Dos poemas

Ida Vitale

Luna llena, Tierra vaciada

Blanco talón nunca alcanzado, 
riza las dóciles mareas, 
sosiega pájaros inquietos, 
mientras desnudo viene y va.
¿Qué, en nosotros, responde a ese 
grumo de luz que nos vigila?

Quizá un secreto mar de sangre, 
en cárcel provisoria preso, 
empieza ahora a aglutinarse
y concluya una paz de pluma 
ahogada en bruma de luz blanca, 
sin arrostrar lo que atrás queda.

En la alta alcándara, un misterio. 
Abajo, agujas en el agua,
luna llena, tierra vaciada. 
Por esa paz mentida, huyen, 
último acorde de un redoble, 
los derrotados pasos solos.

El reparto

El reparto es casual:
nada aterriza donde debe,
donde habría que distribuir tesoros 
se atribula.

El reparto, siempre casual, 
se asusta, pero,
y eso es lo absurdo, 
insiste.

A la noche, que 
anunciaron radiante, 
le advierten
que no habrá amanecer.
 
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