El pecado prohibido / Miriam Ramos

Preparatoria Regional de Tala / 2014 B

Cada noche desde que estuve consciente de lo que hacía y de lo que aquello significaba me escabullía entre pasillos y laberintos de pasión desatada.
     Te recuerdo tan tierno cuando me contabas aquellos cuentos para dormir. Pero conforme fuimos creciendo nos miramos diferente, ya no éramos esos niños inocentes, ahora nosotros escribíamos los cuentos y las historias.
     Recuerdo el olor de tu piel, tus labios gruesos, carnosos, a los que deseaba besar, tus manos tan suaves que mi piel deseaba que la tocasen, tu cara a la que me fascinaba ver. Sí, tan sólo te deseaba.
     Recuerdo aquella noche de nuestro primer encuentro y el principio de muchos, para algunos de pecado y lujuria, para nosotros fue  símbolo de nuestro amor. Comenzaste a besar mis labios, todavía evoco tu dulce olor que ahora tengo impregnado en mi piel y del que no puedo desprenderme. Recorriste mi plano astral de mundo en mundo. Te aprendiste de memoria cada parte que lo conformaba, y me aprendí el tuyo.
     Comencé quitándote la camisa y luego a desabrochar tu pantalón, despacio, te besé lento y después más intenso; bajé poco a poco por tu cuerpo hasta llegar a un punto que no conocía y del que me encantó saber, lo besé tiernamente y después lo saboreé en una revuelta de placer con tal satisfacción. Continuaste explorando mi plano astral y conociste un nuevo mundo al cual entregarte por completo.
     Besaste donde debías besar, tocaste donde debías tocar, acariciaste mi entrepierna y después subiste a un punto donde yo no conocía que pudieran existir esas sensaciones de placer. Relamiste lo que salía de mí y lo saboreaste mientras yo te miraba, luego te introdujiste en mí con gran regocijo.
     Sentía cómo bailabas dentro de mí, un poco lento y después subías el ritmo, te encantaba observarme pero lo que más te fascinaba era que estuviera encima de ti, sometiéndote de una forma que a cualquiera le gustaría, iba rápido y después lento. Acariciaba tu pelo mientras mi lengua recorría tu cuello y detrás de tu oreja, sentía cómo tu respiración se agitaba mientras prestabas atención a la mía que se aceleraba, sentía que me contraía y como mis muslos se tensaban, había una desesperación que se acumulaba de energía nueva sin explicación, hasta llegar al punto de estallar  en una oleada de placer como una supernova. Era genéticamente esperado, por nuestras venas corría la misma sangre envuelta de pasión prohibida.

 

 

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