Emilio Zafrán / César Enrique Hernández Orozco

Preparatoria 11 / 2012A

De entre todos los artistas, hay uno especial: nadie entiende su verdadero arte, que disfraza y apoya con uno más. Su risa impregna, como el aroma del café, a su víctima principal y de las manos le escurren cartas en forma de venganza; sus letras son la cera y la agonía sus ideas. Nunca hizo nada malo, sólo juega con fotografías que atormentan la esperanza.
Sus facciones son toscas, como las de la difunta escultura que habita en sus sueños.  
Le gusta el arte y es el mejor en lo que hace, pero nunca nadie logró ver su grandeza. Eso sólo le inspira venganza.
Es una persona normal ante las demás, porque la sociedad sólo sabe lo que él quiere que sepa. Como padre es ejemplar, todo esto lo ideó por su hijo: hacer pagar a alguien más lo que hizo.
Tiene una mente muy compleja, te da lecciones que mejoran tu vida, y parte de ahí para arruinártela. Él no hizo nada malo porque otros ya admitieron haberlo hecho,  y él sólo ríe de esto.
Siempre tiene la cámara en sus manos, satisfaciéndose por su motivo de errónea libertad.
Ése es él, el hombre que disfruta de la vida por gracia de sus atrocidades.

 

 

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