(Seregno, Italia, 1958). Su libro más reciente es Con il foglio sulle ginocchia (Casagrande, 2020).
y con ardiente afecto al sol aguarda
Dante, Paraíso, XXIII, 8
Aquel papel de seda variopinto, crujiente entre los dedos de quien lo extendía, lo estiraba con mimo, por las esquinas sobre todo, para levantar bajo nuestros ojos un frágil cilindro, una precaria torre y después incendiarla con una cerilla, en la cima; y nosotros que esperábamos absortos para ver aquel sol de Sicilia impreso en el papel elevarse del plato con una ligera sacudida y transmutarse después en vuelo trémulo… Pero cuanto más subía más se consumía y quedaba suspendido un instante en el aire: un trozo de sol ennegrecido, un fragmento de torre en llamas cayendo de vuelta al plato; y entonces, mientras revoloteaba aún sobre nosotros el confeti de papel quemado, incluso ya sin hambre pedía otra naranja para pelarla, imploraba que lo hicieran otra vez, que repitieran aquel juego con el fuego.
De La carta delle arance, Casagrande, Bellinzona, 2016.
Versiones al español de Teresa Lanero,
ganadora de la tercera edición de M’illumino d’immenso. Premio Internacional de Traducción de Poesía del Italiano al Español, convocado por el Instituto Italiano de Cultura de la Ciudad de México, la Embajada de Suiza en México y el Laboratorio Trādūxit, con el patrocinio de Biblioteche di Roma. El jurado estuvo compuesto por Barbara Bertoni, Fabio Morábito y Hernán Bravo Varela.
La carta delle arance
e con ardente affetto il sole aspetta
Dante, Paradiso, XXIII, 8
Quella carta velina, variopinta, / frusciante tra le dita / di chi la distendeva, la stirava con cura, / specie negli angoli, per innalzare / sotto i nostri occhi un fragile cilindro, / una precaria torre e poi incendiarla / con uno zolfanello, sulla cima; / e noi che aspettavamo intenti / di vederlo, quel sole di Sicilia / stampato sulla carta, sollevarsi / dal piatto con scrollo leggero / tramutantesi poi in volo tremulo — // ma più saliva più si consumava, / e, rimasto un istante sospeso nell’aria, / ecco un pezzo di sole annerito, / un frammento di torre in fiamme / ricadere sul piatto; / e allora, mentre ancora volteggiavano / sopra di noi coriandoli di carta strinata, / anche senza più fame / chiedevo un’altra arancia da sbucciare, / imploravo di rifarlo, ripeterlo, / quel gioco col fuoco.