El sortilegio verde

Cecilia Eudave

(Guadalajara, 1968). En 2021 publicó el libro de cuentos Al final del miedo (Páginas de Espuma).

Este nuevo libro de Patricia Esteban Erlés entraña un desafío, un secreto y una verdad. Nos reta a cruzar el umbral de lo real estandarizado, a romper ese pacto con lo establecido, a cuestionar la convención de lo ya dicho. Propone a los lectores un enigma que deben descifrar entre los caminos sinuosos de sus historias, muchas veces perversas, pero tan humanas que nos calan profundo y nos muestran el lado más oscuro del ser. Nos sacude la conciencia con esa prosa que se decanta en la sutileza de los terrores de los imaginarios colectivos para aproximarnos a esa verdad, la suya, que en Ni aquí ni en ningún otro lugar se encuentra de manera definitiva porque es escurridiza, y existen tantas maneras de leerla como a la muerte. Muerte que, para todos, eso sí, será el más certero de los presagios.

Los dieciséis cuentos nos conducen a ese umbral del que he hablado, y al cruzarlo nos encontraremos con un tiempo que contiene todos los tiempos, además de muchas maneras de ser monstruo o de monstrificarse. Porque no todos estos seres bestiales lo son en apariencia, hay quienes visten la piel de hombres o mujeres, como es el caso de «El ogro», un posible nazi prófugo que cultiva su jardín y es un vecino perfecto; o una madre descolocada por la tristeza y las drogas que puede llevar a sus hijos al abismo en «Neverland». Esteban Erlés, sin juzgar a sus personajes, nos revela que cada sujeto es proclive a la monstruosidad externa o interna producto de una maldición, acaso azarosa, que algún dios aburrido les regaló. Un dios que juega con sus creaciones y las disfraza de seres abominables, aunque estén dotadas de sentimientos nobles, para retarnos a reconocer la bondad donde en apariencia no la hay, como en los relatos «El monstruo» y «Gigantes, enanos».

O tal vez no sea una deidad arbitraria, sino la Muerte, con mayúscula, que prodiga generosidad y crueldad a su manera, mientras se entretiene arrebatando vidas y restituyéndolas a su antojo, desestabilizando el concepto de existencia, tan caro a todos los mortales, siendo incluso más omnipresente que cualquier dios. Por eso sus designios ofrecen la posibilidad de que «El príncipe» regrese de las penumbras a alegrar a su reino, mientras «El buen dormir» se prolonga al grado de enmascararse de lo inerte para ocultarnos la vida. Pero quizás aun más inquietante es el relato titulado «Madre», al mostrarnos los extremos a los que llega el instinto maternal: porque no se puede nacer muerto. Y su hijo había nacido; o, «Ni aquí ni en ningún otro lugar», que da título a este hermoso y estrujante libro donde se desnuda la primera gran verdad. La muerte no puede llevárselo todo. Por eso guarda su rencor y lo alimenta con tiempo, por eso siempre vuelve a por más, al cabo de los años.

Sin duda, es un acierto que este recorrido siniestro se inicie en la casa de «La vieja», quien dice conocer las entrañas de la mejor historia. Es un cuento que nos anuncia todas las variables, las reescrituras o las perversiones de los relatos aquí reunidos, quizá porque nada es absoluto en la literatura y siempre está en movimiento, de ahí las infinitas perspectivas para contar. Ejemplo de ello es el caso de «El cuento desierto», que, al prescindir de un narrador, por irresponsable y caprichoso, deja varados a sus personajes en una escena bucle y los condena a lo inacabado; o cómo en «Primer día» se nos devela una versión más veraz de un Hansel y una Gretel —a saber si se llamaban así—, cargada de ironía y sarcasmo, características muy particulares en la obra de Esteban Erlés. Las narraciones conjuntadas en este volumen son favorecidas, además, por una imaginación lúcida y lúdica: hadas que predicen las catástrofes, mujeres que resguardan gatos y acaban mimetizándose con ellos, monstruos que comen niños porque es lo único que les proporcionan, dos princesas viviendo un día demasiado largo, objetos que se enloquecen. Vasta y sugerente es la geografía mágica que ha creado Patricia Esteban Erlés, y viajar en ella, descubrirla, observar sus lugares más oscuros o luminosos nos demuestra su maestría para crear ambientaciones y atmósferas alucinantes.

Celebro esta memorable compilación en todas sus acepciones, tan cuidadosamente construida, tan redonda, tan entrañable, acompañada de un lenguaje que, en su retórica, en su recreación del tono de los cuentos maravillosos tradicionales, es un gozo, un deleite. También he sido seducida por las hermosas ilustraciones de Alejandra Acosta, dibujos que dialogan de manera inmejorable con cada trama, elegantes, exquisitos, recubiertos de un lirismo onírico que recuerda la belleza de las pesadillas pictóricas de otras épocas hermanadas con la nuestra, aunada a la extrañeza de los mundos detrás de los espejos. Sí, Ni aquí ni en ningún otro lugar es un extraordinario espejo que se ha vuelto loco, que nos desestabiliza, y a pesar de nuestro empeño por convencernos de que todo es tal como solía ser, después de leer este verde conjuro literario, ya no es posible. Cruzamos el umbral, aceptamos el desafío y su reto, descubrimos la verdad de los personajes que deambulan por sus páginas. Y así, como la vieja del primer cuento, nosotros también encontramos el secreto que se cifra entre sus historias, y como ella cruzaremos las manos complacidos/as sobre el regazo y callaremos, porque sabemos que este libro es inolvidable como lo es su sortilegio.


Ni aquí ni en ningún otro lugar, de Patricia Esteban Erlés. Páginas de Espuma, Madrid, 2021.
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