Tren Europa [fragmentos]

Maurizio Medo

(Lima, 1965). Uno de sus libros más recientes es Las interferencias (Ay del Seis, 2019).

1.

Hay hombres del Este, dijo,

Que son del Este.

Hay hombres de una provincia

Que son esa provincia.

Hay hombres de un valle

Que son ese valle.

Wallace  Stevens

Nací en el último vagón de un tren llamado Europa. No ocurrió así exactamente. Pero me habría gustado comenzar este libro con una frase de ese calibre, cuyo estrépito resulte similar al sonido de una dambura rompiendo el silencio estepario de la noche balcánica. No la pude escribir. Aunque la historia no tenga principio ni fin, nunca pude oír el eco de una dambura. Tampoco conozco bien la estepa balcánica. De existir, el tren debió llamarse así, Europa. Partió desde el Mediterráneo un oscuro otoño de 1948, iniciando un largo periplo con el único propósito de que el viento del Bóreo1 consiga olvidarlo. Los pasajeros no compartían nada entre sí, salvo el hecho de que todas las ideas que pudieron rescatar de sus países volaron en pedazos y que, tiempo después, de un modo totalmente involuntario, serían también mis abuelos: il Nonni, Deda y Baka, cada uno comparecía ante mí como un paisaje sin precedente en la historia del mundo. Ellos hablaban distintos idiomas. Se expresaban en un tono menor sin entrar nunca en contacto, ni siquiera para pensar en la remota posibilidad de un mal entendido. La historia sólo se pudo escribir a través de esos éxodos. Me habría gustado decir esto en lengua ligure. Resulta muy semejante al élfico: chi veû vive da bon crestiàn, da-i begghìn o stagghe lontàn2. Eso ahora importa muy poco, como entonces los europeos para América. Mis abuelos formaban parte de ese gueto. Aparte de ellos estaban los judíos, despojados de su acento como un recurso de legítima defensa. Mamá prefirió abdicar de tal presente. Ella pareció huir a través de una foto, aparecida en La Stampa3, un día de mayo en los años 40, y no encontró más recompensa que las ruinas de todos esos años perdidos.

2.

Ground control to major Tom

Commencing countdown

Engines on

Check ignition

And may God’s love be with you

David Bowie

Yo no nací en el vagón de ningún tren. Pero si escribiera «fue en el sur, poco antes de llegar al fin del fin mundo», mis abuelos, quienes nunca estuvieron de acuerdo, hubieran asentido. La palabra que más oí de ellos fue lejos, sin saber bien si comprendían o no que un adverbio, aunque, como en este caso, tuviera consigo al horizonte como punto de mira, apenas refiere, jamás significa. Tiempo después pude vislumbrar el aura fantasmal de tal lejanía. Apenas hoy la puedo comprender. Por eso no me gusta decir «nací lejos», y después cumplir con la obligación protocolar de abundar en ciertos detalles biográficos. Y como «lejos» no es un lugar, prefiero mil veces la historia del Europa. Comencé a escribirla para entregarle a Mamá, aunque fuera, un mínimo albur de toda la infancia que perdió cuando su futuro cayó como un opúsculo dentro de un lago envuelto en llamas. Pero Papá rompió las teclas de la antigua Remington4, por ello no pude conocer el espacio preciso que tendría que recorrer para llegar a la orilla de ese lago. El lenguaje es inútil cuando se trata de conocer la verdad, apenas nos permite una aproximación desesperada y, por ello, es dudosa. Tal vez por eso mi Padre insistía en que la escritura reproducía una autenticidad falsificada, y él, severo como era, prefería concentrarse en planear una lista de tareas donde se repetían los mismos deberes de verano a invierno, así se ahorraban palabras. No es que desdeñe el papel de mi familia en el nuevo orden mundial. Papá construía nuestra tradición. Mientras, yo permanecía quieto con los ojos cerrados.

El walkman5 fue mi única oportunidad.

Conocí otras galaxias.

3.

La Remington fue mi primer juguete.

Fabricaba presentes.

Mamá se perdió en los bosques de Loano. Había estallado la guerra. Jamás regresó. No como era. La Remington se ensambló por esa misma época. Gracias a ella su padre pudo escribir La Cetra6. Si yo elegí la vieja Remington fue por el estruendo que producía, como si dentro de su mecanismo hubiera otros cientos de máquinas cuyo ímpetu parecía capaz de virar el rumbo de cualquier destino. Mientras, el azar arrojaba una y otra vez los dados contra el corazón del río, y si en algún momento se detenía, era para cerciorarse de que la suerte se mantuviera ahí siempre con el mismo volumen. En el presente también sucedía así. Todo era sublime y, al mismo tiempo, tan insulso como ese ruido de fondo cuyo eco no hacía más que interferir. Como Mamá, yo también pude perderme en la profundidad de ese bosque.

No, nunca me interesó la poesía, no como un sustantivo.

Hoy, un nuevo estudio advierte que fabricaron un robot capaz de oír a través de una langosta muerta. Mi mundo era otro.

4.

El lenguaje que la lengua no pronuncia

que pronuncia la lejanía

dice: warszawa

Ana  Wajszczuk

Papá reciclaba teorías hasta convertirlas en los dogmas que como buen hijo siempre desdeñé, al menos hasta antes de volver a escribir mi nombre en el reverso de un sobre como «el remitente». Yo ignoraba cuál era su código postal. Las cartas me llegaban de vuelta. Hasta hoy hablé poco de mi Padre, y no por pudor, tal vez por falta de pruebas. No recuerdo ningún jersey azul, algún ataque cardiaco o la silla donde solía sentarse pensando en la fórmula algebraica que lo librara de aparecer como una incógnita, al menos en mi vida. También escribí poco. Pese a ello su imagen suele transformarse cada vez que el correo me trae una carta de vuelta. Pienso en ello al ver su fotografía después de varias décadas. En algún momento pude haberlo confundido con el galán de una antigua nana nacida en Varsovia antes de la guerra. En la leyenda de la foto dice claramente: Chilca7. Yo nunca viajé con mi Padre. Tampoco fui a Chilca. Sé que el hombre de la fotografía es mi Padre pues a su lado sonríe mi Nonna.

Papá se quedó sin país en medio de la guerra. Él era el Otro, me advirtió «el remitente».

Su madre era serbia.

Nunca pude comprenderla.

Baka no fue capaz de traducir algo del dolor que significó para ella el hecho de haber viajado en círculos demasiadas millas como para descubrir adónde había llegado.

Yo nunca pude dedicarle ni un afectuoso hipocorístico. Ni mummi, ni babička. Ella era sólo Baka. Entonces los idiomas se me confundían. Alguna vez lo escribí así: «baka», eso me valió un curso de nivelación en ortografía. Si alguna vez pude estar entre Ella y su hijo, fue sólo como cierto tipo de entidad cuyas partículas evidenciaban otra forma de vida.

Apenas una vez estuve en Serbia.

La única palabra que comprendí bien fue daleko8.

Baka me llamaba así. Yo era el Otro.

Ella la Baba Yagá9.

5.

En el Europa las reglas de juego siempre estuvieron muy claras. Aunque yo sabía bien que no debíamos salir, Papá prefirió clausurar todas las ventanas del tren. Aquellas que daban al norte estaban completamente recubiertas con una serie de imágenes de La Ribera de Poniente, muy cerca del bosque de Loano; en el extremo opuesto con cientos de instantáneas que evocaban al unísono la lírica medieval de las murallas de los lagos de Plitvice. Las fotos eran tan hermosas que ni Sorella ni yo jamás nos preguntamos qué habría detrás de ellas. Lo que alguna vez pudimos entrever, en medio de toda la niebla, fue ese inhóspito desierto donde el grito de Dios era una ausencia. Desde allí, el mar fue una promesa, la poca luz emergía de su entraña. Lejos. Mi Padre en todo momento parecía encontrarse en medio de una serie agitada de eventos. Jamás pensó en el verdadero significado de lo que estaba ocurriendo: el tren pareció dividirse en dos. Los Nonnos decidieron impossessarsi del ala norte del tren; Deda y Baka creyeron haber conquistado el ala sur. Cuando Mamá se percataba de ello sólo podía experimentar una grave sensación de temor, el mismo que daba a su semblante una expresión aun más sombría. Así, Papá, ausente, como ningún otro, no hacía más que advertirnos: «No abran la puerta, dejarán entrar al futuro». Sentíamos miedo. Nunca tuvimos una mascota. Sólo la oscuridad suficiente para dedicarnos al cultivo de fantasmas entre un montón de valijas llegadas de pueblos remotos.

La infancia era todo lo que conocíamos.

6.

—Cuando te pregunten de dónde eres, háblales del viento. El verdadero camino, si es que existe, termina cuando ya es un recuerdo; los viejos lo llamamos destino —me advirtió. El Nonno nos visitaba a menudo en la Sala de Máquinas. Alguna vez pensé que venía a relatarnos diversas ocurrencias que podrían reclamar su autenticidad en la atmósfera de un antiguo cuento de hadas que nunca nadie consiguió comprender. Ignorábamos que la vida era ese cuento de hadas. Aunque cada hermano tiene una madre diferente, ni Sorella ni yo no teníamos lugar ni en La Ribera ni en Plitvice; apenas encontramos uno entre las penumbras de esa vetusta sala. Era el precio que debíamos pagar por haber nacido «en el camino». Lo que pudo haber estado ahí dentro no me interesó. El tiempo, pensaba, no transcurre, se escribe, y aunque las palabras no inventen las cosas, son lo que permanece. Todas ellas, y me parece recordar que esto también lo dijo el Nonno, eran como un caldero cascado en el que tocábamos melodías para hacer bailar a los osos. Sorella creía más bien que el verdadero sentido de escribir residía en la oportunidad de rescatar lo que alguna vez fue y «hacerlo posible». Cada palabra era una sombra, decía, tal vez por ello yo nunca pude dejar la irritable sensación de haber llegado a destiempo. Sorella se entregaba a la presteza de la música. No precisaba de un idioma. En su periodo más punkie, ella se rebeló: «¿No te das cuenta que aquí lo que no está prohibido es obligatorio?, ¡estoy harta de vivir en democracia! Tú y yo debimos nacer en Loano, y no en este camino a merced de la indiferencia del resto del mundo». Deda apenas pudo escucharla, y luego, volviéndose a nosotros, exclamó con un inusitado furor: «Sreća dođe jednom»10. No éramos capaces de distinguir los distintos sentimientos expresados en un lenguaje que no conocíamos. Aquella vez tan sólo pudimos mirarnos. Desde ese entonces presentí que tendría que llevar el desierto conmigo para resolver cualquier duda antes de ponerme a resolver crucigramas.

El hombre llegó a la Luna.

Habíamos comenzado a vivir.

11.

Aunque no es mi película favorita, mi vida está basada en una serie de hechos reales que, en su conjunto, resultan idóneos para construir no una memoria, sino acaso el olvido. En la memoria aparecen ciertos detalles con los cuales nunca soñamos, por eso, cuando aparecen, asumen un insospechado protagonismo y, cuando no, todos esos detalles que antes no atendimos, no con el cuidado que éstos merecían, debido a nuestra propia y natural confusión, reaparecen disfrazados de tal lirismo que uno se pregunta si alguna vez existió la oscuridad de esa confusión. El pasado es lo que siempre estuvo ahí, y aunque se trate de algo que jamás pensamos poseer, va definiendo las diversas urgencias en nuestra relación con el mundo.

13.

a Ludy

Quizás el tren Europa sea sólo un sueño, pero existirá en la medida que alguien sea capaz de volver a soñarlo. Estuvo aquí mucho antes que yo, anónimo. A mi infancia le tocó habitarlo hasta que llegó el momento en que comencé a recordar cada uno de los diversos detalles del relieve dentro de esa atmósfera fría. Luego los olvidaré. Y ese olvido permitirá que el tren vuelva a recorrer el mismo tiempo otra vez. Quizás entonces yo me vuelva a subir, y cuando desembarque, sólo para hacerte oír cómo suena una dambura entre los fresales, alrededor del bosque de Loano, el tren Europa lenta, muy lentamente, aparecerá en la curva, otro se subirá y, queriéndolo o no, volverá a soñar con su escritura.

1. Probablemente en alusión a Bóreas (en griego Βορέας, «viento del norte» o «devorador»), dios del frío viento del norte que traía el invierno.

2.«Quien quiere vivir como buen cristiano, de los cucufatos se quede lejano». Entiéndase la expresión «cucufatos» referida a los «falsos devotos».

3.Periódico turinés fundado en 1867. Originalmente apareció con el nombre de Gazzetta Piemontese.

4.En el año 1872, la compañía E. Remington and Sons adquirió la patente de una máquina de escribir que pertenecía a Sholes and Glidden. El primer modelo vio la luz en 1868 y cuatro años más tarde fue vendida a Remington and Sons, empresa que produjo la primera unidad el 1 de mayo de 1873 en su factoría de Ilion, Nueva York, con el nombre de Remington núm. 1.

5.Si bien su invención en algún momento fue atribuida al escritor Ray Bradbury (Waukegan, Illinois, 22 de agosto de 1920-Los Ángeles, California, 5 de junio de 2012), el walkman es un reproductor de audio estéreo portátil lanzado al mercado por la compañía japonesa Sony en 1979, cuyo éxito en los años ochenta originó que se le considerara un símbolo de aquella década. Al respecto, Bradbury, el 6 de junio de 2012, en una entrevista con Antonio Astorga, declaró:«Se me han acercado japoneses para ponerme un walkman en las orejas y decirme: “¡Con Fahrenheit 451 usted inventó esto, señor Bradbury!”. Mi respuesta fue: “No, gracias”. Estamos rodeados de demasiados juguetes tecnológicos, con internet, los iPod, los iPad… La gente se equivocó. Yo no traté de prever, sino de prevenir el futuro. No quise hablar de la censura sino de la educación que el mundo tanto necesita. Podemos salvar a Estados Unidos gracias a los niños, si les enseñamos a leer y a escribir a partir de los tres, cuatro, cinco años para que lleguen a la escuela primaria sabiendo leer. Después, es muy tarde. Cuando en realidad, ya desde muy pequeños, queremos leer las palabras de las historietas». Disponible en: https://www.abc.es/cultura/libros/abci-decalogo-amante-vida- bradbury-201206060000_noticia.html

6.Onorio Ferrero, La Cetra, La Cavalcata, Florencia, 1930.

7.Localidad peruana ubicada en el departamento de Lima, provincia de Cañete.

8.El uso de esta expresión quizá pueda comprenderse si se considera la popularidad de la canción «Tamo Daleko», una melodía nostálgica, con ritmo de vals, cantada con un tono moderado, pero que conforme avanza se transforma en furor, con evidente emoción en los rostros. «Tamo Daleko» significa «Allá a lo lejos».

9.En ruso: Бáба Ягá, es un personaje recurrente en el folclore y la mitología eslavos. Baba Yagá ha aparecido en diferentes historias del folclore ruso, y algunas de ellas muestran distintas facetas suyas. En algunas, ayuda a la gente que le sirve. En otras se dice que guarda las «Aguas de la Vida y de la Muerte», pues es «la Dama Blanca de la Muerte y del Renacimiento». En otras se dice que tiene dos hermanas, llamadas como ella y con su mismo aspecto. En Bulgaria, a los niños se les cuenta que, si se portan mal, vendrá Baba Yagá (o Dyado Yag, Дядо Яг) para llevárselos en un saco y comérselos.

10.Expresión que significa «la felicidad viene una vez» y que, en el probable contexto al cual se refiere el autor, se asocia con una creencia, muy común entre los comerciantes eslavos en América del Sur, con respecto a la buena suerte en los negocios: «La virgen se presenta sólo una vez».

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