Prepartoria 13 / 2015 B
En aquella vasta estancia sólo se distinguían lo amarillo de la veladora y la blancura de las ropas de la cama.
Cuando los ojos se acostumbraban a aquella media oscuridad, sobre la cama se veía la silueta de un hombre, siendo lo único que se movía en aquella habitación, temblaba. Cada extremidad se retorcía al compás del sonido del reloj que colgaba de la pared.
Tic. Toc. Tic. Toc.
A las doce en punto el hombre comienza a… ¿sollozar?
No. Está riendo.
Hay algo en la habitación que le causa gracia. No soy yo y, claramente, tampoco eres tú.
A pesar de esta inexplicable hilaridad, el hombre continúa temblando.
Tic. Toc. Tic. Toc.
Han pasado quince minutos y la risa ha despertado al gato, que ha decidido salirse a la calle.
Los temblores han hecho que la veladora caiga al suelo, ahora el piso se ha manchado.
El hombre se ha convertido en un ovillo a la orilla de la cama; un ovillo tembloroso y sonoro.
La única luz que ilumina la estancia va a parar al objeto más estable de aquel lugar: el reloj.
Sin alterarse, sin perder el ritmo, marcando el tiempo y llevándoselo.
La risa del hombre aumenta con cada segundo que pasa. Inexplicable, constante, sonora, burlona.
Ésta no pertenecía a una persona cuerda pero tampoco me atrevo a decir que era de alguien totalmente desquiciado. Pertenecía a un hombre que se había dado cuenta de todo lo que le faltaba por perder.
Los temblores habían cesado y parecía que el tiempo iba más lento.
Tic. Toc.
La una en punto y el reloj se detuvo. La risa también ha parado.
Nada rompe el silencio, todo se ha quedado quieto.
El hombre suspira, un suspiro que llena la estancia de alivio y de aire pero también de algo más…
Se levanta de la cama, arrastrando consigo una sábana blanca. Camina hacia el lugar donde yace el reloj; silencioso y derrotado. Los temblores también han podido con él, ¿o ha sido la risa?
El hombre lo levanta y decide colgarlo de nuevo en la pared.
Tic. Toc. Tic. Toc.
Es la una con diez y la risa ha vuelto al compás del tiempo.