(Guadalajara, 1967). Es subdirectora regional de radio UdeG Ameca. Fue amiga y colaboradora de Raúl Padilla López.
Conocí a Raúl Padilla López cuando estudiaba en la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara. Yo era concejal de grupo y él era candidato a la presidencia de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) con la premisa y promesa de una nueva escuela racionalista, inspirada en las ideas de la Revolución mexicana. Educación socialista. Es lo que guardo en mi memoria.
Recuerdo también lo que me llegaron a contar. Una gran amiga había acompañado a Raúl a la Feria del Libro de Fráncfort y le dijo: «Algún día haré una feria como ésta en Guadalajara». Me comentaron también que hablaba de «luchar» por cada meta.
Años más tarde ingresé a Radio Universidad y recuerdo cómo era renombrado el Departamento de Investigación Científica y Superación Académica (DICSA), el piso 8 y el nombre de Raúl, proyectos y más proyectos gestándose.
Me tocó ser partícipe de la organización de la Primera Muestra de Cine Mexicano, hoy FICG, y de ahí, del piso 8, surgió también en ese entonces la primera FIL, para la que el mismo Raúl llegó a hacer antesalas de horas para que lo recibiera uno que otro magnate y posible financiador de esa primera feria. Poco después se convirtió en rector. El resto, por lo general, ya se sabe.
«Por sus frutos los conoceréis», y así son los hechos los que definen a cada ser humano. Los hechos hablan por sí solos. Son poderosos. El legado de Raúl radica en los trascendentes resultados, tangibles, que han quedado en nuestra ciudad cambiándola para siempre: Auditorio Telmex, Conjunto Santander, Teatro Diana y muchos más.
El mundo pertenece a aquellos que hacen las cosas, a aquellos que se atreven a actuar con determinación y valentía. A los hacedores. Hombres y mujeres de metas. Emprendedores, luchadores; por mencionar sólo algunos adjetivos.
El licenciado, como muchos le decían, fue valiente para perseguir nuevas oportunidades e iniciar nuevos proyectos. Se convirtió en una versión mejorada de sí mismo, siempre con una actitud positiva y una disposición y posición necesarias para enfrentar los desafíos que se presentaban a diario.
Raúl tuvo una conexión profunda con lo que realizaba, misma que lo impulsó a dar lo mejor de él en cada tarea o proyecto. La energía y la resiliencia necesarias para superar los obstáculos que le surgían en el camino. Cada experiencia la convirtió en una oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal para él y todos quienes lo rodeamos. Se sumergía en sus labores, las horas pasaban volando y él jamás tenía horario.
Raúl Padilla siguió su pasión, siguió su corazón y sin duda disfrutó el imperioso viaje que fue su vida, de la que pudimos ser testigos y beneficiarios, sin lugar a duda. Pragmático y valiente, regresó a donde todos regresaremos; en sus propios términos.
Defectos y lado obscuro, como todos. Obras y resultados, como nadie.
Ahora, Raúl es libre e inmortal