(La Romana, República Dominicana, 1971). En 2018 apareció su Poesía reunida (Zemí).
Diosa de la furia Los taínos veían propicio el movimiento circular del viento al paso de un huracán. Por eso dibujaban a Guabancex, diosa de la furia, con los brazos ondulantes. Hoy Saturno planea sobre Escorpión y el brillo de la Tierra dora el lomo de los libros. Que nadie se aventure al afuera por más dulce que llegue la sospecha, por rotundo que se advierta el llamado nocturnal. Vitilla La tapa del botellón ondea en su dominio de aire, planea sobre el asfalto de la ciudad y todas sus esquinas. ¿Qué activa ese bólido de plástico para dar con la euforia de los niños? ¿Qué pasaje supone el golpe de la escoba contra su pura materialidad de cometa? Al llegar a la casa familiar La casa sigue allí, detenida ante el trajín de los comercios con su enrejado señorial y el ojo de buey observando las inevitables mutaciones del paisaje. ¿Es Diógenes el que se acerca con los bidones del ordeño? Viene en un caballo maltrecho que luce menos cansado que él. Flérida Dolores hierve la leche en una olla inmensa a la que me asomo para encontrar un fracaso de nata y espuma, pero ni un solo dolor de los del nombre de Mamá. En la acera se alinean los compradores. Traen botellas que regresarán rebosantes al sopor de todas las moradas. Sí, alguien limpia una escopeta en medio del patio. No le teman. Bajo esa aparente reciedumbre hay un hombre compasivo. La casa de entonces era un mundo apacible pidiendo sin exigencias la palabra que lo habitara. Ya resuena el jaleo del desayuno. Carmen se acerca desde el jardín contiguo para dar de una alegría que contagia a sus hijos y a mi madre. La mesa está servida, a su alrededor gravitan todos los apegos.