Musofobia / Jorge Gutiérrez Reyna

Premio Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco 2016

 

…doméstico cuadrúpedo,
que en bulto poco suma inquietud suma
Francisco de Castro

No sé si piramidal pero funesta
la noche escala
por la palimpséstica arquitectura
de la Ciudad de México.
Las mugrientas plantas de sus pies
se afianzan sobre las cabezas
de los ídolos antiguos, sus garras
se aferran al follaje
de piedra de los retablos y asoma
su atezado ceño desde la punta
de acero y vidrio de la Torre Mayor.
No acecha la lechuza por los campanarios
ni ulula el tecolote ni el chillido
del murciélago tienta los contornos de la sombra.
Bullen las ratas,
los 45 millones de ratas
que plagan el Distrito Federal.
No te confíes:
de noche en los oscuros
lejos de la calle
cualquier protuberancia
del concreto, cualquier basura
amotinada o algún calzón
en el piso cubierto de lodo
son sospechosos de ser una rata.
Antes de cruzar los callejones
de faroles tuertos,
aplaude, zapatea,
aunque la gente piense que estás loco.
Las ratas se espantan con el ruido.
(Cuando una rata anidó
en las entrañas de la lavadora,
papá golpeaba las cazuelas
de la cocina con el cucharón
antes de salir a la lavandería
para no verle sus ojitos
como cabezas de alfileres).
Ratídica, funesta,
la noche escala por la Ciudad de México.
La rata todo en fin lo posee,
todo en fin los roedores lo ocupan.
Hunden sus dientes en la piel
del jitomate que comprarás
por la mañana en el mercado.

Musofobia:
dícese de la fobia
a las ratas, los ratones
y otros roedores varios. Musofobia2:
dícese de la fobia que padezco,
del asco a las ratas que pululan
en el drenaje debajo de nuestros pies
y que de pronto por las noches
me salen al paso en los senderos
de los parques, me hacen
dar un brinco y correr
con el corazón tamborileando.
(La encontré en un terreno baldío:
una caja de cartón
con unas criaturitas rosadas
como trozos de tocino
retorciéndose en el sartén. Pobres.
¡Son ratas!, gritó papá,
cuando la compasión de mis siete años
se las puso enfrente.
Aventé la caja al aire
y supe que el pavor era un tropel
de ratas alborotadas que te trepan
desde el estómago y se arremolinan
amontonadas en el pecho.
Encima del pavimento caliente
quedaron friéndose las crías de rata).
Rattus norvegicus:
especie de roedor distribuido
por todos los continentes, excepto en los polos;
rata parda, rata de alcantarilla,
rata noruega son algunos
de sus nombres comunes.
Rata:
voz que plaga por igual
a todas las lenguas romances.
Etimología completamente oscura:
la palabra rata no tiene madre,
palabra que no vino de ningún lado.

Las ratas, en cambio, vinieron de Europa,
escondidas en los barriles de los barcos
junto con estas palabras que ahora escribo.
Salían por debajo de las sotanas
pardas de los monjes las ratas pardas
y por las rendijas
de la armadura de bronce del soldado.
«Fiebre de 38,
orín verde, dolor del corazón,
una lengua negra y seca,
una lengua que hace poco
sonaba como el agua
y que ahora sólo sirve
para nombrar la peste:
Cocolitzin, cocolitzin,
tiene usted cocolitzin.
No hay remedio, su cuerpo de indio
irá a sumarse a los miles
de cuerpos de indios amontonados
en el patio del hospital
y se lo comerán las ratas » .
(La rata de la lavandería
no se comía los pedazos
de queso raticida
que dejábamos en los rincones.
Las ratas no se comen lo que sea.
La más vieja del grupo
cata la nueva comida y si no muere,
sólo si no se muere,
las demás se abalanzan sobre el festín.
Aquella rata de la lavandería
no era un bulto poco:
era una rattus maximus.
De noche la escuchaba roer
los cables de la lavadora,
correr de un lado para otro.
Entraba, de veras, por debajo
de la puerta, trepaba
hasta mi cama, subía
por mis piernas aferrándose
con sus garras diminutas.
Se metía en mi boca y yo probaba
sus plastas amargas de pelo pardo
mientras devoraba mi lengua).

Sor Juana nunca escribió
la palabra rata, ni una vez:
era musofóbica.
Las ratas un mal día
plagaron el convento.
Corrían entre las piernas temblorosas
de la Décima Musa
y ella se levantaba el hábito,
de un brinco se trepaba en una silla.
«¡Baste ya de roedores, priora, baste!» ,
gritaba la desdichada
a su incompetente superiora,
mientras espantaba con la escoba
a las ratas que cruzaban por las páginas
de sus libros abiertos y escribían
renglones nuevos con sus patitas mugrientas:
«En el principio fuimos las ratas,
y las ratas trajimos las pulgas
y las pulgas defecaron sobre la piel
de sor Juana y sor Juana se rascó
y el tifus entró por las heridas abiertas
y se murió de la peste.
Las ratas matamos a sor Juana».
(La rata de la lavandería
no se comió nunca el queso envenenado.
Un día dejamos de escucharla
y pensamos que al fin se había ido.
Pero empezó a apestar.
Papá sacó a pedazos
de las entrañas de la lavadora
una rata que se había atorado en el motor
y se había podrido de hambre).

Sopla la Musa y las palabras
se me van escurriendo de los dedos.
Se me acelera el corazón y voy a tientas
por esta noche de tinta
ratídica, funesta.
Me aterra que se me escape
un verso sordo con acento en quinta,
una rima,
una anécdota irrelevante…
y recuerdo que sor Juana nunca,
nunca escribió rata con su mano de monja.
Me aterra escribir estas palabras,
delinearlas negramente,
estas palabras traídas
a bordo de los barcos españoles.
Palabras para componer Primeros sueños,
palabras para nombrar a las ratas.
Musofobia3:
Dícese del miedo a la Musa,
del miedo a que el papel
se llene de pronto de palabras,
palabrratas
que corren en tropel sobre la página.

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