(Lima, 1988). Uno de sus libros más recientes es Matacaballos (Paracaídas, 2018).
El ruido de los animales en cautiverio El ruido de los animales en cautiverio no es el de las frases largas en los reencuentros ni las primeras citas con caminata y robándose helado mutuamente porque nos gustan más sabores de los que elegimos Tampoco es el silencio ni algo parecido a la contemplación Es más parecido al desconcierto de estar encerrado con alguien que no pensabas y disfrutarlo Es volverse a ensuciar al salir de la ducha quedarse dormido con olor en las manos despertar con alegría insensata y humedad sentir su mano de hombre alto ahora apretando tu cadera y con algo de frío por su respiración en tu nuca. El ruido de los animales en cautiverio no es el de las posiciones intrépidas con la técnica de las convivencias pasadas y ciertas películas Sino el de los cuerpos que se olvidan de lo aprendido de memoria porque saben encontrarse en la desorientación de la madrugada cuando nada más importa. A mi única persona en la cuarentena A mi única persona en la cuarentena quiero decirle que abandoné el ático pero no del todo la madriguera. Aún tengo la boca quemada por no esperar que enfríen los almuerzos de fin de semana que hacías con un delantal que te olvidabas de lavar Más concentrado en imitar los acentos de las canciones que en recitar las letras tomando sorbos grandes de cerveza de trigo apartando dos gatos que se interponían entre tus tijeras de pescado Y el desorden de las cafeteras de distinto tamaño siempre ocupando espacio. No nos desvivíamos por ordenar ni decorar ni limpiar preferíamos saborear la comida y el vino en la terraza destartalada pelear como si estuviésemos en un plano secuencia arrastrar nuestras palabras envenenadas por varias habitaciones reconciliarnos en una de ellas sin arreglar las cosas Era fácil perderse pensar que así era la pasión juzgar la tibieza y mediocridad de otras parejas con la inseguridad de todo acto de arrogancia y ensimismamiento. Hiciste del encierro algo habitable no me arrepiento de la insensatez ni de los excesos cometidos en 50 m2 no tengo amargura en la punta de la lengua sin enamorarme te quise no quería irme del todo sin decirte esto.