La banalidad del amor [fragmento] / Savyon Liebrecht

Personajes

    

     Hannah Arendt joven

     de 18 a 27 años

    

     Hannah Arendt adulta

     de 44 a 69 años

    

     Martin Heidegger joven

     de 35 a 44 años

    

     Martin Heidegger adulto

     de 61 años

    

     Rafael Mendelssohn

     de 20 a 25 años

    

     Mijael Ben-Shaked

     de 30 años, hijo de Rafael Mendelssohn

     

     Nota

     Rafael Mendelssohn y Mijael Ben-Shaked son representados por el mismo actor. También Martin Heidegger joven y adulto pueden ser representados por el mismo actor. Hannah Arendt joven y adulta son dos actrices.

    

     Acto 1

    

     El escenario está dividido en dos espacios:

    

     —La sala del departamento de Hannah Arendt en Riverside, número 370, en Nueva York en el año 1975.

    

     —Una cabaña en el bosque. Es un cuarto de estudiante con muebles mínimos, un escritorio lleno de libros, una silla sobre la cual hay una maleta de color café claro con una franja anaranjada. El año es 1924.

    

     Escena 1

    

     Diciembre de 1975. Departamento de Hannah Arendt en Nueva York. Hay un librero, un sillón, una mesita con un servicio de té listo, un escritorio con una máquina de escribir, un teléfono y un cenicero.

    

     Suena el teléfono. Aparece Hannah, vestida con una falda y un corpiño ligero, llevando dos blusas en sus perchas. Suena el teléfono y levanta el auricular. Mientras habla, menea las blusas.

    

     Hannah: Profesora Arendt al habla… ¡Oh, Mary! Gracias por regresarme la llamada, por fin… Estoy bien, todavía viva… Tomo las medicinas y no fumo… ¿De veras?… ¿Puedes oír mi agitación?… No pegué un ojo esta noche… Oye esto: ayer me llamó un estudiante israelí. Está interesado en entrevistarme… ¡¿Por qué crees que sobre Heidegger?!… ¿Acaso me tienes que recordar que tuve un grave ataque al corazón?… ¿Que no debo enojarme? ¡Pues no hagas que me enoje! ¡No doy entrevistas sobre Heidegger!… ¡Es sobre Eichmann! Escucha: es una entrevista filmada sobre el juicio de Eichmann para la Universidad Hebrea de Jerusalén. Para el archivo. ¡Claro que estoy interesada, sí, mucho! Quizá sea el fin del boicot…

    

     Suena el interfono.

    

     Hannah: Espera un momento, Mary. Creo que ya llegó.

    

     Hannah se dirige al interfono y levanta el auricular.

    

     Hannah: Buenos días, Charlie… Todavía estoy viva… Permítele subir… ¿A quién?… ¿No ha llegado nadie?… El correo, comprendo… Ya sabes que no puedo bajar ahora…

    

     Hannah regresa al teléfono.

    

     Hannah: Espérame un minuto, Mary. Te necesito.

    

     Regresa al interfono, susurrando, para que Mary no oiga.

    

     Hannah: Dime, Charlie, ¿podrías prestarme unos cigarrillos?… ¿Has dejado de fumar? ¿Cómo puede alguien con un trabajo como el tuyo no fumar, Charlie? Te vas a morir de aburrimiento… (En voz más alta). Cuando llegue el joven, permítele subir… (En voz baja). Y si encuentras un cigarrillo en algún lugar, mándalo también… (En voz alta). Gracias, Charlie. Espero que aguantes sin fumar.

    

     Hannah regresa al teléfono.

    

     Hannah: ¡Claro que no fumo! ¡Me lo han prohibido!… ¿Dónde estábamos?… Sí, el israelí. Por fin podré hablar a los israelíes… Aclarar mis puntos de vista que, como sabes, fueron totalmente tergiversados… Dime, Mary, ¿qué blusa debo ponerme para la entrevista? ¿La negra que compramos juntas en Macy’s o la violeta que me mandaste de París?… La violeta me queda mejor, tienes razón…

    

     Se pone la blusa violeta. Suena el interfono.

    

     Hannah: Espera un momento, Mary.

    

     Contesta el interfono.

    

     Hannah: (En voz baja). ¿Lo encontraste? (En voz alta). Llegó, bueno, que suba. (En voz baja). Puedes mirar en el cajón de las cosas olvidadas… (En voz alta). Claro, claro, mándame el correo con él… y si encuentras algo en algún cajón, mándame ese algo también… Para que me digan que no es bueno para mi salud tengo a mis médicos… Gracias, Charlie.

    

     Regresa al teléfono.

    

     Hannah: Te lo prometo, Mary, voy a dominar la entrevista con mano de hierro. No me desvío de Eichmann ni un milímetro… ¡Claro que no! ¡Ni una palabra sobre Heidegger! Sería peligroso tentar mi corazón así… Adiós, Mary.

    

     Pausa. Hannah se paraliza, como si viera algo en su imaginación.

    

     En un sendero del bosque, camino a la cabaña, aparece la joven Hannah en bicicleta. Adentro, Rafael está arreglando la pantalla de una lámpara. El cuarto es modesto. Hay una cama, una silla, una mesa y muchos libros. Sobre la silla, una maleta de color café claro con una franja anaranjada. El cuarto está en desorden. Hay ropa sobre la cama, cacharros sobre la mesa, hojas y periódicos por doquier.

    

     Hannah adulta cuelga el auricular y sigue mirando hacia la escena de su pasado.

    

     Escena 2

    

     La joven Hannah deja la bicicleta y entra en la cabaña. Encuentra a Rafael arreglando la pantalla de la lámpara.

    

     Hannah: ¡Rafael, no has ordenado nada!

     Rafael: Estoy arreglando la lámpara.

     Hannah: Deja la lámpara. ¿Por qué no has limpiado?

    

     Se quita el abrigo. Tiene puesto un suéter rojo.

    

     Rafael: El rojo te sienta bien.

     Hannah: ¿Te parece? No me adules que estoy furiosa.

    

     Hannah comienza a barrer.

    

     Hannah: ¡Ponte a limpiar!

    

     Rafael levanta unos libros del suelo y los amontona sobre la mesa.

    

     Hannah: No puedo creer que pensaras recibir a un respetable visitante en esta pocilga.

    

     Hannah le tiende un trapo.

    

     Hannah: Limpia la mesa.

    

     Hannah encuentra bajo el montón de libros un plato con restos de comida y un martillo.

    

     Hannah: ¿Qué hace aquí un martillo?

    

     Rafael busca un lugar donde poner el martillo y, por fin, lo esconde en la cama, bajo la almohada.

    

     Rafael: Te estás alterando en vano, querida, él no vendrá.

     Hannah: (Preocupada). ¿Él te lo dijo?

     Rafael: No.

     Hannah: ¿Entonces quién?

     Rafael: Cualquiera que tenga juicio. Un profesor no visita a sus alumnos. A menos que esté enamorado de uno de ellos, y no creo que sea de mí.

     Hannah: No dices más que tonterías.

     Rafael: En la clase, no te quita ojo.

     Hannah: Si está enamorado de mí, ¿por qué se invitó a tu cabaña?

     Rafael: Porque cree que tú también vives aquí.

     Hannah: Deja de hablar como si supieras lo que él piensa. ¿Preparaste algo de comer?

     Rafael: ¿Acaso soy un restorán?

     Hannah: ¿Y qué tal si tiene hambre? ¿Y si pide algo de beber?

     Rafael: Hannele, ¿estás enamorada de él?

     Hannah: Nunca has limpiado esta mesa, admítelo.

    

     Hannah restriega con energía las manchas. Rafael levanta la cabeza y su cara choca con el codo de ella. Grita de dolor.

    

     Hannah: Ése es tu castigo.

    

     Él se retuerce de dolor.

    

     Hannah: Ya deja de hacer teatro.

    

     Ella se ve preocupada.

    

     Hannah: Qué, ¿otra vez tu dolor de muelas?

     Rafael: Desde hace dos días… pero ahora necesito algo para el dolor. Ya me palpitan las sienes. Iré a una farmacia y regresaré enseguida.

     Hannah: No irás a ningún lado. Te prepararé un té.

    

     Rafael toma su abrigo.

    

     Hannah: No me dejes sola con él. Me moriré de vergüenza.

     Rafael: Vuelvo enseguida.

     Hannah: ¿Tienes un poco de alcohol?

     Rafael: ¿Para él?

     Hannah: Para tus dientes.

     Rafael: Sólo una pastilla me ayudará, Hannele. Quizá un beso también me ayude.

    

     Le acerca los labios. Ella le besa la mejilla.

    

     Rafael: Eso no me ayudará.

     Hannah: Regresa pronto.

    

     Le pone la bufanda al cuello.

    

     Rafael: Espérenme. No empiecen sin mí.

    

     Toma la bicicleta que ella dejó en la entrada.

    

     Hannah: ¡Rafael!

    

     Se hacen el particular saludo que se repetirá más tarde: una mano que se cierra y se abre como haciendo señales. Él sale.

    

     Escena 3

    

     Siguen en la cabaña en el bosque. Noviembre de 1924. Heidegger aparece en el sendero. Viste ropa campesina color café oscuro y un abrigo con cuello tipo militar. Se detiene en la entrada.

    

     Hannah: Buenas tardes, profesor Heidegger.

     Heidegger: Buenas tardes, Fräulein Arendt.

     Hannah: Rafael no se encuentra en este momento… vendrá, vendrá… vendrá más tarde… tuvo que ir a la farmacia… tenía dolor de muelas…     

     Heidegger: Le esperaremos. Después de todo, fue idea mía vernos aquí.

    

     Heidegger entra.

    

     Hannah: Rafael y yo en realidad… nos asombramos…         

     Heidegger: De que un profesor visite a sus alumnos si tiene una oficina en la universidad.

     Hannah: Algo así…  

     Heidegger: Es que yo también tengo una cabaña en el bosque. Por cierto, menos lujosa. Sin electricidad, con un pozo de agua afuera. Lo reconozco: cuando me enteré de que somos vecinos me dio curiosidad por ver su cabaña.

     Hannah: De Rafael. Es la cabaña de Rafael.

     Heidegger: Creí… ¿ustedes no viven juntos aquí?…

     Hannah: Es Rafael quien vive aquí.

     Heidegger: Ustedes siempre andan juntos…

     Hannah: Sí, somos muy buenos amigos.

     Heidegger: Bien, bien.

     Hannah: Sí…

     Heidegger: Así que ustedes no comparten… y usted vive en otro lado… ¿comparte una habitación con otra persona?…

     Hannah: Tengo un cuarto en la ciudad. Lo comparto con un simpático ratón.

     Heidegger: Un ratón… ¿un ratón brillante y atrevido como usted?

     Hannah: (Preocupada). ¿Atrevido como yo? Espero que el profesor…

     Heidegger: Fue un cumplido… un atrevimiento intelectual como el suyo…

     Hannah: Yo, sencillamente, quiero entender las cosas hasta sus raíces.

     Heidegger: ¿Entender para influir?

     Hannah: No.

     Hannah adulta: (Interviene). Entender para entender.

     Heidegger: Bueno. Por eso le prometí en nuestra última clase… (Desafiándola). Recuérdemelo…

     Hannah adulta: (Contesta). El profesor prometió explicar qué es enfrentamiento transparente.

     Hannah: ¿Quizá deberíamos esperar a Rafael?…      

    

     Heidegger observa a su alrededor, busca algo, levanta la almohada y descubre el martillo. Lo toma.

    

     Heidegger: Tenemos, por ejemplo, este martillo… (Hannah toma su cuaderno, dispuesta para anotar sus palabras). Cuando un carpintero usa este martillo, el carpintero no es un sujeto y el martillo no es un objeto. Mientras trabaja, el carpintero no piensa necesariamente acerca del martillo. Puede que piense en la cena (su voz se suaviza) o en su bella amada…

    

     Pausa. Hannah luce desconcertada.

    

     Heidegger: Y puede trabajar sin pensar, ni siquiera por un minuto, en el martillo. ¿Está usted de acuerdo?

     Hannah: Sí, no es cuestión de sujeto y objeto.

     Heidegger: ¡Exacto! Esto es enfrentamiento transparente. ¿Cuándo termina la transparencia de este enfrentamiento?

     Hannah: Cuando algo se altera de pronto, supongo, y hace que el carpintero se vuelva consciente del martillo.

     Heidegger: Excelente suposición. El filósofo, Fräulein Arendt, trata siempre de saber la verdad, mas la realidad se nos oculta, y entonces intentamos dilucidar la realidad por medio de nuestras necesidades básicas: tengo que comer, que dormir, etcétera. Sólo entonces definimos estas cosas con palabras. Y aquí empieza un problema, porque las palabras ocultan. ¿Está usted de acuerdo conmigo, Fräulein Arendt?

    

     Hannah escribe algo en su cuaderno de notas. Su seriedad lo divierte.          

    

     Hannah: Sí, pero entonces lo que se descubre vuelve a convertirse en oculto.

     Heidegger: ¡Excelente! Debo admitir que usted y Rafael son los alumnos más brillantes que he tenido jamás.

     Hannah: ¿En serio?

     Heidegger: El trabajo que escribieron juntos sobre Platón es extraordinario, de veras extraordinario. Evidencia comprensión profunda, gran conocimiento y pensamiento original.

     Hannah: Me alegra mucho que ésa sea su impresión sobre nuestro trabajo. Mucho, mucho…

     Heidegger: Pero un maestro no debe envidiar a un alumno. Es un viejo y sabio proverbio judío. Un amigo mío, el rabino Sturm, me dijo que está escrito en sus libros. ¿Había oído usted ese dicho?

     Hannah: No.

    

     Ella toma su portafolio al revés y se caen sus libros.

    

     Hannah: Hay que… hay que esperar a Rafael…

    

     Comienza a recoger los libros.

    

     Heidegger: Por supuesto…

     Hannah: Llegará pronto… en cualquier momento…

     Heidegger: No tengo ningún apuro.

    

     Heidegger ve un libro de poemas de Goethe en el suelo, lo levanta y lo hojea.

    

    

     Traducción del hebreo de Alberto Huberman

      y Angelina Muñiz-Huberman

 

 

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