Gabriela Cantú Westendarp

     Algunos materiales pueden ser
     peligrosos, el exceso de luz —por ejemplo—
     puede provocar una ceguera temporal, o por
     el contrario, puede inducir a un estado de
     clarividencia, que si fuera el caso, también
     es temporal. El efecto depende del objeto
     que irradia el brillo y de la capacidad de respuesta
     del otro. El otro eres tú. Tú cuando te alejas y
     te observas extraño, tú cuando no reconoces tu
     propio cuerpo y sus reacciones, tú cuando
     pronuncias frases que te parecen ajenas, tú cuando
     estás justo en el momento de caer al sueño y
     te resistes, tú cuando eres golpeado por la luz
     y por unos momentos te sientes la presa de un
     animal salvaje, sensación que parece eterna,
     pero que en realidad —como dije— es temporal
     y si tienes suerte te abrirá una puerta.
    
    
     Hice algunas lecturas tiempo atrás sobre el
     cuerpo y el alma. ¿Son en verdad las necesidades
     del cuerpo las del alma? A veces pienso que sí, que
     hay una tremenda coordinación entre las partes.
     Esos días funciono como una orquesta que
     interpretara «Las cuatro estaciones». Me siento
     como si fuera la ciudad de Cuernavaca —en donde
     sólo he estado en dos ocasiones—, que sin duda
     tiene el mejor clima del país. Pero
     también debo decir que hay momentos en que las
     partes no logran coordinarse. A veces amanezco con
     el espíritu claro y dispuesto a cruzar el día haciendo
     nuevas composiciones y resolviendo los más difíciles
     acertijos, pero el cuerpo no me responde, y me siento
     como un animalito lesionado, digamos una paloma con
     su ala quebrada. Entonces tengo que guardar reposo y cerrar
     los ojos y provocar algo así como un desdoblamiento,
     una fuga para no estallar.

 

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