El túnel / Miguel Alejandro Peña Ruelas

Preparatoria 5 / 2014 A

Se cerró la puerta. La lluvia impide ver a través de los cristales del tren. Había sido una tarde muy nublada y hacía poco que la lluvia caía muy densamente.
     —No me gusta la lluvia —dice una niña asustada a su madre. La respuesta es que pronto llegarán a casa.
     Ilusos, no saben que este tren es el fin, no llega a ninguna ciudad conocida, como Nueva York, Chicago, Denver o alguna otra parecida; este tren nos lleva a Stone’s Cross, un pueblo muy cercano a Las Vegas que tiene exceso de población para ser de mediana categoría. El viaje acaba de comenzar y alcanzo a percatarme de que varios niños no están muy contentos de ir a su casa. Ciertamente, Stone’s Cross es como la Ciudad Gótica del suroeste de Estados Unidos, sólo que setenta veces más pequeña y con la mitad de población, crímenes al por mayor y ningún Caballero de la Noche que proteja de estos delitos.
     En la ruta, el tren atraviesa un túnel de aproximadamente cinco kilómetros de largo en los que se queda totalmente a oscuras; este pasaje es aprovechado por muchos asaltantes para cometer sus fechorías contra los tripulantes. Si les va muy bien, desaparece sólo su cartera o una papa si están en el vagón restaurante; en cambio, de las historias que se cuentan, las peores cosas no han sido encontrar a varios pasajeros asesinados, sino que hasta se han hallado varios cuerpos en los últimos vagones. Claro está que estos asesinatos increíbles, el secuestro de la víctima, matarla y dejarla en un sitio visible en menos de un minuto, eso, más que asustar, es de admirar, porque indica que el responsable estaba “capacitado” para Stone’s Cross.
     Mi mente divaga mucho mientras estoy en el tren, usualmente leo un libro o escucho mi reproductor de música para amenizar el viaje, pero este día no es el caso, según mis cálculos, estamos ya a menos de cinco minutos del túnel y se alcanza a ver que todas las personas regresan a sus compartimientos, les da miedo ser robadas –eso es algo irónico dado el pueblo al que se dirigen–. Acerco mi equipaje y me pongo la chaqueta. El túnel está a tres minutos.
     Llegan cuatro personas a mi compartimiento, rápidamente las analizo y accedo a que entren, no representan ningún peligro. No hasta el momento.
     El túnel está a dos minutos y ya no se ve nadie en el pasillo. Desde mi perspectiva alcanzo a ver ocho compartimientos incluyendo el mío. Realmente estar sentado a un lado de la puerta no es tan malo, si hay que escapar rápido, estar afuera, a cuarenta metros de la salida más cercana no tardaría más de tres segundos.
     El túnel está a un minuto. A treinta segundos. A diez segundos. Si he de actuar será mejor crear una distracción, cuando acerqué mi maleta hace tres minutos, ya estaba preparada para el juego; patearla y provocar distracción es de lo más común, lo mío es más increíble. Al momento de que la maleta se abre por el golpe de mi puntapié, cierro los ojos para que no me aturda; una cortina de humo y una intensa luz blanca invaden el compartimiento. ¡Es ahora o nunca!…

 

Comparte este texto: