Fernando,
imagina a Eva
derramada en el universo
la carne viva en el costado de Adán
que supura gota a gota su cuerpo.
Fernando,
imagina a Eva
tirada sobre el polvo tras su coito miserable.
Eva podrida bajo tierra, piernas abiertas
raíz del árbol vacuo e inútil de la humanidad.
Germinan en su entrepierna
kilómetros de gusanos umbilicales
enredados en los pasos de cada error cometido.
Mira, no hay florecitas amarillas brotando en sus mejillas.
Fernando,
no improvises un ser omnipotente que la degüelle.
Deja que se corte el cuello sola
que se trague su propia lengua
y el pasado y futuro del árbol que carga sobre sus pies.
Que se evapore la sangre de Eva y las cenizas disueltas de cada hoja marchita.
Fernando,
ya no imagines pendejadas.
Mejor escribe con tus manos ansiosas un consuelo
para mí,
para ti,
para Eva.
¡Que tus palabras griten su nombre y dejen cadáveres diminutos tras sus ondas!