Enciclopedia de criaturas fantásticas en la tradición cultural emiratí. Un estudio sobre el imaginario popular [selección]

Abdulaziz Almusállam

(Jor Fakkán, Emiratos Árabes Unidos, 1966). Estas dos entradas se tomaron de su libro más reciente en español (Verbum, Madrid, 2022).

Prefacio: Mi historia con las criaturas fantásticas

Ya sea en el marco del relato de leyendas o fuera de él, las criaturas imaginarias, con sus formas y horrores constituyen una parte relevante y han sido objeto de atención y tratamiento por parte de la tradición oral, aunque en general se haya hecho sin una verdadera exégesis o interpretación de esas criaturas. Todo el imaginario que las envuelve es ambiguo, inaccesible y carente de réplica, hasta el punto de que muchas de las calamidades personales o colectivas acontecidas en el pasado fueron y siguen siendo atribuidas al hecho de haber querido ahondar en su naturaleza.

El relato de estas criaturas y sus particulares historias forma parte asimismo del acervo literario popular, si bien su propia naturaleza y su contenido los acercan más al universo de las creencias, la superchería y las tradiciones populares. Para cada vicio moral o disfunción social existe un elemento aterrador y de superstición cuya misión no es otra que disuadir a quienquiera que ose transgredir o violentar ciertos valores. Son muchos los males de la sociedad: la envidia, la impudicia, la pereza, el adulterio, el robo, la traición, la avaricia, la injusticia, el odio… Por lo común, a través de estos personajes se trataba de mandar un mensaje que, instalándose en lo más profundo del imaginario infantil, al que iba en particular dirigido, actuase como una dolorosa inmunización que previniera el contagio y la propagación de dichos males.

Una sociedad como la emiratí ha experimentado la contradicción de haber vivido en pleno aislamiento en lo personal e individual y en plena apertura al mundo en lo económico y material. A pesar de las singulares bondad y sencillez de la vida antigua y de las gentes de la región, éstas se mostraban cautas a la hora de comunicarse con el otro, fuera éste cercano o no, lo que contribuyó a un mayor aislamiento y, con él, al miedo a cualquier tipo de pensamiento no tradicional, a excepción de aquel que procediera de fuentes fiables. Mientras la venganza era tenida como una acción permisible, la necesidad de abrirse al nuevo pensamiento y de romper el aislamiento se hizo perentoria.

De esta manera, los emiratíes adoptaron símbolos y signos de diferente significado, tanto en sus vidas particulares como en la literatura popular. Tales símbolos pasaron a ser habituales en los imaginarios particular y colectivo, ejerciendo su influencia en el pensamiento y en sus propias características, pero haciendo de la literatura emiratí una paradoja en sí misma. A pesar de su sencillez formal, la ambigüedad de su contenido dificulta la comprensión y la convierte en un desafío para el estudioso de esta literatura, que requiere de una precisa y profunda aprehensión del carácter emiratí.

Mi particular relación con los seres sobrenaturales viene de antiguo. He vivido fascinado desde mi primera infancia por los numerosos relatos fantásticos que me contaba mi madre. A esto se añade el hecho de haberme criado en una familia cuyas raíces se extienden por áreas y lugares diferentes, factor que enriqueció mi imaginario con tradiciones populares diferentes. Crecí en una familia de clase media oriunda de Alahsa, actualmente en la parte oriental de Arabia Saudí. Mi abuelo, Abdurrahmán bin Muhámmad Almusállam, emigró desde la población de Aljasha, en Alahsa, en el último cuarto del siglo xix. Mi tía, Fátima bint Muhámmad bin Abdurrahmán Almusállam Aljalidí, no se cansaba de recordarnos estos orígenes tribales y nuestra gloriosa tradición familiar en aquel lugar. Con el tiempo, mi familia se mudó y residió durante más de una década en el emirato de Ajmán,1 donde nació mi padre. Él no volvió a Sharjah hasta los siete años. Así pues, mi familia retuvo una gran cantidad de elementos de la tradición oral de Ajmán. Mi abuela materna nació,
vivió y murió en Dibba,2 y hablaba el dialecto local, por lo que mi madre heredó un buen número de dichos populares de Dibba.

Antes de que se produjera la unión de los Emiratos, bajo el gobierno de Sheikh Khalid bin Muhammad Al Qasimi (1965-1972), a mi padre se le encomendó la dirección de la planta eléctrica de Jor Fakkan, situada en la costa oriental, pues contaba con una amplia experiencia en ese ámbito. Nos instalamos allí a mediados de 1970 y vivimos en ese lugar ocho años. Jor Fakkan es una población rodeada de montañas. El imaginario popular de la zona estaba cargado de creencias tradicionales y de todo tipo de supersticiones que conformaban un rico acervo cultural lleno de fantasía y mundos sobrenaturales. No pasaba un día sin que saliesen a colación los yinn, genios de la magia o de la envidia, hasta el punto de que se convirtieron en unos más entre las frecuentes visitas. A veces era mi madre quien los veía, otras mi hermano mayor y, en ocasiones, hasta yo mismo… Así fue hasta que recurrimos a ciertas fórmulas para mantenerlos alejados de nosotros, fórmulas como echar sal, atam (acebuche) o terket saleh (una sustancia negra y agria), entre otras cosas que nunca debían faltar en casa para expulsar a aquellos intrusos.

Para cuando regresamos a Sharjah a comienzos de 1979, todo aquel mundo imaginario ya estaba instalado en mi memoria y nunca la abandonaría.3 A comienzos de 1980, cuando era ya estudiante de secundaria,4 comencé a registrar en un cuaderno algunas de las historias de mi madre, poemas, canciones en verso, recitaciones íntegras del Corán, nanas (mahawa), canciones de juegos populares, acertijos, historias y vocablos maravillosos que ella empleaba…

En 1984 se inauguró en los Emiratos Árabes Unidos el Centro de Patrimonio Popular del Golfo Arábigo, que pocos meses después lanzó su primer curso de formación para investigadores. Fui uno de los primeros estudiantes del Golfo que se unieron a esa primera promoción, desde diciembre de 1985 hasta enero de 1986. Tras mi graduación, me convertí en miembro del grupo de investigación del Golfo y me encargué de recoger tradiciones populares. Trabajé en los Emiratos Árabes Unidos y en Catar. Estuve a punto de desarrollar mi investigación en Alahsa, pero no pude, debido a mis obligaciones y a una serie de contratiempos.

En 1987 fui nombrado técnico de comunicación en el citado centro. En 1988, me uní al Departamento de Cultura e Información de Sharjah para un puesto creado ad hoc para mí, como supervisor de patrimonio. Dado que mis obligaciones no estaban delimitadas en aquel momento, mi trabajo se circunscribió a la coordinación entre el Departamento y el Centro del Patrimonio Popular de Catar. Posteriormente, el Departamento creó una sección con el nombre de Departamento de Antigüedades y Patrimonio, aunque su director sólo era especialista en antigüedades, por lo que no estaba interesado en el estudio de la tradición cultural.

En 1989, Su Alteza Sheikh Dr. Sultan bin Muhammad Al Qasimi, miembro del Consejo Supremo de los Emiratos Árabes Unidos y gobernante de Sharjah, puso en marcha el Museo de Sharjah, consagrado a la exhibición de piezas arqueológicas de diferentes períodos históricos halladas en
Sharjah. Albergaba dos salas dedicadas a la cultura popular y contaba con gran cantidad de piezas proporcionadas por la administración. Me integré en un equipo dedicado a catalogar y documentar dichas piezas.

En 1990, Su Alteza el emir de Sharjah ordenó restaurar la ciudad antigua de Sharjah5 y se encargaron diversos proyectos antes de empezar los trabajos. Se encomendó la tarea de supervisar la restauración a un experto árabe.6 Las obras se iniciaron en Beit Alnabuda,una vivienda construida en el siglo xix y abandonada en la década de 1960.7 Existían numerosas leyendas en torno a aquella casa, especialmente en lo que tocaba a los yinn. Una experta francesa llamada Anne, interesada en la etnología y en lo relativo a mitos y creencias, se encargó de realizar el diseño de las salas del museo dedicadas al folclore popular. Acompañé a Anne en varios viajes por los Emiratos para recoger información de carácter etnológico sobre sus gentes. Durante esas estancias entre los beduinos, tanto los que moraban en entornos urbanos como rurales, escuché un buen número de testimonios orales y de historias acerca de seres sobrenaturales. Testimonios que se grabaron en mi memoria de forma indeleble.

En este breve repaso por los estímulos que me han traído hasta aquí, quisiera añadir, por último, que la lectura de las obras Almustatraf fi kull fann mustazraf (Lo singular en todo arte perspicaz),de Alabshihi, y Badai alzuhur fi waqai alduhur (Florilegio de crónicas a lo largo de las épocas), de Ibn Iyas, me animaron sobremanera a profundizar en esta rama de la literatura.

Beir Bujerita

Los animales propios del entorno natural emiratí constituyen el material principal a partir del cual se construyen las fábulas en los Emiratos. En este sentido, el más importante protagonista de todos ellos sigue siendo el camello. Veamos ahora un personaje llamado Beir Bujerita (El Camello del Saco), el más terrible y horroroso de los camellos.

Denominación

El nombre compuesto de esta criatura, Beir Bujerita, está formado por tres palabras que en árabe son: beir, que significa «camello»; bu, que significa «dueño», y jarita, que significa «saco». La gente cree que el jarita es un gran depósito de piel que sale de la boca del camello y que usa para comer. El diccionario Mujtar alsihah indica que jarita hace referencia a una bolsa de piel o de un material similar que se cierra para guardar lo que contenga.

Descripción

Beir Bujerita es descrito como un camello grande y salvaje que aparece a la hora de la siesta para merendarse a los niños que están jugando fuera de casa.

Leyendas

Las gentes de los Emiratos cuentan que un extraño camello salvaje se aparece determinados días del año, se esconde en los callejones o entre los árboles y acecha a los niños pequeños que salen a jugar a la calle después de comer. Los acecha, los ataca, se los traga y desaparece.

También afirman que en ciertas noches se oyen los lamentos de algún niño que Beir Bujerita se ha tragado pero aún sigue atrapado en su saco. Se deduce que Beir Bujerita lo habría regurgitado en algún lugar desconocido y desde entonces el niño no ha dejado de llorar. Como el niño no recuerda a su familia, no puede volver a su casa, ni puede tampoco abandonar el lugar, por miedo a que el camello regrese y se lo trague de nuevo.

Ésta no es la única historia que existe en torno a Beir Bujerita en los Emiratos. Um Hamid, una de las narradoras, subraya la importancia de la leyenda de Beir Bujerita y dice que no se trata de una invención, sino de un camello real que tiene una panoplia de capacidades inusuales. Sostiene que, cuando ella era joven, Beir Bujerita se puso a perseguirla y que no encontró otro lugar dónde resguardarse más que en lo alto de una palmera, donde el monstruo no podía alcanzarla. Al parecer, el camello se habría quedado aguardando al pie del árbol hasta que llegaron unos hombres a echarlo. Entonces le dijeron a la chica que bajase del árbol, pero ella no podía porque era la primera vez que había trepado a una palmera. Los hombres la ayudaron a bajar muertos de risa.

Lo más llamativo de este personaje tal vez sea el elemento que utiliza para tragarse a los pequeños. Emplea un gran saco que proyecta desde la boca y engulle a sus víctimas. Hay quien afirma que se trata de un saco de color blanco y otros dicen que rojo. Ambos colores poseen un significado especial, ya que, si es blanco, estaría formado de saliva, mientras que si es rojo, formaría parte de la lengua.

Beir Bujerita provoca un profundo quebranto en el corazón de los niños. Recuerdo cómo mis coetáneos y yo de chicos temblábamos cada vez que veíamos un camello a la hora de la siesta. Y, como lo viéramos refunfuñar, montábamos un follón enorme gritando su nombre. Durante la época de celo, los camellos presentan un comportamiento agresivo e irascible, especialmente aquellos que no encuentran compañera. Estos animales sólo se aparean una vez al año, en primavera, y es durante ese tiempo cuando la apariencia de los camellos cambia: sus ojos se tornan rojos y amenazadores y sus bocas se llenan de desagradables espumarajos, formando una especie de bolsa de baba. Sus movimientos delatan que están en un estado de nervios próximo a la locura y que pueden ponerse muy violentos.

No debemos perder de vista que la tendencia a la venganza es uno de los rasgos característicos de los camellos, tanto en el macho como en la hembra, tanto en época de celo como en cualquier otra fase del año. Son muchas las pruebas que así lo confirman.

Tradición local

En la tradición emiratí hay muchas anécdotas e historias en torno al camello. La gente habla de sus peculiaridades, sus bondades, su capacidad de aguante y su paciencia, pero también de su ira, su rencor y su perfidia. Del mismo modo, los camellos son una fuente de dichos y refranes, como, por ejemplo: «La opinión es como un camello descarriado», o «Quién tuviera el cuello del camello».

A muchas personas se las califica de «camello» a modo de mote o insulto. A cualquiera que sea alto, malicioso, celoso o paciente se le llama «camello».

Tradición árabe

Como decíamos antes, la palabra beir alude por igual al macho y a la hembra, siempre y cuando sea joven. La «noche de beir» es aquella en la que el profeta Mahoma —la paz sea con él— compró su camello a Yabir.

En Almustatraf,de Alabshihi, podemos leer que los charlatanes que elucubran sobre la naturaleza de los animales dicen que no hay macho que tenga peor temperamento que un camello en época de apareamiento, pues su humor empeora, soporta tres veces más carga de lo habitual, come menos y babea menos, pero al hacerlo le sale de la boca un saco de origen desconocido.

Cultura universal

Una famosa leyenda india cuenta la historia de un hombre que intentó violar a una hermosa joven y, como castigo de Dios, fue convertido en un horrendo camello.

En las fábulas de animales se cuenta que el camello es engañado a menudo por otros animales, como leones, leopardos y chacales, para comérselo. En Europa se dice que los fantasmas no se atreven a atravesar el umbral de una puerta bajo la que se halle enterrado un camello.

En resumen, creemos que Beir Bujerita es una creación genuina del arte emiratí y guarda un sabor más local que cualquier otro elemento similar. La presencia del camello en la vida y en la historia de las gentes de la Península Arábiga y del resto de los países árabes es constante y viene de muy lejos. Existen muchos tipos de camélidos, siendo el dromedario el más famoso, fuerte y numeroso de todos ellos, pues representa el noventa por ciento de los camélidos del mundo.

Beir Bujerita es un ser real y fantástico al mismo tiempo. Es real en tanto que su naturaleza animal así lo dicta, y fantástico debido a sus poderes sobrenaturales y a su capacidad para aparecerse en más de un lugar a la vez.

Himara y Kilab Alqaila

A esta criatura legendaria se le atribuyen muchos nombres y descripciones. Algunos la llaman Himarat Alqaila, «La Burra de la Siesta», y otros, Kilab Alqaila, «Los Perros de la Siesta».

El elemento principal de estos nombres o figuras es la referencia a un momento determinado, denominado qaila («siesta»), es decir, el periodo de tiempo comprendido entre el mediodía y el atardecer y uno de los dos momentos en los que se aparecen los yinn y los demonios. El otro momento es el ocaso.

Descripción

Como hemos mencionado antes, el momento del día que conocemos como hora de la siesta constituye el rasgo definitorio de esta criatura. Se trata de un momento del día extremadamente caluroso en cualquier estación del año, en el que los yinn y los demonios se aparecen en forma de burras o de perros.

Leyendas

Hay muchas historias que hablan de los demonios que aparecen a la hora de la siesta, pero los tipos concretos que se mencionan vinculados a este momento del día se limitan exclusivamente a las burras y a los perros.

La mayoría de los relatos coinciden en que la hora de la siesta es un periodo muy peligroso durante el que se desaconseja salir, trabajar o realizar cualquier actividad. Incluso hacer el amor resulta peligroso, puesto que los niños podrían salir poseídos. Evitar que los niños salgan a la calle a la hora de la siesta es capital, pues ellos son particularmente vulnerables a la acción de los demonios.

Como dijimos, la mayoría de los narradores afirma que las formas que adoptan los demonios a esas horas son las de burra o perro, de ahí la denominación de «burras y perros de la siesta».

Aunque el ser humano domesticó al burro hace mucho tiempo y éste le sirve con obediencia, los yinn pueden alterarlo con facilidad y poseerlo. Las gentes de los Emiratos creen que cuando un burro rebuzna es porque un demonio ha pasado por delante de él.

La burra recibe el nombre de himara, mientras que al macho se le llama misrri, nombre que deriva de la palabra surra o «fardo», a modo de metonimia, ya que se carga a los burros con fardos.

Se emplea el verbo sarra para empaquetar la ropa haciendo un hatillo, y se denomina misarr a algunos tocados masculinos. Los hombres de los Emiratos pueden lucir en la cabeza una ghutra, un pañuelo, un shemag, un dasmal o un misarr.

El burro recibe también el nombre de hayanyal, aunque no es un nombre corriente, sino un vocablo empleado más bien en la poesía escrita en dialecto local, como en el célebre poema del poeta Rashid bin Tannaf, que dice:

Oh, hijo de hayanyal, ahora comprendo cuán inmundo eres

pues que el amor sus particulares normas establece

y no obstante yo sé bien lo que ansías y sientes,

aquello que de prematuras canas ha sembrado mis sienes.

A pesar de la fama de la que gozan los perros como animales leales y sinceros, es sabido que son presa fácil para demonios y yinn, como también se sabe que, cuando ladran, lo hacen obedeciendo las órdenes de los demonios para perturbar la llamada a la oración y la mención del nombre de Dios. El ladrido de un perro podría ser una señal de que hay un yinn cerca. No debemos olvidar tampoco que, a pesar de esa fama de animal fiel, los perros a menudo simbolizan lo mezquino, pérfido y ruin.

Los antiguos afirmaban que quien quería aprender las artes mágicas en los Emiratos en aquellos tiempos remotos debía comenzar haciendo dos cosas: la primera, ladrar al sol poniente, como hacían los perros, y la segunda, revolcarse en la arena, como hacen los burros.

Los perros y las burras de la hora de la siesta son las criaturas más peligrosas que se aparecen por la tarde. El exorcismo en estos casos sólo es posible mediante la lectura y recitación del Corán, repitiendo e invocando el nombre de Dios y haciendo súplicas y rogativas.

Tradición árabe

En el Mujtar alsihah se dice que qaila significa «mediodía» y se aplica a dormir la siesta por la tarde.

Sobre el burro, Alabshihi lo menciona en su obra Almustatraf. En la parte dedicada a animales, pájaros, bestias, alimañas e insectos, escribe que algunos árabes no montaban jamás en burro, aunque lo necesitasen por causa del cansancio. Al burro se le conoce también como «Abu Saber», «Ibn Shanna», «Ibn Dulan» y «Abu Ziyad». Tiene más de cuarenta sobrenombres, entre los que se encuentran: alyurf, alerd, alekmus, alemkus, alkisuum, alkiisum, alelch, algeidar, alyalaad, alajtab, alsoal, alsalsal, almussalsel, alsalasel, alhumhyam, aldabel, alnahhaz, alkinder, alkanader, alkindir, alqalah, almikraf, almuaded, alqulu, alnajja, alkabbas, almahlich y almihlach.

Desde antiguo, el burro es un elemento central en diversas narraciones, fábulas y anécdotas. Esopo lo menciona en veinte de sus fábulas. Es más, podemos decir que la primera novela conservada de la historia de la humanidad es El asno de oro, de Lucio Apuleyo, una obra maestra de la literatura latina.

Sobre el perro, Alabshihi afirma que es uno de los animales más salvajes sobre los que el demonio, por encima de Adán, tiene autoridad.

En la Enciclopedia de leyendas árabes, Muhammad Ayina sostiene que los árabes pudieron observar alguna relación entre los perros y los yinn. Los perros serían las monturas sobre las que cabalgan los yinn, y los perros negros serían yinn o demonios. Esta idea enfatiza el mensaje que hemos recibido a través de ciertos refranes que nos instan a alejarnos de los perros, a menos que sea para cazar, guardar los rebaños o proteger las granjas; y a matarlos, especialmente si se trata de perros negros con manchas alrededor de los ojos, pues éstos son el propio Satán, o alguno de sus demonios.

El perro ocupa un lugar no menos destacado que el de otras criaturas en las fábulas y relatos. Así encontramos que aparece en diecinueve fábulas de Esopo. Es un hecho que las gentes de los Emiratos odian todo lo que aborrece su fe islámica, como los yinn y los demonios que aparecen en tropel a la hora de la siesta. Asimismo, se muestran muy estrictos con los niños y los jóvenes, a los que amedrentan e instan a no salir en horas prohibidas como ésa, para protegerlos de todo mal.

Son muchas las desgracias, desapariciones y hechos aciagos que se han producido por desobedecer las exhortaciones, instrucciones y tradiciones referidas a no salir de casa cuando está prohibido. A los chicos que se ponen a jugar fuera de sus hogares a la hora de la siesta se les llama «demonios», del mismo modo que a cualquier niño que se comporta de forma inapropiada se le llama «diablo».

Aunque la burra y los perros de la siesta sean criaturas fantásticas, su existencia y presencia son incuestionables, no tanto porque se les atribuya a los demonios la capacidad de poseer cualquier cosa, incluyendo objetos inanimados, insectos, pájaros, animales y seres humanos, sino porque son una creencia que subsiste desde los tiempos lejanos de nuestros antepasados, que nuestros padres y abuelos nos han narrado, confirmaran o no su existencia.

Traducción del árabe de Angelina Gutiérrez Almenara y Luis Miguel Cañada. Ilustraciones de Elif Toderbek y Muhámmad Abouk.

Comparte este texto: