Volando bajo La verdadera historia de Los Jilgueros de Rosarito / Gastón Silvestre*

Festival Internacional de Cine en Guadalajara

No me gusta que me comparen con John Lennon,
y de seguro a él tampoco.
Chuyín Venegas

 

Todos tenemos algún momento de nuestra vida marcado por Los Jilgueros de Rosarito. Las canciones creadas por Chuyín Venegas y Cornelio Barraza han acompañado a propios y extraños en el amor y el desamor, en la fiesta y la tragedia, en la adolescencia y la adultez, marcando ya a varias generaciones que hacen suyas las composiciones del dueto mexicano, desde que lanzaron su primer disco en 1984 hasta sus actuales carreras en solitario. No menos importante es la aportación de Venegas y Barraza al mundo del Cine B, donde sus exitosas películas de bajo presupuesto y alta imaginación sobre vaqueros, albañiles, «mojados», todos ellos siempre con sobrados momentos para cantar y enamorar a sus novias de pantalla en turno, son ahora objeto de culto y referencia hasta en los círculos creativos más «exquisitos» y en mercados tan insólitos como Rusia, Japón y Finlandia. Incluso viejos modelos de las infaltables sandalias azules de plástico de Chuyín y las botas rojas de Cornelio alcanzan cifras exorbitantes entre sus fervientes fans.
Rastrear los orígenes del dueto nos lleva al pequeño pueblo de Cantamar, Baja California, donde el moreno Chuyín y el rubio Cornelio se conocieron siendo apenas unos niños de diez y nueve años, respectivamente. Se cuenta que los padres de Chuyín lo dejaron al cuidado de su abuelo mientras se iban a buscar suerte a Estados Unidos, y nunca más volvieron. A Cornelio lo abandonaron recién nacido detrás del escenario de un concierto. Por si fuera poco, la leyenda cuenta que la guitarra con la que el par de pequeños músicos comenzó a tocar era un regalo que el mismísimo José Alfredo Jiménez le regaló al abuelo de Chuyín tras ayudarlo en una pelea de cantina.
El hermetismo que Chuyín y Cornelio han guardado desde su separación ha vuelto imposible corroborar éstas y otras historias. De las pocas cosas que compartieron con su público está esa primera canción que compusieron juntos de niños y que irónicamente sería la canción con la que cerrarían varios años después muchos de sus conciertos internacionales. La letra expone en la jerga popular más directa y sencilla la dura infancia de los futuros Jilgueros de Rosarito, pero también una determinación a prueba de cualquier adversidad:

Hoy me caí de muy alto
Toda la gente se rió
Pa’ que ya no se anden riendo
La verdad ni me dolió

El que no se haiga caído
Es porque nunca subió
Yo me caí para abajo
La verdad ni me dolió

Tuvieron que pasar diez años para que el mundo supiera de Chuyín y Cornelio, cuando su primer sencillo, «Te siento bien lejos», logró saltar a los primeros lugares de popularidad en todo el país. Los Jilgueros de Rosarito comenzaban a escribir su propia historia junto a leyendas similares como Los Terrícolas, Rigo Tovar, Sandro, Los Pecos y Los Bukis. El videoclip de «Te siento bien lejos» mostraba al dueto ya en pleno dominio de su look, con sus peinados diseñados por su representante y expeluquero Lissandro Beltrani y con unos llamativos vestuarios dorados que hoy son la delicia de los amantes del kitsch. La chica del ahora clásico videoclip era interpretada por la prima hermana de Chuyín, Toribia Venegas, una rubia y tímida joven de pueblo que fue además la primera fan oficial del grupo. Los Jilgueros de Rosarito terminarían teniendo el club de fans más grande de Latinoamérica, llamado «Aún tengo tu almohada», nombre tomado de una frase de su éxito de 1986 «Apaga la luz cuando te vayas».
Nadie dirá que Chuyín y Cornelio eran grandes actores, pero sin duda eran unas verdaderas estrellas. Asociados con el legendario productor Bruno Sánchez Félix, hicieron varias de las películas más divertidas del cine B mexicano, aun y cuando fuera sin querer. Ellos seguían siendo esos niños cuya imaginación los había llevado ahora del otro lado de la pantalla, donde siempre había una bella chica para cada uno de ellos. Desde Ana Bertha Miranda hasta Yolanda del Mar y Estrellita Martínez, en una lista que no le pediría nada a Mauricio Garcés. Pero los personajes de Chuyín y Cornelio conquistaban a las chicas de la película no por ser ricos, refinados o famosos, sino por ser humildes albañiles que se enfrentaban al jefe explotador, ilegales que burlaban a la Border Patrol, mozos de caballeriza aguantando duras jornadas con la alegría a veces irracional del mexicano en medio de un presente gris y un futuro incierto. Cuando hicieron canciones en spanglish para la trilogía de Mojados de medianoche, Chuyín y Cornelio se anticiparon al mestizaje que vendría años después en otros géneros musicales. Eran los únicos cantantes-actores que hacían sus propias escenas de riesgo, aunque en realidad no fueran tan arriesgadas. Existe la leyenda urbana de una película de «ciencia-ficción con canciones» que supuestamente habrían hecho para el mercado asiático. Lo cierto es que quedó pendiente de filmarse la anunciada tercera parte de La jauría judicial.
Pero la verdadera tragedia para los fanáticos fue la separación de Chuyín y Cornelio a mediados de los años noventa. No se dijo mucho sobre las razones de la disolución del dueto, pero dado el rumbo que han tomado sus respectivas carreras en solitario es notorio que la ambición de Chuyín ya no era compartida por Cornelio. Y mientras Chuyín hizo de París, Francia, su lugar de residencia para desde ahí continuar su conquista de nuevos públicos, Cornelio regresó a Baja California, presentándose esporádicamente en pequeños escenarios y llevando una vida de bajo perfil público. Ninguno de los dos ha vuelto a hablar, ni se sabe nada del disco inconcluso de Los Jilgueros de Rosarito, ese álbum que, se dice, era el mejor trabajo de quienes alguna vez fueron llamados «el Lennon y el McCartney de la música popular mexicana».
Todos tenemos algún momento de nuestra vida marcado por Los Jilgueros de Rosarito, pero nadie sabe las marcas que esa leyenda dejó en sus protagonistas. Y tal vez Chuyín se encuentre en estos momentos en su enorme mansión de París, rodeado de un séquito de bellas mujeres y con sus inseparables chanclas azules en los pies, concediendo la primera entrevista en mucho tiempo para hablar de algún nuevo disco solista que ni él sabe para qué grabó. Pero justo entonces…

Esta historia continúa en abril de 2014, con el estreno en salas de la película Volando bajo, protagonizada por Gerardo Taracena, Rodrigo Oviedo, Ludwika Paleta, Rafael Inclán, Sandra Echeverría, Randy Vásquez, Roberto Espejo y Ana Brenda Contreras. Dirigida por Beto Gómez. Escrita por Beto Gómez y Francisco Payó González.

*  Francisco Payó González, guionista de las películas Salvando al soldado Pérez
y Volando bajo, y director del cortometraje Floppy.
 
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