(Ciudad de México, 1966). Es autora, entre otros títulos, de Zona cero, entrevistas con escritores (UNAM, 2012).
En Radicales libres (Alfaguara, 2021), Rosa Beltrán narra las experiencias de tres generaciones de mujeres en los ámbitos sentimental y sexual y la forma en que asumen su propia libertad. El telón de fondo: el movimiento de 1968 con todas sus implicaciones, el movimiento #MeToo que aboga por que las mujeres no sean asesinadas por el simple hecho de pertenecer al género femenino, la pandemia, los años setenta y ochenta en el México del siglo pasado y seis décadas de cambio en nuestro país. Se perciben vasos comunicantes con otras ficciones suyas como El paraíso que fuimos (2002) y La corte de los ilusos (1995), donde la Historia es el telón de fondo sobre el que se teje la trama. La familia disfuncional y los outsiders, los personajes que rompen con las reglas establecidas —aquellos que se salen de la norma para ejercer a cabalidad su libertad—; el tema del arte (otra de las pasiones de la escritora) abordado por la autora, asimismo, en El cuerpo expuesto (2013). El humor (acaso un humor negro) es constante en su obra.
En Radicales libres, una madre de familia, perteneciente a una generación de mujeres nacidas en la primera mitad del siglo xx, decide huir así, de pronto, sin dejar rastros de su trayecto. ¿Por qué? Un misterio. Una radical libre, una madre que escapa a cualquier estereotipo de maternidad. ¿Cuál es la lección que les deja a sus hijas? A ti lectora, lector, como a la narradora, toca desentrañarla. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Rosa Beltrán, doctora en Literatura Comparada por la Universidad de California en Los Ángeles, ha sido profesora y ha dado conferencias, entre otras instituciones, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, la Universidad Ramón Llull de Barcelona y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde obtuvo el reconocimiento Sor Juana Inés de la Cruz 2011. En esta conversación, la narradora, ensayista, editora y traductora, a manera de una escritora-médium, invoca a los fantasmas literarios que animan su más reciente novela.
La narradora como médium, invocadora de fantasmas a través de la escritura. De esos fantasmas, el más presente, a lo largo de toda la novela es el de la madre. Una presencia constante ¿acaso por su ausencia en el relato? Radicales libres ¿es una manera de exorcizar a los fantasmas, ejercicio de liberación, en el sentido freudiano?
Las figuras torales de nuestra vida están destinadas a convertirse en fantasmas. Continuamente los evocamos, conversamos con ellos. No siempre hay necesidad de exorcizarlos. Al contrario, son parte de las compañías que preservamos y nos acompañan, son esos otros con los que compartimos la vida. En el caso de los padres, de la madre en particular, hay una moda, heredada del discurso freudiano, que consiste en confrontar nuestra vida con la de ellos; explicarnos a partir de la falla, del trauma, del abandono. De lo que entre ellos y nosotros no funcionó. Pero la protagonista de esta historia decide explicarse desde otro lugar. A partir de esa escena que ve a los catorce años (su madre en una motocicleta Harley-Davidson, abrazada a la cintura de un hombre, diciéndole adiós con la mano), ella aprende la rebeldía, la libertad. Aprende que las mujeres podemos decidir sobre nuestro destino, sobre nuestro cuerpo. Aprende a pensar fuera de la caja. Y después, a sobrevivir a partir de los diálogos que tiene con ese fantasma que la acompañará siempre, porque se ha fusionado con él.
Hay tres generaciones de mujeres, tres distintas maneras de asumir y comprender la maternidad. Y el 68 de por medio. ¿Por qué? ¿Qué libertades obtuvieron el feminismo y las distintas formas de asumir la sexualidad con el movimiento del 68?
Los años sesenta trajeron, entre otros cambios, el uso de la píldora anticonceptiva. Esto permitió a muchas mujeres decidir sobre sus cuerpos y sus vidas. Es un cambio tan radical que por primera vez en la historia las mujeres no tuvieron que renunciar a sus cuerpos sin someterse a múltiples embarazos que las obligaran a no tener otro futuro que el de maternar: a ocho, a diez hijos o más, como sucedió en generaciones pasadas y como sucede ahora en algunos lugares, desafortunadamente. Pero el 68 trajo consigo también la idea de la militancia política, de la participación en un cambio colectivo, del activismo, la posibilidad de una vida social y laboral sin que la marca de género impusiera un destino único. Éste es el arranque para hablar de seis décadas de cambios en México y en el mundo. Tanto el 68 como el #MeToo me parecieron dos momentos fundamentales para narrar esas distintas formas de maternar y esas seis décadas del país.
¿Radicales libres podría leerse como género policiaco: en busca de la madre ausente? Incluso hay referencias explícitas a Sherlock Holmes.
Toda obra narrativa es en cierta forma policiaca. El lector, la lectora debe encontrar una verdad, la verdad del libro que siempre está dicha en clave. No sólo ocurre con la narrativa, estoy pensando que se da con toda la literatura. Y claro que Radicales libres debe leerse como novela policiaca. No sólo por la búsqueda de la madre, sino del enigma que encierra cada familia.
¿A quién se dirige la narradora cuando dice «Hey, tú» y por qué elige esa o ese destinatarios?
No sabía cómo escribir esta historia que hace tres años y medio me persigue. La pandemia me dio el tono. Supe que tenía que estar escrita en vocativo. Un «tú» al que se dirige la narradora, un «tú» a quien necesita contarle qué hemos sido en el pasado y cómo llegamos hasta aquí. Es un monólogo que a veces es diálogo, a veces entrevista; una conversación con réplicas implícitas. Una primera persona del singular que se asume como primera persona del plural, un «nosotras».
Los vasos comunicantes con tu obra en general: el trasfondo histórico (El paraíso que fuimos y La corte de los ilusos) y el tema de la madre en uno de tus relatos, «Optimistas», donde ya muerta la madre adquiere dimensiones descomunales ante sus hijas.
Toda gran obra literaria aspira a hacer un examen de su tiempo, está inmersa en un tiempo histórico donde la realidad se presenta de una forma específica. Aun en el caso de novelas que suceden en otras épocas lo que acontece es interpretado desde la óptica y el horizonte temporal de quien escribe ese momento, como es el caso de La corte de los ilusos. O de El cuerpo expuesto, donde lo que hay es un examen de lo que Darwin observó sobre los homínidos visto a la luz de nuestros días. Radicales libres es un recuento de seis décadas de historia en un país como México que ha cambiado de forma tan extraordinaria que parece ser un país distinto, década tras década. Es una novela que tiene también la intención de la crónica, porque lo que ocurre a los personajes está narrado con la acuciosidad y el detalle de este género. Es una novela-ensayo-crónica de nuestros días.
También el tema del arte, en El cuerpo expuesto y en Radicales libres, donde la hija posa para el amante de la madre con el consentimiento de esta última. El arte y la literatura (arte, a fin de cuentas), ¿qué significado tienen en tu obra y en tu propia vida?
La literatura, el arte, juegan un papel fundamental en lo que escribo y en lo que vivo. Todo lo que narro tiene como trasfondo el mundo representado en la historia del arte y de la literatura. No sólo hay guiños, hay un imaginario compartido en las obras heredadas de una tradición. Pero hay también una respuesta a ellas a través del lenguaje. Me propongo que lo que escribo, aun partiendo de una tradición, sea siempre una contradeclaración a esa tradición heredada.
Jamaica Kincaid, en Autobiografía de mi madre, trata el tema del desamparo, la orfandad, la reinvención a través de la escritura. ¿Qué vinculo encuentras entre Radicales libres y el libro mencionado de esta autora?
Hace muchos años leí Autobiografía de mi madre, de Jamaica Kincaid y me pareció una novela potente, conmovedora. En ella la madre de la protagonista muere y desde allí Xuela cuenta su historia a partir de esa ausencia que es un abandono. Es una novela sobre la decolonización, hasta donde recuerdo. En mi novela la partida de la madre no se vive como un abandono. Solemos siempre interpretarnos a partir de la herencia freudiana, como he dicho, sólo a partir del trauma. La protagonista de Radicales libres decide hacerlo de otro modo. La partida de su madre le enseña también la rebeldía, la libertad, la opción de decidir sobre su cuerpo. Un conocimiento que en los años setenta implicaba un tabú porque es un cuestionamiento del statu quo. Las maternidades son muchas y se viven de distinta manera. Implicar que sólo hay un modelo es también tener un pensamiento colonizado y falso, porque cada familia vive la experiencia de maternar o no maternar de un modo distinto.
La narradora, en Radicales libres, le da un significado, a través de la memoria y su relato, a su educación sentimental, que culmina con la experiencia de la pandemia. ¿Flaubert y La educación sentimental es otro fantasma literario evocado por la narradora?
Los acontecimientos de los últimos años han hecho que México sea un país que se divide en dos. Los que se van o desaparecen, aquellos y aquellas a los que «levantan» (qué verbo más espantoso) y los que nos quedamos. El sentido de Radicales libres es preguntarnos por qué nos seguimos quedando. Y una de las respuestas tiene que ver con registrar la memoria. Hacer el recuento de lo que ha ocurrido y lo que ocurre y registrarlo. Al final, la narradora encuentra que el sentido de haber vivido todo esto es rescatar la memoria pública y privada, que para cada uno es única. Flaubert ha sido un maestro al enseñarnos cómo se escribe y cómo registra esta educación sentimental, y Kafka ha hablado desde la huella de otra forma de conciencia de ello.
Debe de haber otro modo que no se llame Safo ni Mesalina ni María Egipciaca ni Magdalena ni Clemencia Isaura. Otro modo de ser humano y libre, escribió Rosario Castellanos en Meditación en el umbral, de 1948. ¿Cuál es ese modo de ser humano y libre para las mujeres en el xxi, desde tu perspectiva?
Debe de haber otro modo de vivir. A varias décadas de distancia del poema de Rosario Castellanos seguimos esperanzados en descubrir ese otro. Por lo pronto, hemos empezado a imaginarlo, a buscar el lenguaje para nombrarlo. Y, con ello, a darle carta de existencia.