ANACRÓNICAS / Entrevista falsa a Huidobro o algunas razones para escribir como escribo / María Negro

Entrevista falsa a Huidobro o algunas razones para escribir como escribo / María Negroni

—Empecemos por un lugar cualquiera: ¿Qué tipo de novelas prefiere?
—Las de detectives.
—¿Y por qué?
—Porque me encantan las matemáticas.
—Ahá… ¿y qué es escribir, para usted?
—Suprimirse.
—¿En qué sentido?
—En el más desesperado.
—¿Y para qué sirve la poesía?
—Para nada. Aparte de eso, es una casa o un aula o un cofre que, como una clavis universalis, incluye la dialéctica, la eterna imagen del Amado, la posibilidad de perder la propia vida, los Remedia Amoris de Ovidio y cualquier otro enigma que se le ocurra.
—¿Cómo se relacionan poesía, verdad y belleza?
—Un poema es hermoso porque crea situaciones extraordinarias que necesitan del poema para existir en algún lado.
—¿Cosas que le desagradan?
—Las artesanías, los chismosos, las arañas peludas, Neruda, no precisamente en ese orden.
—¿Cuál sería su máxima ambición literaria?
—Escribir una obra que no existiera para la literatura.
—¿Cuál es, para usted, la función social del arte?
—No tener ninguna.
—Pero ¿cómo, un escritor no debe comprometerse con la realidad?
—Mire, lo que cuenta en un escritor no son sus ideas políticas sino la realidad textual que crea. Además todo arte verdadero ayuda a preservar la incertidumbre y eso, en sí, ya es altamente volátil. No conozco mejor antídoto contra el autoritarismo.
—Pero los poemas tratan sobre cosas concretas.
—No, para un poema lo único concreto es el poema en sí.
—Usted ha vivido afuera de su país.
—Sí, siempre he sido, como todo escritor, un extranjero. Rechazado en todo lugar, vuelvo una y otra vez a refugiarme en el libro que escribo, de donde la palabra me expulsará.
—¿No escribe, entonces, para romper la soledad?
—No, escribo para prolongarla.
—¿Por qué es difícil su poesía?
—Fácil y difícil no son categorías aplicables al poema. No hay más que una poesía, la que transforma la poesía.
—¿Qué piensa del realismo en arte?
—Siempre me parecieron pueriles los libros que se ocupan de contarnos cosas que vemos todos los días hasta hartarnos.
—¿Poetas que lo han influido?
—La poesía empieza en mí.
—¿Títulos tentativos para futuros libros?
—Utilidad de las estrellas, Primera noche en tres besos, Soñado con vistas al invierno.
—¿Algo que lamente no haber hecho o que le gustaría hacer antes de morir?
—Importar ruiseñores a Chile.
—¿Qué consejos le daría a un escritor joven?
—Que entre en la vida, y que ella sea su canto, más que sus palabras.
—¿Qué le diría del mundo?
—Que es un lenguaje que busca un traductor.
—¿Algo que agregar?
—Sí. De todas mis obras, prefiero la que se limita a ser. Es la historia de una danza lentísima, tan lenta que el primer tiempo es como una pregunta, el segundo como una exclamación, y el tercero como un suspiro de añoranza. En una palabra, amo las tramas sencillas. Si no fuera porque se trata de una tragedia anunciatoria de algo, la bailarina principal daría la impresión de estar soñando: hela ahí, parada en el centro de su obsesión, tratando de conquistar la heroica puerta del cielo. En suma: dos piruetas entre el asombro y la duda, una conclusión en un único y precipitado impulso, y la pieza está terminada. Veinte segundos en total para arrancarse la infancia. A esto se le llama inventar lo real.

 

Comparte este texto: