Los osos que aprendieron a hacer fuego

Martín García López

(Querétaro, 1991). Autor de la novela X(o este maldito gato) (Montea, 2016).

—Wey, ¿faltará mucho para llegar a la tienda?

—No es mi culpa que haya embotellamiento.

—Nunca dije que fuera tu culpa. Te pregunté, wey, ¿faltará mucho para llegar a la tienda?

—Revísalo en Google Maps si tanto te urge.

—Sólo era una pregunta, wey, no es para que te pongas así.

—Así cómo.

—Así como te pones cuando te pido un pinche favor y parece que haces un puto sacrificio.

—¿Un sacrificio?… ¿Sabes lo que le pasó a uno de los osos que tanto te gustan?

—No, ¿me la harás de pedo por eso?

—Uno de esos osos se suicidó en la playa.

—¿Qué raza era?

—¿Eso importa?

—Ay, wey, así sabré si lo estás inventando sólo para molestarme o si neto se murió un oso.

—No se murió, se suicidó.

—¿Qué raza era el oso que se murió?

—Era un oso polar… Busca en YouTube: Oso se suicida.

—Si es neto, no lo sigo en Instagram.

—Bueno, pero es un oso y se suicidó. Si no me crees, mira el video.

—A ver… verga… debe de ser fake, no leí nada de esto en Reddit.

—Es reciente, sucedió en la mañana.

—¿Y tú cómo sabes?

—Me salen los videos de tus osos porque compartimos YouTube Premium como compartíamos el perro.

—Verga… ¿Por qué nadie lo impidió? ¿Por qué lo grabaron?

—Ya sabes, desde que los osos aprendieron a hacer fuego, todo lo que hacen es un espectáculo.

—Wey, pobre oso, se mete al agua tan desganado.

—¿Y tú cómo sabes cómo se mete un oso al agua?

—Por Alexander, wey. Aún te acuerdas de él, ¿no?

—Te dije que compartíamos perro, obviamente me acuerdo de él.

—Qué culero eres, pero sí, Alexander se ponía bien contento con el agua.

—Alexander no siempre se ponía contento con el agua. No le gustaba cuando lo bañábamos, sólo cuando lo llevábamos a la playa.

—¿Por qué pinches me ajeras? Sólo porque recuerdo a nuestro perro…

—No, es porque no entiendes que hay animales que le temen al agua. ¿Sabías que los monos no salen de sus islas porque saben que se pueden ahogar? Prefieren morirse de hambre que ahogados.

—Pues wey, por eso los osos evolucionaron antes que los putos monos. No le tenían miedo al pinche fuego ni a la pinche agua.

—Pues a algo le temía ese oso. Si no, ¿por qué se suicidó?

—No sabes si le tenía miedo a algo o no, sólo se metió al agua y ya. A lo mejor ni se murió, a lo mejor sólo nadó y salió por otro lado de la playa.

—Hallaron el cadáver.

—Wey, te encanta molestarme y más con lo de los pinches osos.

—Qué bueno que al fin los llamaste pinches.

—Wey, ese oso no es un pinche. A lo mejor se metió a nadar y lo jalaron las olas y se murió por eso, no putas sabes, no estabas ahí,
no lo grabaste, ni siquiera intentaste salvarlo. Era un animal, los animales no se quieren morir, está en su instinto vivir.

—Los osos aprendieron a hacer fuego, eso no estaba en su instinto.

—Puta madre, es por Alexander, ¿no?

—No.

—Está bien, wey, el oso se suicidó, ¿feliz?

—No.

—Ya nada te gusta, chinacos… Wey, ya no te aguanto.

—Si supieras manejar, no tendrías que aguantarme.

—Sí, es por pinches Alexander. Ya bájame aquí y camino a la pinche tienda.

—No llames pinche a mi perro y no te voy a bajar.

—Wey, cállate el hocico, tú sacrificaste a Alexander, así que bájame.

—…Me da miedo que te pase algo.

—Qué, wey, ¿que me pase qué? Ya dilo.

—…La ciudad es peligrosa, hace unos días mataron a un niño por sus tenis y lo hallaron en un baldío.

—¿Cómo sabes que era por sus tenis? A lo mejor vendía drogas y debía dinero y por eso lo mataron.

—Eso decía en las noticias, Niño muere por sus tenis.

—Neto, te crees todo lo que dice el pinche internet: Un oso se suicida…

—No puedo creer que volvamos con los osos, no puedo creer que te importen más los animales que un niño.

—Wey, ese oso aprendió a hacer fuego. ¿Un niño qué aprende a hacer?

—Aunque sea el niño no se intentó suicidar.

—Pues tú eres un pinche asesino.

—¡Pues puta madre! Si supieras conducir, hubieras llevado a Alexander al veterinario en lugar de estar esperándome.

—Yo quería más a ese perro que a ti, wey.

—No, tú quieres más a esos osos que a ti.

—Esos pinches osos me mantienen con vida, a ti ya nada te mantiene con nada.—Qué importa eso. La única verdad es que los osos aprendieron a hacer fuego y uno de ellos se suicidó

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