(Culiacán, 1961). Es directora de la División de Estudios de la Cultura en CUCSH. Fue amiga y colaboradora de Raúl Padilla López desde 1987, cuando se creó la FIL Guadalajara.
Su vida fue venturosa. Su imaginación era tan productiva que generó grandes proyectos en prácticamente todas las áreas de la cultura. Lo sustancial es que no sólo concebía las ideas, también encontraba la manera de llevarlas a cabo: sabía componer equipos de trabajo, rodearse de personas talentosas bajo su liderazgo. En la Universidad de Guadalajara, antes de ser rector (1989-1995), implantó el germen de la investigación y una ambición irrefrenable de mejoramiento académico que llevaría a la creación de la Red universitaria de Jalisco (1994): la expansión de la educación media superior y superior en el estado, con todos los beneficios en desarrollo perdurable, que se ha consolidado en los últimos treinta años.
Tuve la fortuna de conocerlo en 1977, cuando yo estudiaba en la secundaria 3 para Señoritas y él era presidente de la FEG. Durante su visita a la secundaria era difícil contener el entusiasmo de las jóvenes «jericallas», como nos llamaban por la blusa rotundamente amarilla del uniforme. Desde el balcón del segundo piso dio un discurso con intenciones políticas, insistiendo en la importancia de que las jóvenes estudiantes nos involucráramos en los asuntos sociales, que señaláramos los problemas de la ciudad, de la escuela. Que no nos calláramos ante las injusticias. Pero para hacerlo bien, teníamos que prepararnos, estudiar y formarnos como ciudadanas, aprender todo lo posible, remarcó. Logró pasarme su mensaje: hay que estudiar. Aún tengo la imagen muy nítida de aquella mañana en el patio de la Secundaria 3, frente al histórico parque Morelos.
No imaginé entonces que tres años después lo volvería a encontrar como director del Departamento de Intercambio Académico, oficina universitaria encargada de promover la formación de estudiantes y profesores en otras instituciones nacionales y extranjeras. Sin mucha esperanza, pero con ilusión, recién egresada de la Preparatoria 4, fui a solicitar una beca para estudiar una licenciatura en Estudios italianos en Francia. La beca se me concedió y cinco años después regresé a Guadalajara con una maestría en estudios italianos. No fui la única: desde aquella oficina, Raúl Padilla tuvo la visión de apoyar a muchos jóvenes que regresaríamos a la universidad con formación académica superior para conformar el incipiente núcleo de investigadores universitarios. Como muchos jóvenes de entonces, seguí su consejo: «hay que estudiar», sin educación no hay libertad.
Otro hecho venturoso en el que tengo el privilegio de haber participado: el nacimiento de la Feria Internacional del Libro en 1986. Raúl Padilla, junto con Margarita Sierra y Mary Carmen Canales, logró reunir en una Expo Guadalajara recién inaugurada, a un reducido grupo de editores y algunos autores de México y del extranjero. Se organizaron varias mesas redondas y un homenaje a Juan José Arreola. Muchos se mostraron incrédulos ante la convicción de Padilla de que un día la FIL Guadalajara llegaría a ser la más importante del mundo hispánico. En 2023 constatamos que su visión fue más que acertada.
Otra fecha crucial: en 1994 se crea la Cátedra Latinoamericana Julio Cortázar con los auspicios económicos y personales de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Una cátedra de alto nivel internacional, que treinta años después de su fundación se ha consolidado como un espacio académico para la reflexión y la exposición de ideas innovadoras.
La vida de Raúl Padilla fue venturosa, insisto. Es imposible mencionar aquí todas las obras que encabezó. Se ganó el aprecio y el respeto internacional por su solidez y la dimensión de sus empresas culturales y educativas.
Por mi parte, agradezco su amistad, su apoyo en muchos momentos de mi vida, la confianza que depositó en mí para coordinar la Cátedra Julio Cortázar y dirigir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Gracias, Raúl