Poemas / Sergio Badilla Castillo

Derviches

Por mi barrio pasaban girando los derviches
seguidos de perros que entonaban sus ladridos
y el eco se enredaba en cada esquina:
Así recordaba la voz gozosa de mi madre.
Turistas y fotógrafos
disparaban sus cámaras como en una barricada
mientras cantaban los urogallos al mediodía.
La eternidad era una casa con sus puertas cerradas
un paisaje con ojos intranquilos
al empacar la maleta para no irme
y bajo el deshojado limonero
en el estuario de sus labios íntimos
los pechos desnudos de Sofía.
Tal vez me marche esta noche
pero en las calles sólo habrá el retumbo de pasos
familiares
una escasa luz que rebota y se deslía en las aceras
     acaso no vuelva tampoco
igual que una doncella descalza que se entrega al viento
y su figura esplende en el rincón oscuro.
Alguien ha agrietado la memoria confusa de mi vida.
Alguien ha negado la presencia imprecisa de la muerte.


Recado a Loba Louvé

Loba Louvé está en armonía conmigo ahora
levanta su cabeza como un dinosaurio
para pedir ayuda antes de sucumbir
con un espantoso grito
en aquel cuarto garabateado con grafiti
y la casa extensa queda toda para nosotros y las ratas
o para las roedoras y los espíritus que buscan refugio
en las tinieblas.
Qué fue entonces de tus amigos Loba Louvé
de aquellos sinvergüenzas disfrazados de
señores
faquires de poca monta
tragasables en las esquinas de la noche sucia.
Ahora lo tengo claro:
lo mismo es un convento de monjas
que una mansión de cortesanas o gamberras
o una mancebía o una casa profesa donde impera la ternura.
Las puertas secretas hacia
el paraíso estarán abiertas de par en par Loba Louvé
porque allí es posible merecer el éxtasis con unas pocas
monedas y quizás una pizca de obsesión nos encubra.
Palpando Loba Louvé
Cosquilleándose las células elementales donde
se precipita la sangre y se enhiesta la musculatura.

En la calle Loba Louvé
hay voces de negros que buscan algún lance
o el culito frutoso de Mariluz con sus suaves manos
y sus labios húmedos.
Alguien llama por teléfono y habla con voz ronca
imitando a un dinosaurio que se muere de asfixia
porque el tic tac del corazón traiciona como
el peor de los adictos.
Afuera estalla la noche o se desvanece tu apariencia
con la lluvia Loba Louvé.
No hay luz en el corredor
y hay que andar a gatas por los recovecos
para no tropezar con los trastes o los fantasmas.
Un elefante baja desnudo por las escaleras
y nadie piensa que es un elefante
sino un japonés del Yoshuda Maru que se quedó atrapado
entre las sábanas de Mariluz o de la Yole
la de pelo oscuro con su falo encendido bajo sus piernas.
Y Carlota? Qué hace Carlota con su látigo
y su taparrabos de cuero lúcido  
con sus fantasías carnales de su pubescencia
en cada latigazo a culo explícito.

Tienes razón Loba Louvé luego llegará el invierno
con sus desmesuras y su congoja
y las noches serán retretas de pastillas y jaleos
de espasmos y calambres
y los días serán largos y peludos
como la espalda de un gorila de Uganda
y tú mirarás el techo cada vez que tiemble en ese cuarto
y tu carne Loba Louvé seguirá intacta
tal una virgen inmaculada que no se corrompe

 

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