XI Finalista Luvina Joven-Cuento / El internado

Artemisa Jaime González

CATEGORÍA LUVINA JOVEN

Preparatoria 13

La incandescencia del sol golpea mis parpados mientras siento la brisa marina revoloteando a mi alrededor refrescándome del impetuoso clima, la efímera paz que consigo estando en la costa pronto se verá interrumpida por el inminente viaje al que seré sometida, por lo que inhalo una vez más esa esencia salina que cala en profundo en mi interior llevándose todas las impurezas que puede.

La desidia de mi hermano me recibe al llegar a casa, voy al jardín en busca de mis dos caracoles que tengo desde ese día, son lo último que tengo de mi madre, los tomo con cuidado y los meto en una pequeña pecera con lechuga y regreso al salón donde tienen todo listo para el silencioso trayecto hasta el aeropuerto que nos llevará a nuestra estancia temporal en el internado por el que papá ha optado. Mi capacidad de resiliencia es casi nula, igual a la de mi gemelo que duerme con la boca abierta y la cabeza rebotando contra el vidrio de la ventana.

Padre piensa que nuestra rabia será efímera y que solo necesitamos distancia, cree que eso nos ayudará a mermar el vacío que ha dejado la pérdida de mamá, que ayudará a compensar la falta de audición de Nico o remplazará la ausencia de mi pierna.

Después de paralizantes horas sobrevolando las cinco mil quinientas cuarenta y cuatro millas de México a Londres tocamos tierra topándonos con un húmedo y frio ambiente que inunda a todo el lugar de una enorme aura grisácea, apagando cualquier vestigio de alegría que podría haber existido en mí ser.

Al cabo de unos minutos fuimos atrapados por un diluvio que casi vuelve imposible nuestra llegada al internado que se extiende ante el camino de piedra en medio de la espesa vegetación. Ver la edificación ha exacerbado mi mal genio y puedo deducir por el ceño fruncido de mi hermano que el suyo también.

Desde que se quedó sordo no ha querido pronunciar palabra alguna, aunque aún pueda hacerlo perfectamente, por eso no espero un regaño por saltar fuera del coche sin paraguas y mis caracoles en mano, pero sí recibo su mirada aprensiva.

No hay una cálida despedida ni sonrisas con buenos deseos o en su defecto llanto o abrazos afectuosos, ni ruegos para mantener a nuestra despedazada familia junta en estos espantosos momentos, únicamente somos guiados adentro por una mujer que no deja de parlotear, pero en mi trance no logro ponerle atención, ni me interesa hacerlo realmente.

Simplemente me dejo arrastrar con mi alma entumecida, cojeando y con el muñón punzando ya que no me he acostumbrado a la prótesis, aún me enerva saber que dependeré de ese pedazo de plástico y acero para poder andar el resto de mi vida, si me concentro aún puedo recordar cómo se sentía apoyar ambos pies en el suelo y cada que recuerdo la sensación de la arena entre mis dedos me entran ganas de llorar, me limpio furiosa las lágrimas y entro a la habitación que me asignan sin ver o dirigirme a nadie. Este lugar es tan remoto que muy pocos vienen aquí, dejándome una pieza para mi sola donde me permito hundirme en el gran pozo negro que oprime mi pecho.

Mi amanecer es decepcionante, ya que no encuentro ni un mísero rayo de luz atravesando la ventana y al abrir la cortina encuentro el cielo atestado de densas nubes grises que eliminan cualquier posibilidad de sentir el calor sobre mi cara, repugnante.
Con el transcurrir de los días no logro salir de mi entumecimiento, siento que me hundo, pero mis pulmones no buscan oxígeno, siento que me quemo pero mi piel no escuece y me pierdo imaginando una idílica playa donde mi gemelo está sentado en una duna con su guitarra en mano cumpliendo mi capricho de tocar una canción que el odia mientras camino al agua para mojar mis pies. Cada que vuelvo a esta fantasía siento como se estruja mi corazón.

Ninguno de los dos estamos bien, yo perdí una parte de mí, pero a Nico le arrancaron sus sueños y le pisotearon su vida, su bella música paró para siempre, la amargura ha empezado a consumirlo y me siento impotente porque también soy prisionera de los oscuros demonios que se alimentan de mi ser.

Ha parado de llover y por primera vez durante mi estadía se logra vislumbrar un rayo de luz que le cede el paso a un pequeño y opaco arcoíris, casi invisible, pero con una fuerte presencia, el césped está empapado y vago por los alrededores mientras salen los demás alumnos, me alejo lo más que puedo y me acuclillo para dejar libres por un rato a mis caracoles que parecen igual de deprimidos que yo, me siento con cuidado observando su recorrido hasta que unos zapatos se interponen en su camino.

Elevo la vista con el ceño fruncido ante el chico que me mira. La aterradora aura que desprende, hace que sienta un miedo tan enorme que logra sacarme del estupor que me ha estado martirizando, un pánico aplastante y abrasador que aumenta estrepitosamente al ver sus ojos.

Azul y fría como el hielo, su mirada glacial expresa tanto odio y rencor que produce un enorme nudo en mi estómago que me da arcadas, su pálida tonalidad incrementa con las pequeñas venas rojas situadas en la esclerótica de ambos ojos, como si hubiera llorado toda la noche, algo que creo imposible, pero siendo éste el único atisbo de humanidad en él.

Su mortecina piel contrasta con su cabello ébano dándole un aire fantasmal, tan carente de calidez que lo transforma en algo fuera de éste mundo, el único toque de color que radica en su piel son sus profundas ojeras y un difuminado hematoma sobre su pómulo izquierdo con un pequeño corte en el centro, un único y certero golpe que se extiende hacia su oreja.

Sus labios resecos y agrietados habían perdido mucho del atractivo que seguro tienen, son un rasgo que acentúa su inquietante belleza al ser voluptuosos y rojizos, pero ahora incrementan su demacrado semblante. ¿Cómo alguien en tan deplorable estado puede ser atractivo? ¿Cómo puede ser deslumbrante y aterrador? ¿Por qué me parece hermoso? su figura alta y delgada se irguió imponente y terrorífica, sus ropas negras le venían muy grandes, envolviendo su fibrosa figura en sombras. Sin despegar su vista de la mía, elevó su pie, aplastó a mis caracoles y se dio la vuelta como si no hubiera pasado nada, como si no hubiera roto lo que quedaba de mi corazón y no hubiera dejado libres las lágrimas en mi cara. Esa noche tuve pesadillas con un ser ininteligible que me asediaba mientras mi cuerpo tenia violentos espasmos, era incapaz de parar, incapaz de controlar mi cuerpo, incapaz de entender que era lo que quería y porqué me había elegido a mí como su víctima. Ahora me encuentro con aquel chico en todos lados y cada vez pone mis sentidos de alerta al mil, ya había salido de aquel estado de agonía pura que me llenaba desde el accidente, ahora solo hay espacio para el miedo y la ansiedad que me crea escenarios cada vez más perturbadores que siempre tienen algo en común, él era mi verdugo y yo su víctima, la cual siempre termina muerta de formas bastante creativas, obvio. Tres meses han pasado ya y mientras que mi evolución emocional se tornó caótica, la de mi hermano se ha vuelto fúnebre, intento acercarme a él todos los días, llevándole su comida, dándole revistas y libros que me encuentro, intento aprender el lenguaje de señas con él para seguir comunicándonos, pero cada que lo intento él se niega y se larga.

Finalmente hoy, padre hizo caso de mis llamadas y lo mandó a internar a un psiquiátrico, ahora estoy sola, lo cual empeora mis delirios. No puedo dejar de visualizarme lastimada por aquel extraño chico que me ha calado hondo, no lo conozco de nada, nadie me quiere decir su nombre, salen despavoridos cada que los cuestiono y al final me rendí. Los meses pasan con una tortuosa lentitud que me hace preguntarme si en verdad estoy viva ¿no estaré en coma postrada a una cama mientras mi cerebro moribundo produce este caos? No, no soy tan ingeniosa. ¿Acaso morí y éste es el purgatorio? Eso suena más coherente ¿o es el infierno pero aún no me llega lo peor?

Me muevo incómoda revolviendo mis sábanas impaciente por no poder dormir, pero a la vez deseando no hacerlo para evitar las pesadillas, aunque no ha servido de nada porque la pesadilla se materializó frente a mí en las sombras, ocurre mucho últimamente, así que no le di importancia tapándome con la sábana hasta la cabeza, pero un fuerte tirón me hizo darme cuenta que esta vez, la pesadilla era sólida y arrastraba sus manos por mi cuerpo, ésta vez, el miedo no me paralizó, sino que me hizo soltar golpes y patadas a lo bruto para quitármelo de encima, mi puño impactó contra algo duro y mi cara sigue tapada por la tela que mi atacante usó para cortar mi flujo de aire, por más que patalee y me moví, una vez que me tuvo sujeta no pude soltarme, los pulmones me arden, la cabeza me punza, mis extremidades se sienten lánguidas y mi cuello duele cuando mi cabeza cae inerte hacia adelante. Poco a poco la claridad regresa a mí y el conjunto de ardor en mis ojos y el aplastante dolor en mi cerebro me imposibilitan enfocar la vista lo suficiente para saber dónde estoy, todo se ve nebuloso y con el pasar de los minutos logro identificar la silueta de alguien enfocándome en su espalda. Una corta melena espesa y oscura cae en despeinados rizos finos que se enroscan alrededor de una pálida nuca. Intento parpadear un poco más, esperanzada de obtener una visión más nítida de la persona frente a mí, parece que no se percata de mi conciencia, está ocupado murmurando algo que no entiendo viendo fijamente al suelo, lo veo tensarse y sé que siente mi mirada en su espalda pero sigue murmurando por unos instantes más, al terminar comienza a voltearse dejándome pasmada. La mirada de mi verdugo se conecta con la mía y no puedo evitar que mis ojos se nublen más a causa de las lágrimas de terror que produzco, tiene un moretón reciente sobre el amarillento hematoma que siempre porta sobre el mismo pómulo, el izquierdo, eso me hace consciente del dolor en mis nudillos y en varias partes de mi cuerpo magullado ¿logré golpearlo? Se puso de pie, tardo en comprender que ambos estamos en el suelo, su figura enfermiza resultaba tan contradictoria a la fuerza que usó para someterme, es como si la persona que está frente a mí no hubiera sido la que me sometió en mi habitación, pero yo sé que es él, nadie más podría expedir un aura tan podrida y espantosa como la suya. Poco a poco nuestra distancia se acorta, el sonido de sus pasos produce un eco intenso por sus botas. Con cada pisada me contraigo y me despierto mientras intento moverme y alejarme lo más que pueda, pero el penetrante dolor sobre mi hombro derecho hace que un grito corte mi garganta desgarrando mis cuerdas vocales y sofocándome tan violentamente que no puedo retenerlo ni un segundo, al bajar mi vista noto que un tubo metálico me atraviesa la zona y mi prótesis no está, los efectos del aturdimiento se han disipado con aquel movimiento ¿Cómo es que no lo sentí antes? ¿Me drogó? Las ondas de dolor originadas en mi hombro se expanden de pies a cabeza, necesito enfocarme en algo que no sea en mi sufrimiento. La oscuridad del lugar apenas sucumbe al centro de la habitación ante una parpadeante bombilla que no me permite detallar mi entorno, cuando el chico se detiene, se interpone entre la luz y mis ojos. Al arrodillarse frente a mí, me muestra que en sus ojos hay una indescifrable mezcla de sentimientos. Toma un mechón de mi cabello y lo retira de mi rostro acariciando mi mejilla con el dorso de su mano. Poco a poco mi vista se vuelve a nublar ante él y lo último que logro ver con nitidez es una macabra sonrisa torcida que me deja ver el infierno que me espera.

***

Su madre les ha preparado una sorpresa a Cath y a Nico por su cumpleaños, una eufonía de guitarra sale de la habitación del chico mientras que su hermana continúa dormida en la planta de arriba. Sonó el timbre muy temprano, era un mensajero, dejó una caja, ella firmó de recibido, en la caja había un frasco con lechugas y un caracol de esos de jardín, “qué extraño” — pensó. Podría agregarlo a la sorpresa para Cath, siempre le habían gustado y pensaba darle uno, ahora él que ha llegado, lo deja en la pecera donde estaba el anterior junto con la poca lechuga, dos caracoles, como sus dos niños.

Minutos después, la música se detuvo al mismo tiempo en que un grito cargado de terror destrozaba la tranquilidad de la casa, grito que se originó en la habitación de la chica.

Nico sube corriendo y en cuanto entra abraza a su hermana que seguía dormida, gritando, pataleando y suplicando piedad, cuando por fin pudo despertarla, ella se abalanza contra él y esconde la cabeza en su pecho sin dejar de llorar, le sujeta la cara y no puede creer lo que ve, no lo puede creer hasta que mira sus piernas y ambas siguen ahí, con su hermano asustado pidiéndole respuestas ella no pudo pensar con claridad, no podía entender lo que había visto.

Poco sabía ella sobre la sorpresa que su madre les tenía preparada, tendrían que tomar la carretera para alcanzar a su padre en unos kilómetros y partir juntos a sus vacaciones, nada del otro mundo, porque ¿Qué podría salir mal?

Comparte este texto: