1. Abismo
Junto al abismo y la noche,
cuando más difícil se hace evadir un sacrificio
no es luz la estrella, sino caótico
derrame de orden.
El fluido del mundo tiene la apariencia de formas
sólo porque nuestro arreglo intrínseco es lento.
¿Es en realidad veloz un haz de luz
o torpe nuestra vista, ruda nuestra mano?
Todo nuestro cuerpo es un sonido invisible,
vibración contenida en su turbulenta frecuencia.
2. En esa penumbra
En esa penumbra, mientras corre la baba por las comisuras laxas,
los pasos nos llevan a las albercas del sueño.
Arriba están las pirámides estelares simbolizando el tiempo.
Cerca del suelo se extienden
mortales planicies como espejos de plata;
nadie flota como tú entre las estrellas que ahí se miran.
Es el patio de los gritos inocentes,
donde venden morbos enmielados,
un lugar lejano al que se llega
caminando entre perros bravos.
Nos escondimos a jugar ahí
en los tubos colosales del desagüe.
El camino es cerrado como fe
y sus noches un guiño de murciélago:
vacíos que guardan vacíos
como anteojos de amnesia.
Muy tarde, casi para dormir,
va naciendo en tu pecho
el aullido de la rutina y el asombro.
3. Arritmia del soñante
¿De dónde viene la luz del sueño?
Vivencias polícromas de una dínamo íntima;
percepción de una sensación,
filme autopoiético, electrólisis fantasmal.
La mente del soñante ignora su física
a pesar de que el mar oscuro de la conciencia
es un mundo de reminiscencias perpetuas.
¿Seguiremos amando mañana
una sombra de ayer, un recuerdo que irrumpe
potroso en la soledad del cuerpo?