(Guadalajara, 1972). Es periodista cultural en prensa y radio. En Radio Universidad de Guadalajara es conductora del programa Polifónica.
Marea roja Como un acto religioso, poso mis manos sobre su cabeza. Hundo mis dedos en el nido de sus cabellos. La mano avanza lento, la melena oscurecida por la sangre aún caliente no opone resistencia. Entonces se establece el contacto. El índice encuentra el venero. Ruido blanco La ciudad ajena es blanca. Esa que se construye en las noches a golpe de calmantes y tacitas de té. Blancos los portales, las pesadas puertas, las cortinas y sus transparencias. Clara es la luz que se refleja en las calles, ríos de piedras. Blancas las figuras que la habitan, seres de nieve con enormes globos oculares. Blanca es la lluvia de pastillas que cae sobre mi cabeza insomne. Un rumor, como un aliento animal avanza mientras camino aquella ciudad. Al umbral de mi oído llega el ruido blanco que crece mientras avanzo, todas las frecuencias aumentan hasta blanquearlo todo, borran volúmenes y formas, no hay una sombra, sólo el color de la ceguera. Ejército azul Rodeada por agua pienso en la frase mar adentro. En mis ojos sólo entra el color y en mi pecho la sal que respiro. Una tropa ondulante me cerca. Me veo ceñida por listones azules que degradan e intensifican sus tonos. Acordonada por completo, cedo con docilidad para que las fuerzas de aquel color siempre cambiante me hundan, me inunden. Los colores de la voz i ¿cuál fue el primer verso? ¿qué palabra provocó la idea? ¿cuál el adjetivo azul que destruyó el poema? ii Es el último número de una revista vieja. Es la última frase de un relato inconcluso. Es el pedazo de una página escrita en otra lengua. Es el fondo del negro ataúd de los libros no leídos. iii camino sobre pedazos de palabras, imagino, si pegadas a mis pies, esas piezas completan el nombre que busco pienso también en si quien va delante lleva en sus plantas la sílaba que a mí me falta a cada paso las palabras agudizan sus esquinas se me encajan filosas, su negra tinta oscurece el rojo de mi sangre con el que finalmente escribo lo que ya no podré leer. iv Vi lo que no imaginé posible: el canto de las aves. La mañana helada convirtió en dibujos de filigrana su aliento sonoro. Todo era gris hasta que esos efímeros trazos se dejaron pintar con los rayos solares. Desde mi cama hasta las aves hay pocos metros, algunas ramas secas y un enredo de cables. Mi alegría duró lo mismo que esos dibujos. Hoy descubrí el color que poseen las voces familiares. v Me vi caminar sobre el tablero, pequeña y temerosa avanzaba siguiendo las reglas. Desde arriba, alguien me miraba y definía la estrategia para mover las otras piezas. Yo repetía bajito la arenga que habría de recitar una vez rendida la pieza coronada. Nunca pasó, desmayada abrí la boca y lo que de ella brotó enrojeció el blanco y negro.