Roberto Gómez Bolaños / Washington Cucurto

     ¡Basta, no afanen más, muchachos! ¡La cultura no existe!
     ¿Corregir poemas? ¡Vamos! ¿De qué le sirve a un mal poema estar bien escrito?
     Las reglas ortográficas son tontas.
     Roberto Gómez Bolaños superó a todos.
     ¿Qué lugar tiene la poesía de Gerardo Deniz ante la gracia del Chavo del 8?
     ¿Carlos Fuentes suena más interesante que las 1500 páginas
     de la biografía no autorizada de Florinda Meza La ladrona de maridos?
     Florinda Meza es odiada por la mitad de México: 75 millones de personas.
     E idolatrada por la otra mitad: 75 millones más.
     ¿De qué le sirven sus superpoemas al poeta si no lo leen 75 millones depersonas?
     ¡No afanemos más con este verso, la poesía no existe!
     La poesía dejó de existir porque en la escuela nos maltratan.
     Todas las bombas del mundo son por culpa de la escuela.
     Los políticos corruptos, los poetas ceremoniosos, existen por culpa
     de la escuela, en ella nos maltratan y luego nos dicen:
     «Todavía hay lugar, subí, subí y luego creá, goberná, robá».
     El Chavo le dio una vuelta de tuerca inconsciente a esto:
     nos sindicalizó en contra de la escuela.
     Convirtió al humor en la única poesía que aceptamos y reconocemos.
     Ése es todo su secreto: ¡Si vamos a reírnos, riamos todos, si vamos
     a robar, robemos todos!
     Roberto Gómez Bolaños, guionista, letrista y humorista
     nos superó con creces, nos dio una lección
     y muy especialmente a R. Bolaño.
     Mi hijita tiene dos años y se ríe con el Chavo del 8.
     Digo mal, no se ríe, se mata de la risa.
     ¿Cuándo se van a dar cuenta que Octavio Paz y Frida Kahlo ya no dan?
     Dejaron de atinarle hace rato, en cambio el Chavo, te hace reír con
     los mismos viejos chistes que ya conocemos de memoria.
     Gómez Bolaños superó a todos, hasta ayer.
     Hoy fue desbancado por un pibe de Villa Soldati,
     que escribió una canción y la subió a internet
     y ya la escuchan 100 millones de personas.
     Roberto Gómez Bolaños probó de su propia medicina.
     La vida es finita, pero tiene una rosca medio infinita.
     El otro Bolaño de esta historia, el chileno, sonríe en su tumba.
    

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