Semejanzas y diferencias entre las conquistas árabe y española

Oscar Alzaga

(Ciudad de México, 1949). Es abogado laboralista, autor de artículos y ensayos sobre derecho del trabajo y luchas obreras. Coordinó la revista Trabajo y Democracia.

para Mattias y Liam

Después de mucho navegar

por el oscuro océano amenazante

encontramos

tierras bullentes en metales, ciudades

que la imaginación nunca ha descrito,

riquezas,

hombres sin arcabuces ni caballos.

Con objeto de propagar la fe

y arrancarlos de su inhumana vida salvaje,

arrasamos los templos, dimos muerte

a cuanto natural se nos opuso.

Para evitarles tentaciones 

confiscamos su oro.

Para hacerlos humildes

los marcamos a fuego y aherrojamos.

Dios bendiga esta empresa

hecha en Su Nombre.

José Emilio Pacheco. «Crónica de Indias».
Del libro No me preguntes cómo pasa el tiempo. 1968

Mucho se ha escrito de la conquista de España sobre América de los siglos XV y XVI, en particular de Hernán Cortés, de su ingenio y arrojo para dominar casi con quinientos hombres a millones de indígenas. Lo reconocen desde López de Gómara («Nunca jamás hizo capitán con tan chico ejército tales hazañas») y Maquiavelo («Cuando invade un extranjero poderoso una comarca, lo ordinario es que se pongan de parte del invasor los estados menos fuertes, por envidia al que antes dominaba, y sin gastos ni esfuerzos el extranjero conserva la adhesión de estos pequeños estados que de buen grado forman un bloque con el conquistado»), hasta hoy, José Luis Martínez, el biógrafo de Cortés («Con unos cientos de españoles y la superioridad de sus armas, maniobró para que los propios indígenas vencieran a un imperio poderoso con millares de guerreros valerosos») y Hugh Thomas («La palabra que mejor resume las acciones de Cortés es audacia; contiene un rastro de imaginación, de impertinencia y la capacidad de llevar a cabo lo inesperado, cosas que la diferencian del simple valor»), entre otros escritores. De los españoles ni hablar, hubo y hay una admiración sin reserva de cinco siglos. En México, sería hasta la Revolución de 1910 cuando se reivindique el pasado histórico, cuando conozca su pasado indígena, y hasta 1959 cuando aparezca La visión de los vencidos de Miguel León Portilla, con otra visión histórica, del lado de las víctimas conquistadas.

No sabemos por qué razones en México y Latinoamérica se desconoció, y aún hoy se desconoce, la historia de la conquista de Arabia sobre España, iniciada en el año 710 y concluida justo cuando arranca la otra conquista de 1492; pasando así España de ser una nación conquistada a la gran conquistadora de América, que para Europa fue un «Nuevo Mundo», descubierto por ellos. No Otro Mundo, que ya obviamente existía con culturas y añejas civilizaciones.

Resulta indispensable conocer los casi ocho siglos del episodio histórico árabe para entender mejor lo ocurrido después en los tres siglos de América; el enlace entre ambas conquistas que a primera vista parecen una paradoja: los españoles nunca olvidaron aquella larga experiencia y la llevarían a otro plano, con rasgos similares y otros muy distintos y aun opuestos, en América.

En cambio, en México y Latinoamérica se han escrito y publicado cientos de versiones de la conquista española, libros de historia propios y ajenos (imposible citarlos todos) y también novelas, crónicas, poemas, ensayos literarios, etc. Desde luego, contamos con los testimonios y crónicas de los mismos conquistadores, que forman parte de la mejor literatura española del XVI, las espléndidas obras de Sor Juana, Alarcón, Balbuena, Inca Garcilaso, Guoman Poma, la historia de García Icazbalceta, Alamán, Vasconcelos; Vallejo, Arguedas y Mariátegui, Reyes (Visión de Anáhuac), Paz, León Portilla, Rulfo, Fuentes y más.

Casi todos los historiadores hacen coincidir el genio militar de Cortés, de los conquistadores y navegantes, con el Renacimiento y sus adelantos culturales y científicos, bélicos y políticos. Pocos estudian el antecedente de los árabes que conquistan España, que objetivamente trasciende en América. Menos advierten que la Arabia de Mahoma era una cultura superior a la de España de Cristo de 700 al 1300, pese a que ambas fueron colonias de Grecia y Roma.

Sorprendente que —habiendo tantas similitudes entre los dos episodios— no se hayan reconocido como antecedentes las coincidencias históricas. Así como las grandes diferencias de trascendentes aspectos de ambos capítulos de la historia universal. Cierto es que ambos ejércitos eran imperialistas, el árabe y el español en sus respectivas épocas de auge, pero vistos con atención el primero resulta más tolerante y civilizado que el segundo: el árabe toleraba las religiones de los conquistados, los usos, costumbres y cultura. En cambio, los españoles arrasaban con todo lo que encontraban a su paso en el nombre de Dios. Su dios, el único permitido, los demás eran idolatrías. En España, todavía hoy vemos juntos los templos judío, musulmán y católico, como convivieron en aquel tiempo, desde luego, no exentos de conflictos y violencia.

En las colonias españolas de América, en los tres siglos fue impensable que sobrevivieran los templos y las religiones, las ciencias y culturas prehispánicas. Hasta el siglo XIX y sobre todo el XX se han desenterrado y reconstruido los templos, palacios y ciudades prehispánicas de América y se estudia el pasado indígena de tres mil y más años antes de nuestra era, como parte de la historia integral actual, reivindicando los pueblos y culturas originarias[1].


De modo breve presentamos un panorama de lo que fue la conquista de Arabia sobre España,[2] para que el lector advierta por sí mismo los aspectos en que coinciden y difieren una y otra conquistas, veamos:

a) En el año 570 nace Mahoma, quien funda el movimiento religioso musulmán que unirá a los árabes y crecerá por el mundo como el Imperio Islámico. Para el año 700, ciento treinta años después, ya domina el Medio Oriente y el norte de África.

b) En el 710, los árabes inician la conquista de la península ibérica, con Tarif a la cabeza, llevando en su ejército egipcios, libios y bereberes; los árabes apenas eran cuarenta y cuatro, cuando inician la conquista del sur de España.

c) Años antes de la conquista árabe, los gobernantes y pueblos de España se dividen y confrontan entre sí al imponerse un reino sobre los otros. Lo cual aprovechan y promueven a su llegada los conquistadores árabes.

d) Tariq substituye al conquistador Tarif, establece su base militar en Gibraltar en 711 y con un ejército de nueve mil bereberes emprende la conquista del sur y el centro de la península. Antes, quemará las naves para que su ejército no retroceda ante la suprema misión, la conquista y expansión musulmanas.

e) El rey Rodrigo organiza a los españoles para rechazar a los árabes, con un ejército de cincuenta mil o más soldados, que son derrotados en la famosa batalla del río Barbate en siete días, por un ejército menor y más valiente, el de Tariq.

f) En dos años, la conquista sube por toda la península y toma Toledo, Barcelona y parte de Portugal, con Tariq al frente se suman más españoles y judíos para formar parte del ejército árabe.

g) En la segunda etapa de la conquista, de otros dos años, toma la jefatura Musa y en el año 713 los árabes llegan hasta al sur de Francia. El ejército lo integran españoles, egipcios, judíos y bereberes, con la jefatura árabe.

h) Al sur de España lo llaman Al-Andaluz, donde concentran el desarrollo cultural árabe, toda la península y Portugal son dominados. Salvo los países vascos, a los que nunca logran dominar.

i) La cultura árabe era más avanzada que la de España (seguía en el medievo), la árabe lleva a España a los desconocidos clásicos griegos y las ciencias árabes: medicina, matemáticas, física y geometría. Aporta a Occidente la tolerancia religiosa que los europeos niegan durante tres siglos en América.

j) El hijo de Musa, Ibn, se casa con la hija de Rodrigo, Egilona, y toma las dos coronas, estableciendo su reino hegemónico en Sevilla en 715.

k) La capital del Imperio Islámico era Damasco, de dinastía Omaya, cuyo dominio llega por occidente hasta España y Portugal, el norte de África y el Medio Oriente, después se extiende hasta la India y el Extremo Oriente, por seis siglos.

l) La dominación islámica de casi ocho siglos sobre España, de 710 a 1492, tiene su último reducto en Granada, al final recuperada por los Reyes Católicos, que inician la persecución de árabes y judíos y la «limpieza de la sangre».

m) Los árabes dominan política, económica y militarmente España, con tolerancia permiten a las religiones católica y judía sus usos y costumbres.

n) En 1492 inicia España la conquista de América y surge como imperio, pero a su paso destruye culturas, lenguas y religiones. Como otros imperios, intenta borrar la historia pasada de los pueblos sometidos, con la desatinada intención de que la cuenta del tiempo inicie desde su dominio, así nacen el Nuevo Mundo y las mitologías del conquistador.

«El mundo islámico tuvo una época de esplendor entre los siglos VIII y XII, durante los cuales fue bastante más rico, refinado, tolerante y avanzado que la Europa cristiana occidental de su tiempo. […] La gran aventura intelectual de la filosofía griega, que había muerto en Europa, renació en el próximo Oriente mediante un esfuerzo de traducción de los textos clásicos en lugares como la Casa de la Sabiduría de Bagdad. […] No sólo los textos filosóficos griegos, también los matemáticos, astronómicos y médicos»,[3] y los clásicos literarios griegos.

En 271, la Academia de Gundishapur, Persia, «era una especie de protouniversidad que durante todo el imperio sasánida ofrecía estudios de medicina, filosofía, teología y ciencias».[4] La Academia se convirtió en el centro intelectual del imperio, incorporó las tradiciones intelectuales de Grecia y de la India. En 489 el «mismo rey persa invitó a traductores y eruditos a venir a Gundishapur, convertida en el centro de traducciones del griego y el sánscrito al persa y más tarde al árabe. «En 638, el imperio sasánida fue conquistado por los árabes […] y el centro intelectual del mundo islámico se trasladó a Bagdad […] se convirtió en la nueva Alejandría, el centro intelectual del mundo islámico y alrededores».[5] Cuando Europa seguía hundida en la obscuridad del medioevo.

A España, los árabes llevaron la escuela de traductores en el año 1100 en Toledo, para traducir a los griegos clásicos al latín y al español.[6] Entre los grandes poetas de la época, destaca Omar Khayyam:

No te preocupes por el ayer: ha pasado.
No te angusties por el mañana: aún no llega.
Vive, pues, sin nostalgia ni esperanza:
tu única posesión que es el instante. 

Es indudable que la cultura española propiamente europea de 1492, en pleno Renacimiento, era más avanzada que la de América (cuyos pueblos quedaron aislados del mundo durante casi treinta milenios), pero con culturas de más de tres mil años, como la olmeca, no era un nuevo mundo sino otro mundo. La vida sedentaria en América inicia cuatro mil años después que en Europa.

La intolerancia no sólo fue religiosa, también cultural y política. Pedro Henríquez Ureña se pregunta por qué no hubo novelas en la época de la colonia. «La razón es, de hecho, aunque raras veces se recuerde: en disposiciones legales de 1532 y de 1543 se prohibió, para todas las colonias, la circulación de obras de la imaginación pura, en prosa o en verso (“que ningún español o indio lea… libros de romances, que traten materias profanas y fabulosas, e historias fingidas, porque se siguen muchos inconvenientes”) y se ordenó a las autoridades no permitiesen que se imprimieran o se trajeran de Europa».[7] Por lo tanto, ni el Quijote se podía leer en tierras de la colonia. Menos se permitió a los indígenas, negros, mestizos y criollos intervenir en los asuntos políticos de la Corona.

El virrey marqués de Croix justifica la política real como inapelable y de subordinación de los vasallos ante la Corona, dice a los pueblos de Nueva España: «nacieron para callar y obedecer y no para discurrir en los altos asuntos del gobierno». Las ordenanzas de trabajo que venían de la «madre patria» eran para cumplirse, no se discutían, desde 1531 se establecieron, renovándose sin cambiar de fondo en tres siglos: el mando y la obediencia.[8]

Resulta claro que los imperios europeos, del siglo XV al XX, desarrollaron a tal grado de irracionalidad las guerras de conquista, que escribieron las peores páginas de la historia universal con las guerras coloniales de África, Asia, Medio Oriente y América, hasta llegar a la mayor irracionalidad de la primera y la segunda guerras mundiales, culminando así un proceso histórico de rapiña, reparto y destrucción del mundo. Europa bien puede vanagloriarse —y todos con ella— del Renacimiento, del Siglo de las Luces y muchos logros más, igual que reconocer como suyas las peores brutalidades universales de la historia de la humanidad. El eurocentrismo apunta en ambos sentidos, destacando los logros y ocultando o ignorando las masacres, como aquella muerte de diez millones de seres humanos del Congo Belga, a manos de los ejércitos de Leopoldo II de Bélgica.

Una reflexión de un célebre escritor, sobre los conquistadores del Congo, dice:

No eran colonizadores; su administración equivalía a una pura opresión y nada más. Eran conquistadores, y eso lo único que requiere es de la fuerza bruta, nada de lo que pueda vanagloriarse uno cuando la posee, ya que la fuerza no es sino una casualidad nacida de la debilidad de otros. [9]

En Medellín, España, nació Hernán Cortés, donde conservan un monumento, por demás indigno, el conquistador levanta la bandera de España mientras con los pies aplasta las cabezas de indígenas, y bajo ellos está el globo terráqueo. En su época pudo ser admitido, hoy es una flagrante violación de los derechos humanos universales, de valor racista, de superioridad bélica e irracional en el mundo actual. Como la política de Trump.

Tal símbolo de superioridad racial y otros de ese tipo sobreviven en España, en Latinoamérica y el Caribe, como en Mérida, Yucatán, en la fachada de la casa de Francisco de Montejo, el conquistador español, representado aplastando dos cabezas indígenas con los pies y hasta hoy luce sin indignar a sus habitantes. En México resulta impensable una estatua de Hernán Cortés. Sin embargo, hasta hace pocos años aún lucía la estatua ecuestre de Francisco de Pizarro en la plaza principal de Lima, Perú, y del Museo del Oro —una gran colección de piezas prehispánicas—, por el costo de ingreso se excluía a la gente pobre de su propia cultura y pasado.

Dentro del Templo Mayor
Cortés halló las representaciones en piedra
De los dioses aztecas
Y en Europa se difundió la certeza
De que eran los demonios del cristianismo.
Los conquistadores no estaban, como creían,
En el Nuevo Mundo
Sino de verdad en Otro Mundo
Que no encajaba en sus mentalidades.
[10]

En efecto, no era el Nuevo Mundo, sino Otro Mundo, ya con siete mil años de cultivar el maíz en Oaxaca, el alimento principal de la población originaria. El concepto «Nuevo Mundo» pretende la existencia de México a partir de la conquista, desconociendo el pasado, cultura e identidad para imponer sus valores como los únicos y lograr el sometimiento ideológico. No se conformaron con creer que habían llegado a la India y aferrarse a ello, además quisieron imponer mentiras, las que más convenían a su objetivo: la conquista como un acto de valentía y audacia que salvó las almas indígenas de la idolatría.

Desdeñar el sincretismo y las culturas prehispánicas, ignorando lo que está a la vista en las obras expuestas en el Museo de Antropología y otros museos, e igual que en innumerables sitios arqueológicos pero, sobre todo, en los pueblos indígenas, sus culturas y lenguas vivas, es desdeñar la cultura de la humanidad actual, cuyo origen común es el sincretismo. Desdeñar todo eso es negar o ignorar una cultura nacional y sus raíces originarias: como una forma de racismo, odio racial e ignorancia

notas

[1] Muy amplia es la literatura sobre el pasado indígena, las revistas y estudios periódicos que se hacen con más elementos que hace cincuenta años, hoy se calcula que sólo el 11% de la arqueología localizada se ha desenterrado y restablecido.

[2] Anwar G. Chejne, Historia de España musulmana, 4ª ed., Cátedra, Madrid, 1999.

[3] Jesús Mosterín, El Islam, Alianza editorial, Madrid, 2012.

[4] Karen Armstrong, El Islam, Ed. Debolsillo, Ciudad de México, 2014.

[5] Ibid.

[6] Antonio Alatorre: Los 1001 años de la lengua española, 3ª ed., FCE, México, 2003.

[7] Omar Khayyam (1948-1131), 25 Rub’asis. Traducción de José Emilio Pacheco. «Inventario», Proceso, 28-V-1984. El mayor poeta de Persia, dijo JEP.

[8] Pedro Henríquez Ureña, Historia de la cultura de la América hispánica, FCE, México, 1994.

[9] Silvio Zavala, Ordenanzas de trabajo, siglos XVI y XVII, Ed. ELEDE, México, 1947.

[10] Joseph Conrad, El corazón de las tinieblas, 1902. Traducción de Sergio Pitol.

[11] José Emilio Pacheco,«La luz en el zoológico de las sombras», prólogo a Zoología fantástica, de Jorge Luis Borges, Artes de México, México, 2013.

Comparte este texto: