Con apoyo del Instituto Camões y la Dirección del Libro, Archivos y Bibliotecas de Portugal, desde fines del año anterior se distribuyen en nuestro país dos de las novelas más importantes del escritor lusitano José Luís Peixoto (Galveias, 1974), ahora publicadas por la editorial local Arlequín; se trata de Cementerio de pianos y Libro, que se nos presentan hoy en novedosas traducciones —de Adrián Chávez y Diana Alcaraz, respectivamente— que colocan ante los lectores mexicanos la literatura de Peixoto en versiones más «cercanas » .
Así, en Cementerio de pianos, los protagonistas, ambos carpinteros, coinciden no sólo por ser padre e hijo, son asimismo custodios azarosos del cementerio de pianos y, además, poseen trayectorias sentimentales que son paralelas en más de un sentido: si bien se relata su odisea familiar (con un notable peso en la descripción sensitiva de las situaciones y los entornos), la intimidad se extiende a su vinculación con su oficio, sus amantes, el tono melancólico que invade la visión del vecindario y la ciudad y, en lo que respecta a la escritura de la novela, dos estructuras para narrar que se distinguen por el carácter de cada uno de los personajes, pero que también entrelazan formalmente los sucesos de sus historias.
Lo anterior se hace patente, sobre todo, en la segunda parte del libro, en la que se opta por una estructura donde se avanza como en un maratón (kilómetro a kilómetro de los treinta que recorre en su última carrera), y los párrafos no son conclusivos sino que se entrecortan para saltar de un personaje a otro, un esquema que asume el riesgo de provocar confusión pero que, de igual modo, vincula al padre con el hijo atleta y nos permite acceder a dos vidas que se «entretejen » a pesar de no coincidir temporalmente.
Lo que se aprecia en Cementerio de pianos es que el estilo del autor se carga de un ritmo constante que contrasta con el desorden temporal de lo que narra, algo que brinda coherencia y continuidad a los numerosos recuerdos que pueblan el relato, sus diferentes tiempos y los personajes con los que se relacionan. Por ello, no es gratuito que la prosa de Peixoto sea calificada, en esta novela, como «poética », puesto que no debe olvidarse que el propio «cementerio » es tanto sitio como símbolo, un espacio que se torna —casi— la metáfora que puntúa las vidas de los dos Franciscos.
Por otra parte, en Libro, lo que nos cuenta Peixoto es la vida de Ilidio, un niño radicado en una aldea rural del sur de Portugal, abandonado por su madre en la plaza del lugar para emigrar a Francia durante la dictadura de Salazar; así, los años transcurren pero el protagonista siempre se encuentra vinculado a los libros, los cuales nutren su percepción y marcan el lenguaje de la novela, que se puebla de abandonos, desazón, música y referencias bibliográficas, a manera de un trayecto que se revisa a la luz de una biblioteca emotiva y personalísima.
Aunque nada es tan simple, porque el propio Ilidio se va del país tras la mujer que ama —Adelaide—, y su mejor amigo también, para huir de la guerra colonial; de este modo, la segunda parte de esta historia nos cuenta cómo el hijo de ambos (Ilidio y Adelaide) refiere su vida y los últimos años que pasa en París, para culminar en el regreso a Portugal, con su madre (todo lo cual se acentúa en el registro formal, porque, curiosamente, este personaje lleva por nombre Livro).
Desde el desencanto y la condición de abandono de Ilidio, lo que Peixoto nos entrega en Libro es un retrato particular de varias épocas en su país, marcadas por el devenir político y el paso de lo rural a lo citadino; asimismo, esta novela comparte con Cementerio de pianos temas como la ausencia, la odisea familiar y la exploración de la memoria para evocar un mundo ido, todo ello por medio de un lenguaje cuya intensidad no deja a sus lectores indiferentes.
l Cementerio de pianos y Libro, de José Luís Peixoto. Arlequín, Guadalajara, 2018.