Antes de que el Nirvana sea un punto equidistante en el infinito, salvate de vos mismo.
De tu ego traicionero, de las drogas del exilio, de todos los chantajes de tu imaginación. Para que llegés sin sobrepeso a la barca de Caronte.
Alejate de los suelos transitorios, de las barricadas de huesos, de los humedales de sangre y sus alambradas. Ve más allá de los arreboles de la esperanza y de las encrucijadas del tedio.
Sin mirar atrás, huí de los muertos de espíritu, de los sin sangre, de los adocenados, de los lambiscones, de los usureros, de los avaros, de los fanáticos, de los genocidas…
Pero justo ahora, salvate de vos mismo, ya habrá tiempo de apagar el infierno de los otros.