Sin título / Celene

Escuela Politécnica

Me impregnaba de tu ser.

Compartía los estragos de una nueva vida, susceptible de sucumbir y sin aliento, pero llena de fe y esperanza.

Me estremecía ante la idea de tenerlo todo al cabo de nada, y con inocencia caí ante tu alma desconocida.

Miré al cielo bañado en lágrimas, que me otorgaba una pizca de tranquilidad al creer en tus palabras.

Seguías inerte, sin movimiento, sin afán alguno de seguirme tras la añoranza.

Ayer pedí por un trozo de tus labios encarnecidos para los míos, por una mirada perdida que me reencontrara con la vida, por un exilio de tu aliento que me brindara consuelo.

Encendí por enésima vez la luz de mi ventana para verte llegar… Que no fuera sólo entre sueños como casi siempre te veo ya.

Me preocupé por tener la repisa limpia, sin ansiedad. Que no notases en mi persona cuánta falta me haces.

La medianoche pasa. Mi mente se revuelca entre caprichos y sufrimientos: sé que no llegarás… Y aunque es factible la “verdad”, mi mente divaga en la inmensa posibilidad.

Tengo un sentimiento lúgubre.

Atascado el corazón.

Una paz que no es inmensa sino retraída.

Un sueño de verte junto a mí volar.

 

 

Desde aquel día en que reconocí cuánto me querías, mi razón dice que la posibilidad lleva vida y, aunque sabía que no volverías, ahí te tenía.

Tu sonrisa desfalleciente me invitaba a saber lo que lograrías.

Tengo claro que mi fe sigue ciega ante tu voluntad y a veces me aferro a querer perderla.

Porque sé que desvanezco.

Que mi sueño se apaga en la neblina, que me cubre si no veo tu mirada regresar.

Ya no quiero pedirte fantasías que quizá no cumplirás, pero odio no tener un consuelo cuando alguien más me derrumba y ataca sin cesar.

Deseando que aquel último esfuerzo por mantener la luz prendida no se extinguiera en mi cansancio.

Deseando no ser yo y ser mi reflejo

Creer que el error es mío, cuando es bien sabido que quien se equivoca es tu alma en  júbilo.

 

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