REMURES Y LAMPURIAS
El remur conoce casi todo el mundo pero nunca había visto una lampuria, y la lampuria es la primera vez que ve un remur.
Él se sorprende porque estaba seguro de haber visto todo lo que se debe ver para poder decir que uno conoce el mundo, y ella se sorprende porque, no habiéndose movido nunca de su sitio, no conoce nada.
En consecuencia, o no, la lampuria y el remur se enamoran el uno del otro. Un caso clásico de «exotismo especular», bien estudiado por la astroneuromancia y demás ciencias alquímicas, etológicas, homeopáticas, etc.
Después cada uno, mirándose en el espejo que sus semejantes les alcanzan, comprueba que no pertenece a la misma especie que el otro, reconsidera la situación, la clasifica como inconveniente, renuncia.
¿Pero hay acaso alguien que sea de la misma especie que otro?
LOS SOÑADORES
En sus sueños solía ser un príncipe capaz de volar, pero todos esos sueños se desarrollaban en una estación en ruinas, donde se había quedado solo, sin valijas ni documentos. Tenía miedo y frío. Un desierto sin fin se extendía detrás de las ventanas de vidrios emplomados. ¿Tal vez se trataba de otro planeta?
Podría levantar vuelo desde allí, porque el techo está derruido, pero por encima sopla un viento huracanado que arrastra remolinos de arena. Por alguna razón sabe el nombre de ese viento, shamal, o cree recordarlo. En fin, esas cosas típicas de las pesadillas.
Al despertar, sin embargo, lo que recordaba eran paisajes de prados fragantes o farallones de ocre, su propio palacio con la mesa ricamente aparejada, las caricias esplendorosas de una desconocida y otras felicidades por el estilo.
El psicoanalista se ponía furioso. Todas las veces hace señas a su paciente desde los escombros de la boletería, con la esperanza de que se decida a comprar el pasaje. Tren, ómnibus, caravana, lo que sea, con tal de sacarlo de ahí, y salir él mismo. Pero su paciente no lo ve. O finge no verlo.