Niños

Ileana Garma-Estrella

Mérida, Yucatán, 1985. Su libro más reciente es «Cómo vivir sola después de los cuarenta». (Ficticia Editorial, 2023).

Sí, algunas personas sufren colapsos nerviosos, incluso fisiológicos, cuando hay situaciones muy tensas. Estos niños sufrieron un colapso, pero también los padres. Karen mantenía una fachada de calma cuando en realidad padecía depresión. Su vida se tambaleaba. Vino aquí buscando ayuda y cuando le pregunté si había platicado con su familia y le dije que lo mejor sería que todos se integraran a una terapia, dijo que eso no podía ser. Hablaba de que quizá fuera algo físico, que estaba preocupada y de mal humor porque tenía problemas intestinales. La canalicé con el gastroenterólogo y se le realizaron estudios de rutina. Todo salió bien, no había nada que me indicara que necesitara medicamentos, así que la dirigí con la psicóloga, pero creo que nunca asistió, ya no se presentó más.

Mauricio Vargas García, neurólogo

Hola, bueno, yo soy amiga de Karen, la conocí durante la carrera. De verdad que hizo un enorme esfuerzo para ser dentista y su familia también. Nuestra carrera exige mucha entrega, muchos gastos. Después de la graduación también es difícil, porque si no tienes una especialidad, va a ser complicado que alguien te contrate. Karen consiguió una beca para hacer la especialidad en odontopediatría. Quería todavía hacer una subespecialidad en cirugía oral y maxilofacial, según recuerdo, entonces conoció a Rubén, creo que un amigo de la especialidad se lo presentó. Nuestro grupo de amigas había planeado ir a la playa y ella me llamó, dijo que iría acompañada. Yo no sabía nada de él. A mí me pareció serio, tranquilo y la consentía mucho, así que a todas nos cayó muy bien, pero le dijimos que se lo tomara con calma, que lo conociera más. A los tres meses ya estaban planeando su boda. Unas semanas después de terminar la especialidad repartió las invitaciones. Fui una de sus damas, por supuesto. Recuerdo su decisión de no llevar niños a la fiesta; era algo que estaba escrito en las invitaciones, no era raro porque otras amigas habían hecho lo mismo. No creo que tuviera ningún problema con los niños, mucho menos siendo odontopediatra.

Monserrat Rivero, mejor amiga de Karen

Yo atendía a su hijo pequeño, Rubén, y era un problema constante. A todas las maestras y madres de familia nos llamaba la atención porque cuando llegaban con él, el niño no quería entrar a la escuela y eso es normal, muy normal, pero Rubén agredía a su madre. Le pegaba frente a madres y maestras y muchas veces, por lo menos cuatro o cinco, fue el mismo director el que tuvo que intervenir. A mí me daba pena. No sé, yo pienso que ella es de carácter débil. Es una mujer de complexión delgada y siempre venía bien arreglada, con su uniforme de dentista, impecable, y ahí estaban sus dos hijos, gritándole todo el tiempo. El niño en mi clase era imposible. Lo reportamos y también tuvo sanciones, expulsiones temporales, varias veces. Hubo un incidente grave, a mi parecer; las madres se quejaron porque había amenazado a un grupo de niñas con convertirse en fiera, con morderlas si no le daban lo que les pedía. Al final tuvimos que solicitar atención neurológica especializada.

Rosalía Castro Peniche, maestra

La vi un día antes de que sucediera, ella vino a mi casa. Hemos estado algo alejadas, a veces pasaban meses enteros antes de que nos viéramos. Yo siempre admiré a mi hermana, ella ha conseguido todo lo que se ha propuesto, siempre la vi como alguien fuerte, organizada y cuidadosa, segura de sí misma, sonriente. Vino a casa y estaba muy nerviosa, no era ella. Le serví una taza de café. Entonces me di cuenta de que sus manos temblaban, estaba pálida. ¿Estás bien?, le pregunté. Ella se quedó mirando la televisión que estaba apagada, así que yo también giré la cabeza, creo que miraba su reflejo, me preocupó. Me dijo que ese mañana ya había tomado mucho café y que por eso temblaba, por supuesto le creí porque ella siempre ha abusado del café, desde que era una muchacha. Entonces me dice, tengo miedo. ¿De qué?, le pregunto. Rubén es maravilloso, me dice. No la entendí. Mi cuñado trabaja como maestro, la verdad nunca ha aportado gran cosa y eso es algo que todos sabemos. Pensé que mi hermana tenía problemas económicos, nunca la había visto así, entonces me dice: los niños, estoy preocupada por los niños; después su teléfono sonó y ella se levantó apurada, me abrazó muy fuerte y salió.

Karla Chanona Escalante, hermana de Karen

Son un tormento chino, creo que se lo dije con esas palabras. Yo siempre he sido muy sincera con mis hijas. No tuve paciencia para esos niños. Si no hacen algo, les dije, no pienso volver a esta casa. Mi hija nunca tomó al toro por los cuernos. Mi yerno, ay, yo no lo sé, creo que él la volvió así. Karen siempre había sido muy intrépida, muy fuerte, pueden preguntarle a quien quieran. Tenía diez meses, diez meses cuando un día se paró en su cuna y me extendió los brazos como para que la abrazara, yo lo hice y ella empezó a revolverse en mis brazos, quería que la bajara, lo hice con mucho cuidado y ella me empujó y salió corriendo, salió de la habitación, sólo tenía diez meses y ya caminaba, corría. Karen siempre fue así. Pero mi yerno, bueno, es bastante pusilánime y creo que él tiene toda la culpa de esto. Es lo que pienso.

Carmen Escalante, madre de Karen

Yo respondí la llamada. Fue el maestro el que llamó, dijo que sus hijos estaban armados y que los estaban amenazando. No solemos tener ese tipo de llamadas. Yo tengo niños en casa, siempre están jugando a que tienen pistolas, a que matan al lobo; después de esa llamada no volví a permitir que jugarán así. De inmediato mandamos a una patrulla para ver lo que pasaba. Muchas de las llamadas que recibimos son de conflictos familiares de todo tipo. Llegamos al lugar. Como la vivienda se encuentra en una zona exclusiva, tuvimos que pasar primero por la caseta. No se escuchaba nada desde afuera pero ya había algunos vecinos en la puerta de la casa, dijeron que habían escuchado gritos y que después aquellas cosas habían salido corriendo. No pudieron describir bien lo que habían visto. Había mucha confusión. Entramos a la casa. El desastre era impresionante, habían desgarrado cortinas y muebles, hecho pedazos los electrodomésticos, la televisión, las computadoras, los espejos de toda la casa estaban rotos, así como muchas de las ventanas corredizas. Los padres presentaban rasguños y heridas superficiales, estaban al borde de una crisis y tuvimos que llamar una ambulancia para atenderlos. Mi opinión al respecto… pues, que voy a seguir teniendo llamadas de este tipo, tú sabes, lo muchachos de hoy están muy mal, de mal en peor, diría yo.

Rogelio Chan Saldívar, policía

No noté nada extraño en nuestra primera consulta. Se trataba de dos niños saludables que habían sido referidos a neuropediatría por malos comportamientos en la escuela, lo usual. Los padres estaban ahí y respondieron a las preguntas. Generalmente la primera cita al consultorio es exhaustiva porque se tiene que hablar de antecedentes y se tienen que especificar los comportamientos atípicos. Ellos no tenían antecedentes de familiares con esquizofrenia ni autismo. Creí que podía tratarse de un caso de tdah, pero no suelo diagnosticar en la primera cita. Cuando tocamos el punto, ellos dijeron que sus hijos eran muy inteligentes, aprendían rápido y eran capaces de concentrarse por largo tiempo y aprender cosas complicadas. Entonces mi enfoque cambió, porque cuando se trata de problemas conductuales, muchas veces estamos hablando de niños con grandes capacidades que se enfrentan a un mundo que no los comprende. Comencé a explicarles esto y la señora, Karen, empezó a llorar. Los niños suelen permanecer durante la primera parte de la consulta en el área de juegos, aquí al lado, y ahí estaban los dos, tranquilos. La madre dijo que siempre la llamaban torpe, tonta, cuatro ojos; que le pegaban, le tiraban del pelo, llegaban incluso a golpearla con los puños. Miré al padre, él dijo que la defendía, pero que también se iban contra él y los amenazaban constantemente con abandonarlos. Programamos una terapia familiar. Aunque sea difícil de creer, no todos los padres logran establecer disciplina en sus hogares. El caso de ellos era un caso severo, porque no querían asumir el papel de «malos», que es el papel que muchos padres tienen que jugar a lo largo de la vida de sus hijos. Los padres de hoy tienen que lidiar con mucha información que circula en internet, información muchas veces errónea que confunde a los padres y puede causar daños irreparables en los niños. Lo importante es encontrar un equilibrio. Cada familia tiene que gestionar el suyo.

Es todo un camino que ahora se le tiene que enseñar a los padres porque tienen miedo, mucho miedo, y era el caso de ellos. No pudieron llegar a la terapia familiar, por todo lo que pasó.

Juan Pablo Sánchez, neuropediatra

Yo le daba clases a Rogelio, el más grande, en el aula de quinto grado. Me pidió permiso para ir al baño. Es algo que no puedes prohibirle a un niño, aunque antes ya había ido unas cuatro veces ese día. A ver, se trata de un niño complicado, pero un niño, a fin de cuentas. Le pregunté si estaba bien, si se sentía bien, si no necesitaba ver a la enfermera o ir a la dirección por alguna medicina. Me dijo que estaba bien, que quería ir al baño. A las maestras no nos engañan, no somos tontas, no, no, no. De pronto, comienzo a escuchar que los niños gritan. Rogelio había juntado los papeles sucios de todos los botes de basura y les había prendido fuego. Ese fue el último día que vino a clases, gracias a Dios.

Caterina Méndez, maestra

El periódico para el que yo trabajaba en ese momento, La Realidad, quería cubrir toda la noticia; era algo que intrigaba a la gente, había mucho morbo, por supuesto. Se les acusó de maltrato infantil. Me tocó entrevistar a Karen y a Rubén; estaban tras las rejas y había protestas afuera. La comunidad pedía la cabeza de la madre. Se trató, claramente, de un juicio en su contra. Muchas familias le echaban la culpa a ella de lo sucedido. La gente decía que eran malos padres, y que ella no había sabido educar a sus hijos, que se merecían todo lo que les estaba pasando, que debían de haberles quitado a sus hijos desde hacía mucho. La gente tenía la idea de que Karen se dedicaba a trabajar en lugar de cuidar a sus hijos, y eso no les gustó. Vivimos en una sociedad muy conservadora, machista, para ser precisa. El maestro quedó como una víctima de las circunstancias. Él cuidaba a los niños mientras la madre trabajaba. ¿Cómo ves? La gente creía que, si ellos eran castigados, también sería una nueva reivindicación para los padres. Llegaron muchas cartas, porque sabían que íbamos a entrevistarlos y había personas que no querían escuchar sus versiones. La gente ya había decidido que eran malos padres y punto, no habían sabido imponerse y muchos creían que, si eran declarados culpables y condenados, volvería a verse bien disciplinar a toda costa; los padres volverían a tener el control sobre los niños.

Verónica Camacho, periodista

La crianza positiva aboga por una maternidad y paternidad saludables, una manera horizontal de ser padres, en donde sean respetados los deseos e intereses de los niños. Yo estuve en casa de Karen, sí, después de las primeras semanas del nacimiento de su primer hijo. El bebé lloraba mucho, todo el tiempo, y ella estaba confundida porque no sabía si se debía a su leche, si a lo mejor el niño no se llenaba. Entonces le pedí que me hablara del parto y lo entendí todo. Tuvo a su hijo por cesárea, y a su segundo hijo, igual; yo creo que esa es la raíz de todo el problema. Le dije que su hijo estaba recordando el trauma de su nacimiento, que no había pasado por las etapas naturales y era obvio que estuviera nervioso y angustiado; le dije que se calmara, que tratara de estar lo más tranquila posible, que practicara el porteo para mantenerse junto al bebé y que así se adaptarían, los dos, más rápido. Ya sabes, los recién nacidos no entienden que ya no están en el vientre de su madre, así que deben ser acunados en todo momento, las veinticuatro horas, para que el bebé logre entender que ahora está afuera, en los brazos de su madre o su padre. Si esto no se logra, puede ser traumático, y ahora vemos los resultados. No se han encontrado a esos niños, se especula, se dice, se han visto huellas y marcas. Para mí, esto es el resultado de un trauma.

Berenice Ávila, doula, especialista en maternaje

El reporte fue dado por varios vecinos. Escucharon ruidos en terrenos baldíos que colindaban con el monte, a las afueras de Mérida, en el fraccionamiento Las Américas. Eran varios reportes y el terreno por cubrir era bastante grande, hasta que unos perros despedazados en una calle del fraccionamiento nos dieron una pista. No sabíamos bien a qué nos íbamos a enfrentar o qué íbamos a encontrar, así que fuimos tres antimotines y una patrulla, con armas. Esos terrenos no tienen senderos, pueden estar llenos de basura y la vegetación, aunque de baja estatura, es espesa y la luz entra con dificultad. Sacamos los machetes y abrimos camino. Parecía que unos animales salvajes habían estado ahí; había ramas rotas, hojas caídas, pero lo que más nos impactó era la enorme cantidad de pequeños animalillos despedazados, no sólo pájaros, vimos a dos coatíes, una serpiente ratonera abierta a todo lo largo y una tortuga pequeña de monte, completamente despedazada. Entonces uno de mis compañeros que estaba detrás de mí nos advirtió, se tocó al oído, nos dimos cuenta: había mucho silencio, sin pájaros, sin insectos. Muchísimo silencio. Instintivamente giré la cabeza hacia arriba en busca de los pájaros, y los vi. Primero pensé que me confundían los rayos de sol que se colaban entre las ramas, pero no, ahí estaban, los dos. Tenían las bocas entreabiertas, como si hubieran estado corriendo, jadeaban y pudimos ver sus enormes colmillos; tenían las piernas macizas y algo cortas, uno de ellos era más bien amarillo, el otro era más oscuro, casi rojizo, y tenían esas manchas moteadas en todo el cuerpo. Me quedé sin aliento, estaban frente a nosotros, trepados en un árbol delgado y muy alto, protegidos por una maraña de arbustos, estoy seguro de que iban a saltar sobre nosotros. Son ellos, dije en voz baja, son los niños. Ya todos estábamos preparados, con las armas levantadas y disparamos los tranquilizantes.

Gerardo Puc Salazar, policía

Tanto la fiscalía como el ministerio público y la sociedad quieren una respuesta. Hoy se celebra el juicio de uno de los casos que más ha estremecido a los habitantes del estado de Yucatán. Karen Chanona y Rubén López han sido acusados de convertir a sus hijos en fieras salvajes. Luego de sumar varias denuncias de la escuela, de vecinos e incluso de familiares, se libró una orden de aprensión en su contra. Las sanciones por Delito contra la Vida y la Integridad Corporal, expresados en los artículos trescientos treinta y cinco, trescientos treinta y seis y trescientos treinta y siete pueden llevar a la cárcel durante varios años a los involucrados. La opinión se ha dividido en los últimos meses: algunos testigos creen que la situación se les salió de las manos, que ellos siempre tuvieron buenas intenciones y que no pueden ser juzgados por eso, mientras que una enorme mayoría pide que sean juzgados con todo el peso de la ley, pues su actitud para con sus hijos fue negligente y terminó en un evento trágico. Aseguran que lo que vivieron los niños fue traumático.

Verónica Camacho, periodista

Ya hemos realizado todos los trámites para la atención de los niños y ha sido un éxito. Contamos, en la región de Tizimín, con un espacio privado para atender estos casos. Son más de cinco hectáreas, monitoreadas constantemente por biólogos, psicólogos, neuropediatras y especialistas en esta clase de trastornos del desarrollo. Los niños pasarán primero a un espacio cercado en el que se les proporcionará comida y cobijo, para después ocupar con libertad todo el espacio. Es una zona de readaptación, tenemos muchos casos semejantes. La gente cree que este caso es único, porque ha dado mucho de qué hablar, pero ocurre más seguido de lo que muchos creen y estamos preparados.

Guadalupe Palma, psicóloga de Tizivida

Culpables con derecho a fianza ha sido el resultado de este caso tan sonado. Tanto la odontopediatra, Karen Chanona, como el maestro Rubén López, salieron del juzgado esta mañana para dirigirse a casa bajo libertad condicional. Los acusados tendrán que pagar una fianza de trescientos cincuenta mil pesos y deberán someterse a terapia para recuperar la custodia de sus hijos. La opinión pública no está de acuerdo con el resultado y creen que la jueza fue muy considerada en su resolución.

Claudia Vega Barreto, periodista

Hoy visitamos a los niños López en el centro de readaptación comunitaria Tizivida. El lugar invita a las familias a dar paseos en lanchas, atravesar los lagos artificiales con su fauna silvestre; tortugas, gansos y hasta flamencos vienen a pasar aquí una temporada antes de seguir su camino a las playas. Se invita a los visitantes a convivir con los pequeños que viven aquí. Los nuevos residentes, Rubén y Rogelio, llegaron hace seis meses. Su espacio se encuentra algo retirado del resto de los residentes porque han tenido algunas complicaciones para adaptarse. Por recomendación de los especialistas, fueron llevados a un área reservada con seguridad más apropiada para ellos, pues en varias ocasiones intentaron escapar del refugio. Nos informan que llevan semanas en calma y que se están adaptando muy bien; en breve podrán convivir con los otros residentes. Ya estamos aquí, pueden verlos, se encuentran bebiendo agua, parecen más grandes, eso indica que están muy bien atendidos aquí. A ver, vamos a acercarnos; a simple vista parecieran amenazadores, pero no hay que olvidar que son niños, niños que necesitan atención y cuidados específicos. Vamos a entrar al túnel de servicio para intentar alimentarlos, a ver si se acercan a nosotros; me han informado que disfrutan mucho de las tortugas. Ahí están, se acercan. Vengan amiguitos, ahí tienen, una rica tortuga. Voy a darles un poco más, vengan, tomen, acérquense un poco para que podamos verlos. Aquí los tienen, los pequeños Rogelio y Rubén López, dos tranquilos niños, adaptándose.

Verónica Camacho, periodista

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