Quién mató a quién… / Christian Ávalos Castro

Preparatoria 15

Sería imposible decirlo, jamás estuve ahí. Él, un loco que vivía convencido de que por el amor camina el mundo, o un intelectual que creía que el conocimiento de años era lo que contaba. Por eso sería difícil saber quién mató a quién. Sólo se había encontrado un cuerpo mutilado, sin forma alguna, y junto a él una nota que decía “Lo hice porque no creía”. Aquí la cuestión sería ¿quién no creía qué?
    En este crimen me vi involucrado por ser el único testigo, pero hoy me pregunto por qué, si yo no estaba ahí. Los gendarmes de la duda invaden mi mente, pues realmente no sé a ciencia cierta si estuve ahí esa noche. Y he aquí otro problema: ¿por qué lo mató? Pudo ser el loco, porque el intelectual no creía en el amor, o quizá pudo ser el intelectual pues el loco no creía en la ciencia. Imposible saberlo, no puedo vaciar las lagunas de mi mente porque en verdad creo no haber estado la noche en que aquel crimen se cometió.
    Hay evidencia de que estuve presente en la escena del crimen, una fotografía que me involucra. Podría ser que después de tal acontecimiento mi cerebro lo borrara de la memoria, o tal vez puede ser un fotomontaje muy bien realizado. ¿Por quién? ¿Por qué? ¿En qué momento alguien creyó que ésa era una buena broma? Carajo, me duele la cabeza, siento que está a punto de estallar, algo me dice “Juégatela, culpa a quien tú quieras, así te dejarán en paz”. Pero… ¿si no era y me equivoco? ¿De quién será el cuerpo? ¿Del loco o del intelectual? Culpar a alguno y esperar no equivocarme, eso sería suerte, o eso creo… hacer lo que me hacen a mí, culpar a un inocente. Inocente ¿yo? Quién sabe, lo sabrá el cuerpo, lo sabrá el culpable. ¿Seré el asesino y están culpando a otro? De cualquier manera, pasaré la noche en esta celda.

Es el día del entierro. Me quedo pasmado y mi sangre se congela cuando en la lápida observo el nombre del caído: mi propio nombre, soy yo, el cuerpo sin forma en el ataúd soy yo. Me invade un escalofrió de muerte cuando veo parados junto al sepulcro al loco y al intelectual. Comienzan a bajar mi cuerpo; mientras, los dos ríen y  brindan en presencia del ataúd. Mi vista empieza a nublarse, una oscuridad profunda es lo único que alcanzo a percibir. Desesperado, grito, pero nadie me oye. Después de un rato, veo la luz. Abro los ojos, todo fue un sueño… ¡Genial, aún no he muerto!

 

 

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