Poemas / Eli Eliahu

Los cobradores
    
     A mediodía tocaron a la puerta (resultado de un malentendido
     con el ayuntamiento referente al pago del impuesto predial).
     Entraron con pistolas, lanzando las facturas:
     tantos metros cuadrados, dijeron,
     tantas deudas acumuladas, los intereses.
     Los retrasos. Vieron los libros en los libreros,
     en el sofá, en la mesa. El más alto preguntó
     si yo estudiaba un doctorado. No, respondí,
     soy un poeta. Vio mi libro sobre la mesa,
     lo abrió y leyó en voz alta: «El mundo se pela hacia atrás
     como la piel de una serpiente gigante». Es bello, dijo, el mundo
     se pela hacia atrás. De veras bello. Aceptaron
     programar la deuda en partes iguales. De entre todos
     los libros escogieron la línea de un poema y se fueron.
    
 La comida
    
     Como en cada Sabbat
     nos reunimos. El timbre anuncia
     a los que llegan. No hay
     más amor aquí que en otras partes.
     Cosas extrañas se dicen
     a veces. Sobre la mesa
     yacen dispuestos los cuchillos.
    
     Lo que no se dice
     se ha vuelto más afilado con los años.
    
     Lo que el ojo no ha visto
     lo rebanan ahora las miradas.
    
     Los niños se sientan
     en las sillas de los muertos.
    
    
El poema
    
     Como un caracol
     abandonado en la orilla,
     no conserva más que una sospecha de aquello que sucede
     en los abismos.
    
     Pero, de vez en cuando,
     alguien se agacha, lo recoge entre los granos
     de arena, y mientras lo hace rodar entre sus dedos
     abisma la mirada, y un pensamiento mudo
     tiembla en él, por un instante
     esquivando luego
     todas las redes.
    
    

    
     Versiones de Jorge Esquinca,
     a partir de las versiones del hebreo al inglés de Vivian Eden («La comida») y del hebreo al francés de Rachel Uzan («Los cobradores») e Isabelle Dotan («El poema»)
 
 

 

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