cepillo, me cepillo bien. Mi primer personaje favorito fue Bulma cabello verde, independiente; en orden de aparición me enamoré del primer muchacho detrás de un cristal pixelado Trunks, su primogénito; pensándolo mejor y ahora no sé si fue por su cabello, qué juicio tendría alguien con una coleta mal hecha. Me cepillo, me cepillo bien. Qué raro funciona el recuerdo o el corazón o el autocuidado que a veces son casi lo mismo. Hacer memoria. La hago mientras me cepillo, me cepillo muy bien. La adolescencia, pintar mi cabello morado; a mi edad, era difícil elegir ese camino pero Trunks valía la pena, reportes escolares, citatorio a los padres de familia. Luego vino otro color y otro, y así los monos en fila. Las heroínas, Sailor Moon en el orgullo, ¿cómo es posible? ¿Cómo es posible desear algo que no es posible? Me cepillo, me cepillo bien incluso duele. Déjalo crecer, crecer, crecer. ¿Cómo es posible lo que no es posible? Déjalo crecer, crecer. Alguna vez pensé en pelucas, pero las señoras de la cuadra insistían qué bonito pelo tienes, mis tías, las mamás de mis amigas; qué sabrán esas señoras de Sailor Moon qué sabrán de Ranma ½. Déjalo crecer, crecer, crecer crecer. Como dejar crecer el deseo de algo que no es posible y hacerlo posible, aunque sea con tratamientos, orzuela y kilos y kilos de decolorante.